El gorro de piel en mi cabeza es muy suave, Tal vez es la piel de un rey del bosque. ¿Cuántos conejos -dime- despellejaron Para que yo pudiera ponérmelo? ¿Cuántas cosas buenas gasta por mí esta vida? Sería magnífico que envejeciera rápido. Tengo en el cuello una espléndida bufanda; Es un regalo, espero, de una ninfa del agua. Mi bolsa de ojo de águila mira fijamente
Y el mar rocía perlas en mi corazón. Y emprendo camino con mis botas altas De cuero de cocodrilo, mirando Orgullosa a mi alrededor doy el primer paso. Todos los días lleno lo que falta y me preocupo, Oh, Dios mío, ¡qué traviesa soy! Oh, Dios mío, la vida sigue enterrando Todas las cosas muertas en mi cuerpo diminuto.
Khosiyat Rustamova- Uzbekistán
Traducción: Nicolás Suescún
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KHOSIYAT RUSTAMOVA nació el 21 de marzo de 1971 en la región de Namangan, Uzbekistán. Es una de las voces brillantes de la poesía contemporánea de Uzbekistán. Graduada de la Universidad Nacional de Uzbekistán, ha publicado muchas colecciones de poesías incluyendo Una casa en el cielo; Rescate; y Una pared. Escribe acerca del amor, los sentimientos, como una cuestión de vida o muerte. Es miembro de la Asociación de Escritores de Uzbekistán. Fue premiada con la medalla “Shuhrat” (Fama). Al decir de su traductor al inglés el poeta uzbeco Azam Abidov: “Los versos de Khosiyat Rustamova son resaltables por su profundidad intelectual, su desesperación y modestia. Su valor artístico es rico en color. Sus versos fluyen de las capas más profundas de su corazón”. Alguna vez escribió: ¡Vida! Si no te acuerdas de mí/ La muerte nunca sabrá de mi existencia/ ¡Dios mío! ¿La muerte se olvida de alguna creación? Si es así, eso es literatura. Si es así, eso es poesía. De repente lágrimas acuden a tus ojos. Tratarás de consolarte a ti mismo…”
En su soledad, el cielo nocturno se preguntaba ¿Por qué estas estrellas? ¿Por qué la voz que aúlla en mi corazón de tinieblas? Cuando las voces se desvanezcan ¿qué quedará sino la estrechez que ahoga mi alma? Si la estrella polar se desplazara un segundo de su sitio, ¿se perdería el pescador? ¿Se olvidaría el pastor de su silbido? Quizás nada de nada, nada puede cambiar mi verdad. Soy el sueño de la tierra. El hombre que termina su sueño verá, al despertarse, que la verdadera oscuridad queda más lejos.
Bejan Matur- Turquía
Traducción: Carles Duarte i Montserrat
Selección de poemas de la plaquette "Diálogo con Dios y otros poemas" Letter Press Broadsides Poetry Series, 17 New York, 2006
________________________________________ BEJAN MATUR, poeta y escritora, nació de una familia kurda en septiembre de 1968 en la antigua ciudad hitita de Maras, Turquía suroriental. Estudió Derecho en la Universidad de Ankara. Ha publicado los siguientes libros:Rüzgar Dolu Konaklar (1996), Tanrý Görmesin Harflerimi (1999). En 2002 se editaron sus libros Ayýn Büyüttüðü Oðullar y Onun Çölünde, que confirmaron la relevancia de su trayectoría literaria.
La embajada de México presenta el programa de actos que conmemorarán en nuestro país el centenario del poeta
FERNANDO DÍAZ DE QUIJANO | 26/02/2014
Un nutrido programa de actos conmemoran este año el centenario del nacimiento de Octavio Paz, que tuvo lugar en Ciudad de México el 31 de marzo de 1914. La embajada del país americano ha preparado una extensa serie de eventos que celebrarán también el natalicio del poeta en España y lo ha presentado hoy en su sede de la Carrera de San Jerónimo de Madrid.
En el acto -que iba a realizarse el 29 de enero pero fue pospuesto por la muerte de otro gran poeta mexicano, José Emilio Pacheco- estaban dos buenos amigos y discípulos del autor: el filósofo y escritor Fernando Savater y el poeta, escritor y director de la Casa del Lector César Antonio Molina. También han asistido las autoridades relacionadas con el proyecto: la embajadora mexicana en Madrid, Roberta Lajous; Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes; José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española; el gerente del fondo de Cultura Económica, Marcelo Díaz; el director del Instituto de México, Pablo Raphael, el comisario del programa conmemorativo español, Aurelio Major; y Frederic Amat, artista y autor del logotipo del proyecto.
“La poesía es el centro irradiador absoluto de toda la obra y actividad pública de Octavio Paz, y sobre ella se ha construido el programa”, ha explicado Major. Con esta serie de actos, además de mantener viva la memoria y la obra del Nobel mexicano, se pretende “reafirmar que toda gran obra es subversiva”, ya que Paz fue un “rebelde mesurado”, “un lúcido y firme opositor a todos los totalitarismos de Estado -de izquierdas o de derechas-”.
El primero y uno de los más destacados actos del programa conmemorativo español es una conversación en torno a la figura de Paz entre el filósofo Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, y el editor de Pre-Textos, Manuel Borrás, el 24 de marzo en la sede madrileña del Instituto Cervantes.
Días después, el 12 de abril, Pere Gimferrer, uno de tantos autores españoles que mantuvo un diálogo permanente con el poeta mexicano, pronunciará una conferencia sobre Paz en la Cidade da Cultura de Galicia, en Santiago de Compostela.
El 23 de abril, Día del Libro, los poetas Jordi Doce, Julio Trujillo y Luis Antonio de Villena aportarán Tres miradas sobre Octavio Paz en la Casa de América de Madrid. El 12 de mayo tendrá lugar en la Residencia de Estudiantes una lectura de la poesía de Paz, a cargo de una veintena de destacados poetas como Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas o Vicente Molina Foix. Al día siguiente, Enrique Fierro, Juan Malpartida y Andrés Sánchez Robayna -presentes también en la mencionada lectura de poemas- dialogarán sobre la poética de Paz también en la Residencia.
El 19 de mayo, Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Jorge Edwards, Felipe González y Enrique Krauze homenajearán de nuevo al autor de El laberinto de la soledad en Casa de América y el 7 de junio, una serie de poetas jóvenes, “amigos desconocidos” de Paz, demostrarán que su poesía sigue calando entre las nuevas generaciones con una lectura de sus poemas en la Feria del Libro de Madrid. Entre ellos estarán Aurelio Asiain, María Baranda, Tulio Demicheli, Jordi Doce, José Luis Gómz Toré y el propio comisario del programa, Aurelio Major, entre otros.
El abultado programa de actos, repleto de conferencias, exposiciones, homenajes y hasta un seminario de verano en la Universidad de Alcalá de Henares, se prolongará hasta el 3 de noviembre. Durante todo este tiempo, verán la luz una serie de publicaciones de y sobre la obra del poeta: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores reeditará en versiones económicas suPoesía completa, El mono gramático, La llama doble y Versiones y diversiones; Atalanta reeditará Sendas de Oku, de Matsuo Basho, en la célebre traducción de Octavio Paz; la Residencia de Estudiantes reeditará en disco y libro la lectura de poesía y la conferencia que Paz ofreció en la institución en 1989; y Cuadernos hispanoamericanos publicará un número dedicado a su figura. A estas publicaciones se suman las que el Fondo de Cultura Económica editará en el ámbito latinoamericano.
Aunque su altura como poeta es el eje de todas las conmemoraciones, Fernando Savater ha querido destacar el papel de Paz como promotor cultural.“Hay poetas intransitivos que son monolitos admirables cerrados sobre sí. Son puntos de llegada. Pero Octavio era un punto de partida, un poeta transitivo” que animaba a leer a otros autores y descubrir la obra de otros artistas. Uno de los descubrimientos que le hizo a Savater fue El golpe maestro del leñador mágico, alucinada obra del pintor Richard Dadd -que acabó en un psiquiátrico- conservada en la Tate Gallery de Londres, ha recordado el autor de Los invitados de la princesa.
César Antonio Molina ha recordado la época en la que, como responsable del suplemento Culturas de Diario 16, colaboró estrechamente con Paz: “A veces parecía distante, pero una vez que lo conocías era amable y atento. Al mismo tiempo, era irónico y podía ser incluso “destructor” con sus enemigos literarios”. “España está en deuda con él, no sólo por engrandecer nuestra lengua, sino por haber ayudado a las personalidades de la cultura exiliadas en México tras la guerra civil”.
La embajadora de México, que inicia su gestión con este programa conmemorativo, ha destacado el papel fundamental de Paz en la cultura mexicana contemporánea: “Sería imposible entender lo que somos hoy los mexicanos sin su obra”. Igualmente, García de la Concha ha destacado su importancia para la cultura española: “Fue uno de los grandes ensayistas hispanos de la modernidad, si no el primero”. Blecua, director de la RAE, por su parte, ha recordado una respuesta que dio Paz al ser preguntado en una entrevista cuál debía ser la actitud de un creador frente al lenguaje: “La actitud de un enamorado, que sea capaz de venerar el lenguaje y al mismo tiempo, transgredirlo”, dijo el poeta.
Casi todos los presentes han destacado la generosidad del poeta, especialmente Savater: “Con poco más de 20 años, recibí una carta de Octavio en la que comentaba mi segundo libro y me alentaba a continuar. Me sentí como si me hubiera escrito el espíritu santo”. Aquello fue el inicio de una amistad basada en le admiración del filósofo por el autor mexicano y el “magisterio permanente” de éste hacia aquél.
El comisario del programa ha dado buena cuenta de esa generosidad con otra anécdota. Cuando Paz tenía 80 años, recibió una carta de un prestigioso compositor estadounidense pidiéndole permiso para hacer una ópera basada en su poema Piedra de sol. Paz se negó porque no le convenció la propuesta, pero acto seguido leyó otra carta de un alumno de bachillerato, también estadounidense, pidiéndole permiso para representar en el colegio La hija de Rappaccini, a lo que este respondió que podía disponer del texto como quisiera.
Niña en la fila del agua. Crónica fotográfica de los barrios Belén, El Guavio y Los Laches de Bogotá, 1948. Archivo fotográfico de Sady González / BLAA
2012
Diego Garzón
Publicado el: 2014-01-24
Hace dos años, la joven editorial Laguna Libros publicó Memoria por correspondencia, que contenía 23 cartas que la pintora Emma Reyes, desconocida para la gran mayoría de la gente, había enviado en 1967 a su amigo el historiador Germán Arciniegas. El boca a boca hizo del libro un fenómeno editorial, sin precedentes para una pequeña editorial. ¿Qué tenían esas cartas que tantos lectores quedaron conmovidos? En ellas narraba su infancia, una infancia que es la misma de millones de niños en Colombia.
Emma Reyes nació en 1919 pero bien podría haber nacido hoy y contar su primer recuerdo nuevamente, como si lo contara por tanta gente, en esa casa donde vivía, que en realidad era de una “sola pieza”, sin ventanas, sin luz eléctrica ni inodoro. “En esos medios uno nace sabiendo lo que quiere decir hambre, frío y muerte”, escribió, tal y como pasa hoy con niños que se multiplican en medio de la miseria. Cuando la “señorita María” salía, la dejaba encerrada ahí horas enteras, “no tenía más luz que la que entraba por las grietas y el grande hueco de la chapa”. A las difíciles condiciones de pobreza en las que creció Emma y que narra en la primera carta, le siguen desgarradores episodios que también suceden hoy con tanta frecuencia que ya no parecen asombrar a nadie: niños abandonados por doquier. En los noticieros es normal ver cómo encuentran niños recién nacidos envueltos en bolsas de basura, abandonados por ahí, en potreros, calles, a la entrada de hospitales.
Emma tenía poco menos de cuatro años cuando vio que “el niño” que acababa de tener la señorita María, esa señora que cuidaba de ella y de su hermana Helena y que pudo ser su mamá, fue abandonado en un canasto, al frente de una puerta. “Creo que en ese momento aprendí de un solo golpe lo que es injusticia y que un niño de cuatro años puede ya sentir el deseo de no querer vivir más y ambicionar ser devorado por las entrañas de la tierra. Ese día quedará como el más cruel de mi existencia”, escribió Reyes. Pero vendría algo peor: su propio abandono. La señorita María también la abandonó a ella, junto a Helena, y le esperaban muchos años –hasta que se convirtió en adulta– en un convento de monjas que veían en cualquier gesto humano una posibilidad de pecado. “¿Quién te dio afecto en esa infancia?”, le preguntó alguna vez Gloria Valencia de Castaño. Y ella respondió: “No creo que tuviéramos ese tipo de preocupación, lo nuestro era el pecado, salvar el alma, no ser malas, tenerle miedo al diablo...”.
He oído muchos comentarios de lectoras de Memoria por correspondencia que se identificaron con los relatos de Emma Reyes porque también crecieron en conventos o colegios de monjas. También crecieron rezando el rosario diariamente, recibiendo castigos crueles, y educadas para una vida de resignación frente a un destino desolador. Emma Reyes creció en las décadas de los años veinte y treinta y los tiempos han cambiado, pero no del todo. Según ella misma, solo hasta que se escapó del convento, ya después de los 18 años, pudo aprender a escribir. Lo hizo como pudo, y en las cartas originales, que escribía a mano, se ven errores de ortografía que evidencian su endeble educación. La educación, esa palabra tan trajinada y que cada tanto los políticos sacan a relucir como bandera de campaña, sigue siendo el problema fundamental de Colombia. Todavía estamos lejos de que todos los niños tengan acceso a ella, en un país en que tantos de ellos deben trabajar antes que estudiar. Emma pasó buena parte de su infancia cosiendo bandas presidenciales y bordando manteles para las señoras de la alta sociedad, como pago por una deficiente alimentación en el convento.
Emma Reyes quería que sus cartas se publicaran después de su muerte, en el 2003, y que las regalías de ese libro sirvieran para ayudar a niños huérfanos de Colombia. El lugar escogido fue la Fundación Hogar San Mauricio en Bogotá, que da alojamiento y educación a 150 niños que comparten con Emma, un siglo después, su historia. Entre ellos han construido una familia.
El guitarrista Paco de Lucía murió sin llegar a ver publicada su última obra, "Canción andaluza", un disco de coplas que debía lanzarse a finales de abril
Por: EFE
Publicado el: 2014-02-26
Grabado en varias localizaciones, muchas de ellas en España, el que quedará como su álbum póstumo estaba en sus últimas fases de preparación, guardado "en un cajón" mientras se ultimaba la portada, después de que el artista pasara las últimas Navidades en España,donde estuvo trabajando en el proceso de mezclas.
El que será el sucesor de "En vivo" (2011) y "Cositas buenas" (2004), Grammy Latino al mejor álbum de flamenco, reflejará cómo veía De Lucía el mundo de la copla, género del que se empapó en su infancia en Andalucía y que, según relataría, tuvo "una importancia vital" en su música.
"La canción española ha tenido compositores de una inspiración increíble, como el maestro Quiroga o el maestro Solano", destacaba el guitarrista durante una participación en 1978 en el programa de TVE "Cantares", en el que recordaba a Marifé de Triana, Juanita Reina y Conchita Piquer como la banda sonora de su niñez.
De Lucía, que ya entonces lamentaba que dentro del género se había "especulado demasiado con el mi arma, el salero y la gracia, quitándole su profundidad real", apostaba por que resurgiera con compositores y cantantes que la actualizaran y le devolvieran su carácter, un empeño al que terminó dedicándose él mismo en sus últimos años de vida.
GERARDO CÁRDENAS [mediaisla] Pacheco era mayor que yo 23 años. En términos generacionales, esto significa que Pacheco vivió la transición acelerada de la Ciudad de México de una relativamente amable metrópoli a un monstruo peligroso, impredecible y devorador.
No quisiera desmenuzar la obra de José Emilio Pacheco, ni poner bajo el microscopio su vastísima poética, su narrativa, sus estupendas traducciones; queda por reunir los brillantes y sabios artículos que, semana a semana, por décadas firmó como JEP en la columna que bautizó como Inventario, y que se publicó primero en el diario Excélsior y luego, prácticamente hasta el de su muerte, en la revista Proceso. No es azar que su último Inventario fuese un homenaje al poeta argentino Juan Gelman, quien había muerto pocos días antes. Pacheco, me dicen, nunca quiso reunir esos textos, verdadera memoria de la cultural del país y no se sabe —es muy pronto— qué disposiciones pudo dejar al respecto. Inventario, he de subrayarlo, estableció un tono y una guía para aquel que hiciese hacer periodismo cultural en México.
Ya habrá muchos otros, mejor preparados, mejor armados de instrumentos críticos y apreciativos. Yo veo a Pacheco con ojos de lector inmensamente agradecido, carente de toda distancia crítica y argumentativa.
Al escribir estas líneas, quiero pensar en lo que, como lector y escritor me une a Pacheco, y encuentro la respuesta en la ciudad que compartimos, en ese padecimiento mutuo de ser chilango, habitante de la Ciudad de México.
Pacheco era mayor que yo 23 años. En términos generacionales, esto significa que Pacheco vivió la transición acelerada de la Ciudad de México de una relativamente amable metrópoli a un monstruo peligroso, impredecible y devorador, habitado por más de 20 millones de personas y marcado por la cicatriz del devastador sismo de 1985.
Antes de ese sismo, antes de los capítulos finales de la metamorfosis del monstruo, antes de que yo me fuera, me encontré con Pacheco —con sus libros— en una iniciática. Primero, como lector sorprendido, embrujado, por el libro de relatos El principio del placer y la novela Batallas en el desierto; luego, por su poesía y, más o menos por los tiempos del sismo, en los Inventarios cuya revisión y corrección me correspondía como parte de mi , las noches de muchos viernes, como corrector en la revista Proceso.
Tanto su poesía como su narrativa establecían un diálogo continuo conmigo. Caminaba yo por las calles que contenían los relatos o versos que había leído, y al leer o releer volvía a recorrer esa geografía compartida; geografía de amores, desamores, y del permanente desasosiego de ser más de los muchos millones que se agitaban en esa ciudad que parecía condenada al caos pero que, en la orilla del mismo parecía, milagrosamente, balancearse agarrada del aire.
Sus críticos más feroces indican que Pacheco escribía con una cierta superioridad moral sobre los males que aquejaban (y aquejan) a la ciudad y al país, lamentando desde una torre de cristal la pérdida de un cierto norte ético. Me parece una crítica exagerada e injusta, no porque Pacheco no abordase ciertos temas desde un de vista filosófico y moral, sino porque el poeta y narrador no se encerraba en ninguna torre. Pacheco era un del mundo y en el mundo y, volviendo al tema que he escogido, era un hombre de la ciudad a la que entendía, en la que vivía y con la que sufría.
En vez de un lejano observador, Pacheco es un caminante de la ciudad y sus pasos atestiguan, muchas veces con un dolor sordo, las continuas transformaciones de la urbe:
Ciudad de México
Paso por el lugar que ya no está, me abandono a lo efímero, me voy con las piedras que adónde se habrán ido.(Incluido en Los días que no se nombran: de poemas 1985/2009, Asociación Nacional del Libro)
El dolor y la nostalgia que provocan la brutal y acelerada transformación de la ciudad no son hechos externos. El poeta no toma distancia. Las cosas le pasan a él, así como le pasan a la ciudad. El lugar que buscaba ya no está, y no tiene más remedio que entregarse a la existencia efímera de aquello, innombrable e innombrado, que lo reemplaza. Pero mientras está la callada angustia ante lo perdido, el deseo de irse con las piedras, los paisajes perdidos; y la imposibilidad de hacerlo porque no se sabe hacia qué rumbo ir.
En el prólogo a Los días que no se nombran el poeta Vicente Quirarte lo expresa así: Pacheco “sufre auténticamente como si cada una de las dolencias del mundo fueran la suya. Lo admirable es que, con base en las rebeliones inmediatas que todo ser sensible experimenta ante los desequilibrios de la creación, él haya podido construir una obra unánimemente admirada por su compleja sencillez, por su envidiable claridad, por su honestidad avasallante…”.
Quirarte subraya también que, en su poética, Pacheco funde también el “yo” con el “nosotros”, nos transporta, nos hace partícipes, nos lleva de la mano por calles, parques, , plazas, y nos enfrenta a nuestros propios dilemas.
de San Juan
Entre el mercado de San Juan el enorme pez en su tumba de sangra.
Visto así de perfil, hosco y sombrío, remota y acremente se parece a nosotros.
Hay la posibilidad de que él también sea nuestro consanguíneo antepasado.
Es mejor no pensar entonces que otra especie en peligro: la humanidad
está muriendo en la tumba de hielo del pez que sangra. (de Los días que no se nombran)
Enfrentados a lo monstruoso a través de la vista (otra de las grandes temáticas de Pacheco) el poeta nos ofrece el horror, pero al mismo tiempo nos propone una epifanía, un descubrimiento, una posible redención en forma de advertencia. Sus periplos por la ciudad lo confrontan de manera constante con esta disyuntiva: ceder al abismo al que inevitablemente parecemos estar condenados, o dejar un atisbo de esperanza, una puerta entreabierta. Pacheco nunca nos da la respuesta. La disyuntiva está en manos del lector. El poeta, como profeta, señala y expone lo que su vista ha desnudado, a los ojos de los otros que tal vez estaban parcial, o totalmente cubiertos.
Pacheco recoge en muchos escritos una dualidad de la ciudad. La ciudad es dos: la del día y la del noche. Conozco pocas ciudades donde esto sea más verdadero que en la Ciudad de México. Pacheco aclara que no se trata de dos mitades de un mismo ser; se trata de versiones distintas y enfrentadas; opuestos; imágenes que no se reconocen al verse en el espejo. Veamos por ejemplo las estrofas de Tres nocturnos de la selva en la ciudad, parte de La arena errante.
Tres nocturnos de la selva en la ciudad
1
Hace un momento estaba y ya se fue el sol, doliente por la historia que hoy acabó.
Se van los pobladores de la luz. Los reemplazan quienes prefieren no ser vistos por nadie.
Ahora la noche abre las alas. Parece un lago la inundación, la incontenible mancha de tinta.
Mundo al revés cuando todo está de cabeza, la sombra vuela como pez en el agua.
2
El día de hoy se me ha vuelto ayer. Se fue entre los muchos días de la eternidad –si existiera.
El día irrepetible ha muerto como arena errante en la noche que no se atreve a mirarnos.
Fuimos despojo de su naufragio en la hora violenta, cuando el sol no se quiere ir y la luna se niega entrar para no vernos como somos.
3
Volvió de entre los muertos el halcón. En los desfiladeros de la ciudad, entre los montes del terror y las cuevas de donde brotan las tinieblas, se escuchan un aleteo feroz, otro aleteo voraz y algo como un grito pero muy breve.
Mañana en la cornisa no habrá palomas. El trabajoso nido abandonado, el amor conyugal deshecho, la obra inconclusa para siempre.
En la acera unas cuantas plumas, ahora llenas de sangre.
Esta misma sensación de inevitable tragedia, de pérdida irremediable se nos aparece en otro recorrido por la ciudad, esta vez cuando Pacheco habla Barranca del Muerto (nombre de por sí ominoso), un viejo cauce convertido en avenida que, para mí, siempre ha tenido el aspecto de una frontera mágica entre partes bien diferenciadas de la ciudad.
La Barranca del Muerto
Cómo volver a ese lugar que ya no está. Imposible encontrarlo entre los edificios de Insurgentes. Lo estoy viendo: había casas, casas de un solo piso o dos cuando mucho, no grandes torres de altivez y de vidrio o muros de concreto y soberbia insultante.
Cómo volver si no recuerdo ni el número. En el lugar de aquel sitio se levanta una tumba etrusca: al despertarla se pulveriza en el aire.
Destruyeron la casa. Al demolerla erosionaron la memoria.
Lo único irrefutable es que estaba muy cerca de la Barranca del Muerto, cuando era de verdad una barranca con un hilo de agua más turbio e inconfiable que mi empañado recuerdo.
Hoy no es barranca sino avenida indiferente.
Me pregunto quién será el muerto.(de El silencio de la luna)
El 19 de septiembre de 1985 tembló en la Ciudad de México. No es el Valle de México una zona ajena a los fenómenos sísmicos. Pero nunca tembló como entonces, ni ha vuelto a temblar así después. Nadie sabe cuántos murieron. La ciudad, y el país, no volvieron a ser los mismos (el temblor era tal vez la manifestación física de otras sacudidas políticas, anímicas, morales). Ninguno de quienes lo vivimos en carne propia podemos ver la ciudad de la misma manera. Pacheco se encontraba en Maryland ese día, pero logró regresar a México el 21 para encontrarse con la ciudad en ruinas. Resultado de esa experiencia, escribe Elegía del retorno, un largo poema que se incluye en su totalidad y constituye la primera de tres partes de Miro la tierra, su octavo poemario, que se publica en 1987. Debido a su extensión, me es imposible reproducirlo aquí pero el lector puede acudir al propio poemario que publicó Era, o al magnífico volumen Tarde o temprano del Fondo de Cultura Económica, que reúne los poemas de Pacheco publicados entre 1958 y 2000.
Enfrentado a las ruinas, a la muerte, a la desesperación, Elegía del retorno es un canto de amor desesperado a la ciudad amada y herida, es un canto de desesperación ante los muertos, una angustia inabarcable ante la incapacidad de las palabras para rendir testimonio de lo que los ojos viven pero, al final, y muy en la temática continua de Pacheco, una epifanía, un reto al lector, a reconstruir: no una ciudad material, que finalmente, tarde o temprano, podría ser víctima de otro sismo, sino otra vida, otra ciudad interior que no se derrumbe; y a honrar a los muertos que nada pudieron hacer para escapar de su suerte. Espero que los fragmentos seleccionados permitan ver la particular mirada de Pacheco, la mirada que ya hemos perdido.
Las ruinas de México(Elegía del retorno)
Y entonces sobrevino de repente un gran terremoto Hechos de los Apóstoles 16, 26
Volveré a la ciudad que yo más quiero después de tanta desventura, pero ya seré en mi ciudad un extranjero. Luis G. Urbina, Elegía del retorno (1916)
I
1
Absurda es la materia que se desploma, la penetrada de vacío, la hueca. No: la materia no se destruye, la forma que le damos se pulveriza, nuestras obras se hacen añicos.
2
La tierra gira sostenida en el fuego. Duerme en un polvorín. Trae en su interior una hoguera, un infierno sólido que de repente se convierte en abismo.
3
La piedra de lo profundo late en su sima. Al despetrificarse rompe su pacto con la inmovilidad y se transforma en el ariete de la muerte.
4
De adentro viene el golpe, la cabalgata sombría, la estampida de los invisible, explosión de lo que suponemos inmóvil y bulle siempre.
5
Se alza el infierno para hundir la tierra. El Vesubio estalla por dentro. La bomba asciende en vez de caer. Brota el rayo en un pozo de tinieblas.
II
Las piedras que hay en la oscuridad y en sombra de muerte abren minas lejos de lo habitado. En lugares ignotos donde el pie no se posa se suspenden y balancean. Job 28, 4-5
1
Crece en el aire el polvo, llena los cielos. Se hace de tierra y de perpetua caída. Es lo único eterno. Sólo el polvo es indestructible.
2
Avanzo, doy un paso más, miro de cerca el infierno. Muere el día de septiembre entre la asfixia y los gritos.
Arañamos las piedras y brota sangre. Todo el peso del mundo se ha vuelto escombro. La palabra desastre se ha hecho tangible.
10
Con qué facilidad en los poemas de antes hablábamos del polvo, la ceniza, el desastre y la muerte. Ahora que están aquí ya no hay palabras capaces de expresar qué significan el polvo, la ceniza, el desastre y la muerte.
12
Esta ciudad no tiene historia, sólo martirologio.El país del dolor, la capital del sufrimiento, el centro deshecho del inmenso desastre interminable.
IV
Patria, patria de lágrimas, mi patria. Guillermo Prieto
1
Si volvieran los muertos no te reconocerían, ciudad manchada por el desastre, capital del vacío.
Fluye la noche inerme, continúa su infinito desplome, envuelve las ruinas con un nuevo dolor que lo cubre todo.
V
Facilis descensus Averni Eneida VI, 58
4
Era tan bella (nos parece ahora) esa ciudad que odiábamos y nunca volverá a su lugar.
Hoy una cicatriz parte su cuerpo. Jamás podrá borrarse. Siempre estará Dividiéndolo todo el terremoto.
11
Jamás aprenderemos a vivir en la epopeya del estrago. Nunca será posible aceptar lo ocurrido, hacer un pacto con el sismo, olvidar a los que murieron.
12
Con piedras de las ruinas ¿vamos a hacer otra ciudad, otro país, otra vida? De otra manera seguirá el derrumbe. _________________________
GERARDO CÁRDENAS (México, DF, 1962),escritor y periodista, dirige en Chicago la revista cultural contratiempo. Su libro de relatos A veces llovía en Chicago (Ediciones Vocesueltas/Libros Magenta, 2011) ganó el Premio Interamericano Carlos Montemayor a Mejor Libro de Relatos publicado en 2011 y 2012.