*En mi ciudad natal, Toluca, capital del estado de México, a 60 kilómetros de la capital del país, se localiza un cerro, en el poniente de la ciudad, que todo mundo conoce con el nombre de Teresona:
El siguiente es un poema que, con ese nombre, dedique precisamente a ese cerro:
TERESONA
Amiga fiel, Teresona,
desde el aparente
desdén de tu nombre
alabo
tu inconmovible estar.
Eres lo más constante que conozco
desde las tempranuras de mi infancia
la montañización de la constancia
y la manera más pétrea de ser fiel.
Tu feliz cobijamiento de casuchas
me permite creer que la pobreza
es un piojo insolente que soportas
porque tu ternura es capaz
de
no
moverse;
quiero ser como tú, mil, dos mil años,
para entender en piel que es la paciencia.
Asolearme el rocoso lomo,
tejer pacientes forestales
cuitas
y
demandar
un
sitio
para
mi
desventura
con esa dignidad tan plena que tú habitas.
Teresona, nombre de mujerona
de celestial burdel,
madrota de la historia de Toluca:
partera humilde,
silente compañera,
rocosa comadrona
de los niños que fueron despojados de sus redes.
Antesala del templo de Coltzin:
rezandera callada,
adivinadora sagaz
de tanta luminosidad
jugando a ser argamaza
onírica
de la herrumbre mortal.
Sólo tú sabes, niña elefanta sacerdotisa
valiente portadora de las señales y enigmas que nos condenan:
lo pobres que estamos aquí en la tierra
temblando hiel y soportando hormigas
alimañas ponzoña que destilan nuestros poros.
Nadie,
o muy pocos,
conocen como tú la grandeza del alma y
la gigantesca pesadumbre y pobreza de nuestros espíritus.
Desde la altura observas, de soslayo,
cómo transcurre el sueño de los hombres,
sus pesadillas te llevan a la franca sonrisa
y sus ilusiones al llanto
que disimulas
maternal
recordándote piedra sobre tierra
tierra sobre piedra, verdor, amarillez, aridez fértil:
una imagen del mundo
material
que
se
sabe
cordura y tristeza
melancolía
y
sed
por los siglos
de
los siglos
venideros
de
tu
estancia
con
nosotros
y
con nuestras
fértiles
ausencias.
Enamorada del Xinantécatl
cantas nada
juegas
con nuestra vida
y
nuestras concepciones
de
tu imagen
y
de la vida misma
que pasa rodando sobre nosotros
en la cuesta de la existencia
y nos atropella.
Mientras sucumbimos,
recuerdo preñado de ti,
nos anunciamos roca que se te une
para acallar los infortunios futuros y ajenos.
*De Frontera interior, 1994.
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