Me sigo y me seguiré acordando
Margo Glantz
M
e acuerdo de que me gusta mucho la palabra procrastinación, actividad en la que descuello.
Me acuerdo de un día de sol en que escuchaba el Estudio revolucionario de Chopin.
Me acuerdo de una ciudad casi sin automóviles, el aire sereno, azul.
Me acuerdo de que ayer hubo una inundación y hoy sólo un lento goteo.
Me acuerdo de que me encantaba quejarme y de que me quejo a diario.
Me acuerdo de que en Rusia persiguen a los disidentes y le dan asilo a Snowden: el oxímoron político por excelencia.
Me acuerdo haber leído varias veces el Primero sueño de Sor Juana.
Me acuerdo de que cuando viajo no tomo fotografías, escribo diarios.
Me acuerdo de que me gustaría que mis quejas fueran oídas, en este país donde hay causas, pero no efectos.
Me acuerdo de una foto de los años 80, me veo muy guapa.
Me acuerdo de que las redes sociales son el panóptico cibernético desde donde nos espían y, sin embargo, no puedo dejar de tuitear.
Me acuerdo de todas las veces que el volcán Popocatépetl estuvo a punto de hacer erupción.
Me acuerdo de que cuando niña no me daba cuenta de que había volcanes.
Me acuerdo de que hoy es viernes 12: afortunadamente no es viernes 13.
Me acuerdo de que Georges Perec hacía crónicas de lo infraordinario.
Me acuerdo, o mejor, caigo en la cuenta, de que a Joe Brainard y a Georges Perec les hubiera gustado tuitear.
Me acuerdo de que lugar de luchar contra el ángel, lucho contra mi iPad.
Me acuerdo de que mejoré el poema de Neruda:... es tan largo el amor y tan corto el olvido: wishful thinking.
Me acuerdo de que el 10 de julio de 2013 se cumplieron 25 años de la muerte de Enrique Lihn.
Me acuerdo de que en Chile compré las obras completas de Nicanor Parra.
Me acuerdo de que hoy estoy en otra cosa y se me olvida tuitear.
Me acuerdo de que hoy vinieron de nuevo una mariposa amarilla y un colibrí.
Me acuerdo que cuando niña florecían en los muros de las casas los plúmbagos, los huele-de-noche, las madreselvas y que ahora ni sombra son.
Me acuerdo de la belleza de mi mamá, usaba un vestido negro con calados, encajes y una rosa muy blanca prendida al pecho.
Me acuerdo de ese vestido de mi mamá, pero es un falso recuerdo, lo recuerdo porque tengo un bello retrato al óleo, un poco dañado por el tiempo, donde aparece bellísima, así ataviada.
Me acuerdo de que mi papá le trajo a mi hermana Susana una muñeca con cara de Shirley Temple y que me dio mucha envidia.
Me acuerdo que la Shirley Temple de mi hermana tenía puesto un piyama de seda blanca con cintas anaranjadas y un dragón también anaranjado bordado en el pecho.
Me acuerdo de que si no viajo, no tengo futuro.
Me acuerdo de que mi hermana Lilly me odiaba cuando éramos niñas.
Me acuerdo de que cuando nació mi hermana Susana entraba sigilosamente al cuarto donde dormía y le apretaba la mollera.
Me acuerdo de que yo tenía 10 años cuando nació mi hermana Shulamis.
Me acuerdo de que a mi padre le gustaban las flores: mi hermana mayor se llamaba Lirio, yo, Margarita, y la tercera, Azucena. Esa proclividad jardinera nos produjo graves problemas legales.
Me acuerdo de que varios de mis perros murieron y de que los extraño, el Groucho, la Lola y la Hilaria. Mata Hari no me importaba tanto.
Me acuerdo que me regalaron una gata que se llamaba Venus. Mi veterinario descubrió que era Zeus.
Me acuerdo que tuve muchos perros, pero se escapaban: la Taiga, el Platón, el Balam...
Me acuerdo de que en Auschwitz había un recinto pequeño e íntimo donde se oían los cánticos rituales del Yom Kipur.
Me acuerdo que en Auschwitz le recé un kaddish a mi hermana Lilly, quien acababa de fallecer en febrero de 2004.
Me acuerdo de que en Auschwitz había montones de anteojos, valijas, dientes postizos de oro, cabellos...
Me acuerdo que en Birkenau no me atreví a comerme un plátano, tampoco una manzana.
Me acuerdo de que se sigue acabando el año.
Me acuerdo de que todas las naciones tienen un ramo de locura.
Me acuerdo que mi mamá decía, ni modo, así es la vida.
Twitter: @margo_glantz