sábado, 28 de mayo de 2011

TERESONA *

*En mi ciudad natal, Toluca, capital del estado de México, a 60 kilómetros de la capital del país, se localiza un cerro, en el poniente de la ciudad, que todo mundo conoce con el nombre de Teresona:

El siguiente es un poema que, con ese nombre, dedique precisamente a ese cerro:





TERESONA

Amiga fiel, Teresona,

desde el aparente

desdén de tu nombre

alabo

tu inconmovible estar.



Eres lo más constante que conozco

desde las tempranuras de mi infancia

la montañización de la constancia

y la manera más pétrea de ser fiel.



Tu feliz cobijamiento de casuchas

me permite creer que la pobreza

es un piojo insolente que soportas

porque tu ternura es capaz

de

no

moverse;

quiero ser como tú, mil, dos mil años,

para entender en piel que es la paciencia.

Asolearme el rocoso lomo,

tejer pacientes forestales

cuitas

y

demandar

un

sitio

para

mi

desventura

con esa dignidad tan plena que tú habitas.



Teresona, nombre de mujerona

de celestial burdel,

madrota de la historia de Toluca:

partera humilde,

silente compañera,

rocosa comadrona

de los niños que fueron despojados de sus redes.



Antesala del templo de Coltzin:

rezandera callada,

adivinadora sagaz

de tanta luminosidad

jugando a ser argamaza

onírica

de la herrumbre mortal.



Sólo tú sabes, niña elefanta sacerdotisa

valiente portadora de las señales y enigmas que nos condenan:

lo pobres que estamos aquí en la tierra

temblando hiel y soportando hormigas

alimañas ponzoña que destilan nuestros poros.

Nadie,

o muy pocos,

conocen como tú la grandeza del alma y

la gigantesca pesadumbre y pobreza de nuestros espíritus.

Desde la altura observas, de soslayo,

cómo transcurre el sueño de los hombres,

sus pesadillas te llevan a la franca sonrisa

y sus ilusiones al llanto

que disimulas

maternal

recordándote piedra sobre tierra

tierra sobre piedra, verdor, amarillez, aridez fértil:

una imagen del mundo

material

que

se

sabe

cordura y tristeza

melancolía

y

sed

por los siglos

de

los siglos

venideros

de

tu

estancia

con

nosotros

y

con nuestras

fértiles

ausencias.





Enamorada del Xinantécatl

cantas nada

juegas

con nuestra vida

y

nuestras concepciones

de

tu imagen

y

de la vida misma

que pasa rodando sobre nosotros

en la cuesta de la existencia

y nos atropella.



Mientras sucumbimos,

recuerdo preñado de ti,

nos anunciamos roca que se te une

para acallar los infortunios futuros y ajenos.






*De Frontera interior, 1994.

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