viernes, 30 de mayo de 2014

PÁJAROS ,Lidia Borges (pseudónimo literario de Olivia Maria Marques)

PÁJAROS


PÁJAROS


¡Ah!  Si yo pudiera percibir la lengua de la tierra

La habitaría antes del tiempo del nacimiento

antes de esa nada aparente

que respira, germina y por eso es todo

fuente sin mácula, vientre

osadía de la savia, sangre y vida

tallo en la intención de la hoja

flor en la intención del fruto

y fruto genuino maduro y completo.


¡Ah! Si yo pudiera percibir la lengua de la tierra


moriría sabiamente, sin agonizar

para despertar  en la locura de un tiempo nuevo.

Y de nuevo raíz, tallo, inocencia…

Y mis recuerdos

pájaros volando

por sí mismos, en el dominio pleno de las alas.



Lidia Borges- Portugal
De su poemario : "No Espanto da Mãos- O Verbo"  de 2011

Traducción del portugués al español: Ana Muela Sopeña



*****


PÁSSAROS


Ah! Pudesse eu perceber a língua da terra

Habitá-la-ia antes do tempo nascido

antes desse nada aparente

que respira, germina e por isso é tudo

fonte sem mácula, ventre

audácia da seiva, sangue e vida

caule na intenção da folha

flor na intenção do fruto

e fruto genuíno maduro e completo.


Ah! Pudesse eu perceber a língua da terra


E morreria sabiamente, sem agonizar

para despertar  na insipiencia de um tempo novo

E de novo raiz, caule, inocência…

E as minhas lembranças

pássaros a voar

eles próprios, no dominio pleno das asas.



Lidia Borges- Portugal
De o seu livro : "No Espanto da Mãos- O Verbo"  de 2011


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Lidia Borges es el pseudónimo literario de Olivia Maria Marques, nacida en Braga (Portugal), donde ha desarrollado toda su actividad como profesora de  primer ciclo de educación. Es autora de cuentos para niños (publicados en revistas de modo esporádico) y de Poesía.

                En el ámbito de la Literatura infantil y juvenil, en el año 2007, uno de sus cuentos, “Um homem que roubava sonhos” (Un hombre que robaba sueños) fue premiado en el Concurso Nacional Matilde Rosa Araújo.

                En el año 2008 nació el blog Searas de Versos, donde publica con regularidad.

                Publica en 2011 su primer libro de poesía – “No Espanto das Mãos- o Verbo” (En el espanto de las manos- el verbo), con el sello de la editora Lua de Marfim.

                En 2013, le fue concedido el Premio Literario Maria Ondina Braga – Poesía 2013, promovido por la Cámara Municipal de Braga, por el poemario “Sementes Daqui” (Semillas de aquí), publicado de la mano de Poética Editores.


Su blog:

LA CASA SILVA, Carta de 90 poetas colombianos al rescate (Revista Arcadia)

La casa en el aire

Casa de Poesía Silva

Carta a la Casa Silva

Arcadia publica la carta que cerca de 90 poetas colombianos dirigen a la Casa de Poesía Silva, que desde hace unos seis años parece haber caído en el ostracismo, según dicen quienes la suscriben entre los que se encuentran Juan Manuel Roca, Darío Jaramillo y Piedad Bonnet.

Por: RevistaArcadia.com

Publicado el: 2014-05-30

La casa en el aire
Nos preocupa la seria decadencia de la Casa de Poesía Silva, que hasta no hace mucho tiempo sirvió de modelo a otras instituciones del mismo orden en México, Venezuela y España.
Las actividades que se llevan a cabo en su sede cada vez concitan menos público y también menos poetas.
Su director, Pedro Alejo Gómez, como Platón, ha desterrado a los poetas de “su” República.
La Casa, física y espiritualmente, se ha venido a menos y cada vez parece más poblada de murmullos pero sin música de alas.
A todos y cada uno de los firmantes de esta carta nos preocupa el destino de la emblemática Casa de Poesía que, sin duda alguna, tuvo un mejor ayer. Particularmente el último lustro ha sido muy lánguido, sin la dinámica que tuvo para admiración de poetas nacionales y del mundo entero.
Sin pretender convocar a una huelga de metáforas caídas, nos duele la condición de esa vieja morada de la poesía, que esperamos no se convierta en una “casa en ruinas”, como en un célebre poema de María Mercedes Carranza.
Nos declaramos por igual desalojados y desafiliados de lo que podría convertise de nuevo -”y el día esté lejano”, decía Barba Jacob, en un inquilinato.
La comunidad de poetas colombianos, en su gran mayoría, se niega a ver que la Casa que los acogió y tanto dignificó a la poesía, llegue a un lamentable final. Y, antes bien, propugna por recuperar su esplendor.
                                                       A la Junta Direciva de  la Casa Silva, a los amantes
                                                           de la poesía y a los medios de comunicación.
Piedad Bonnet
Darío Jaramillo Agudelo
Juan Manuel Roca
Jotamario Arbeláez
Jaime García Maffla
Armando Romero
Rómulo Bustos Aguirre
Omar Ortiz Forero
Pablus Gallinazo
Mario Jursich
Horacio Benavides
Lucía Estrada
Juan Carlos Galeano
Fernando Rendón
Gabriel Jaime Franco
Felipe Agudelo Tenorio
Santiago Mutis Durán
Fernando Herrera Gómez
Robinson Quintero Ossa
Juan Felipe Robledo
Samuel Vásquez
Guillermo Martínez González
Felipe García Quintero
Fernando Linero Montes
León Gil
Álvaro Marín
Julio César Arciniegas
Gabriel Ruíz
Nelson Romero Guzmán
María Clemencia Sánchez
Víctor Rojas
Orietta Lozano
Gonzalo Márquez Cristo
Clara Arango
Luz Helena Cordero
Julián Malatesta
José Zuleta
Humberto Jarrín
Jean Arb
Octavio Escobar Giraldo
Amparo Inés Osorio
Antonio María Flórez
Rafael del Castillo
Jaime Londoño
Alfredo Vanín Romero
Mery Yolanda Sánchez
Catalina González
Víctor López Rache
Jaime Echeverri
Elmo Valencia
Armando Orozco
Maurcio Contreras
Ana Milena Puerta
Orlando Gallo
Jorge Julio Echeverri
Natanael (Francisco Díazgranados)
Eliana Maldonado Cano
Gabriel Arturo Castro
Yorlady Ruíz
Celedonio Orjuela Duarte
Guillermo Linero Montes
Eva Durán
Antonio Zibara
Juan Carlos Acevedo
Jhon Jairo Junieles
Óscar Pinto Siabatto
Sandra Uribe
Elvira Alejandra Quintero
Jorge Schultz
Larry Mejía
Mónica Triana
Carolina Urbano
Elizabeth Marín Bettia
Jairo Guzmán
Mauricio Ramírez
Jhon Jairo Guzmán
Daniela Emiliani
Felipe Orozco
Norman Muñoz
Daniel Moreno
Sandra Viviana Romero
Julio César Correa
Juan Carlos Céspedes

MAYA ANGELOU (1928-2014)

Mucho más que poesía

Maya Angelou

Maya Angelou (1928-2014)

Carismática y apasionada, la escritora estadounidense Maya Angelou, que murió este miércoles a los 86 años, celebró la experiencia de ser negra en Estados Unidos y se volvió un referente de la lucha por los derechos civiles.

Por: BBC Mundo

Publicado el: 2014-05-29

Conocida por su prosa exuberante, lo que más sorprende es los numerosos giros que dio en su vida.
Algunos conservadores protestaron lo que veían como el franco tratamiento de la violencia y la sexualidad en sus libros, pero pocos discutían el respeto que despertaba, la amplitud de su erudición y de sus logros: solía ser calificada como una mujer renacentista.
Nació Marguerite Johnson en San Luis (Misuri) el 4 de abril de 1928. Hija de una enfermera y conocida frecuentadora de clubes nocturnos y un portero y cocinero de la Fuerza Naval.
Sus padres se divorciaron pronto y luego su madre, incapaz de hacerse cargo de dos hijos pequeños, envió a Maya y a su hermano Bailey Junior a vivir con su abuela a Arkansas.
El nombre de "Maya" se lo puso su propio hermano. Era la forma en que degeneró su infantil forma de decir "mi hermana".
Trauma personal
Angelou pasó los siguientes diez años en una de las regiones más pobres de EE.UU. y vivió de primera mano la segregación racial y los prejuicios, una experiencia que llevó al primer volumen de su autobiografía "Sé por qué canta el pájaro enjaulado", publicada en 1970.
A los siete años, en una visita a San Luis, fue violada por el novio de su madre. Cuando le contó a la familia lo que había pasado, el hombre fue arrestado, enjuiciado, liberado y, poco después, asesinado, probablemente por los tíos de Angelou.
No habló durante los siguientes cinco años. "Fui una muda voluntaria. Tenía voz, pero rechazaba usarla", recordó más tarde.
"Cuando me enteré del asesinato, pensé que mi voz había matado a un hombre, así que no era seguro hablar. Al poco tiempo, ya no sabía por qué había dejado de hablar, simplemente no hablaba".
Carrera extraordinaria
Aunque muda, leía de forma voraz. Terminó siendo convencida para volver a hablar por una amiga de su abuela que, al reconocer su pasión por la poesía, le dijo que para experimentarla en su plenitud tenía que recitarla en voz alta.
Angelou después la citó diciendo: "Nunca vas a amar la poesía hasta que realmente la sientas pasar por tu lengua y atravesar tus dientes sobre tus labios".
Más tarde, se fue a vivir con su madre a San Francisco. También recuperó la relación con su padre, que igualmente vivía en California.
A los 15 años comenzó a trabajar en una de las compañías de tranvías de San Francisco, convirtiéndose en la primera mujer negra conductora.
A los 16 años nació su único hijo después de pasar una noche con un desconocido. Después, se embarcó en una extraordinario deambular por distintos trabajos, incluidos momentos como bailarina, camarera, prostituta y proxeneta.
Luego se convirtió en actriz y cantante, grabó un disco de calipso con el que debutó en Broadway y viajó por Europa.
En el camino tuvo dos o posiblemente tres maridos –siempre adoleció de algo de vaguedad en el recuento de datos concretos–, y se quedó con el apellido del primero, un aspirante a músico griego llamado Enistasios Angelos.
En 1961, trabajó durante un tiempo como la coordinadora en el norte de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur de Martin Luther King. Luego se unió al activista sudafricano Vusumzi Make en El Cairo, Egipto, donde se convirtió en periodista.
Más tarde, se fue con su hijo a Ghana, donde conoció y entabló amistad con el activista por los derechos de los negros Malcolm X. Regresó a EE.UU. en 1965 para trabajar con él, pero fue asesinado al poco tiempo. Luther King también fue asesinado.
"Junto con muchos jóvenes de aquel tiempo, estaba desencantada y sentía mucha rabia, protestaba por la inequidad", le dijo a la BBC en una entrevista al recordar sus tiempos con Malcolm X y Luther King.
"Pero hasta que apareció el movimiento de derechos civiles, no había una forma clara de enfrentarse a las injusticias", agregó.
"Estaba segura de que podríamos conseguir una tierra donde todos, de cualquier fe religiosa, todos los Adanes y Evas, tendrían una oportunidad para permanecer bajo el sol. Cuando los mataron a los dos, quedamos golpeados y ciegos como topos. Fue un desastre para los afroamericanos", dijo.
Carrera académica
Fue durante ese tiempo que su amigo el escritor James Baldwin la convenció para trabajar en el que sería el primer volumen de su autobiografía. Fue un éxito de ventas. A lo largo de la década siguieron otros seis volúmenes.
Angelou comenzó a publicar poesía también, escribió un guión de cine, escribió y presentó una serie de televisión sobre música blues y la herencia afroamericana. También interpretó a la abuela de Kunta Kinte en la serie Raíces, sobre la esclavitud.
En los años 80, se convirtió en profesora universitaria en Carolina del Norte, donde en paralelo cultivó otra de sus muchas habilidades: la cocina.
Para entonces ya era probablemente la escritora negra más famosa y una de las afroamericanas más conocidas de EE.UU.
El expresidente Bill Clinton le pidió que leyera un poema en su toma de posesión en 1993. Titulado "El pulso de la mañana", incluye una línea que dice, en traducción libre, algo así: "Historia, pese a su dolor desgarrador no puede ser desvivida / Pero si es enfrentada con coraje, no necesita volver a ser vivida".
Ocho años después, Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad. Por entonces, recordó que Luther King en los años 60 había predicho que EE.UU. tendría un presidente negro en 40 años.
Como no había creído que fuera posible, apoyó la candidatura de Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata (ambas eran viejas amigas).
Durante su vida, fue una extraordinaria creadora de frases, tenía el don de la elocuencia, con su acento sureño y su hablar característicamente lento.
Angelou fue una figura imponente. De todos sus logros, tal vez el más impresionante fue su propio carácter. La vida, creía, tenía que ser vivida. "Lo excitante es no limitarse a sobrevivir -dijo una vez- sino crecer y crecer con algo de pasión, algo de compasión, algo de humor y algo de estilo".

DESCANSAR CANSA, Juan Villoro

Juan Villoro
Reforma - Viernes, Mayo 30, 2014
Descansar cansa
La cultura del ocio nos somete a suplicios que consideramos divertidos. Los parques temáticos son sitios para hacer colas. En los más organizados, un letrero promete que, si aguantas 45 minutos de pie, obtendrás un veloz entretenimiento.
Las molestias que asumimos para ser felices son tantas que algún psicólogo del porvenir descubrirá que lo que en realidad nos gustaba era sufrir.
Por alguna razón, a los mexicanos nos parece apasionante ir apretados. Rara vez siete personas viajan en un coche por necesidad; generalmente lo hacen para alcanzar ese placentero nirvana de la convivencia en que se suspende la respiración.
El recuerdo que tenemos del esparcimiento suele derivar de incomodidades; "¿Te acuerdas de cómo nos picaron los mosquitos?", dice alguien, muerto de la risa. Lo memorable del viaje es que se nos acabó la gasolina en el Cañón del Zopilote, nos equivocamos de desviación al salir de La Pera y acabamos en Xochitepec de las Tunas, un aguamala nos quemó el antebrazo en Acapulco y seguimos el consejo de que alguien orinara sobre nosotros. A la distancia, esos desastres se convierten en "experiencias". No sirvieron de nada al suceder pero causan gracia al recordarse.
Las situaciones más anodinas mejoran con algún problema: "Hice seis horas de carretera y ya me andaba", informa un viajero satisfecho. Su anécdota no vale la pena por el trayecto, sino por haberlo hecho sin ir al baño.
A los 35 años contribuí a los placeres del descanso con un accidente. Estábamos en Acapulco, jugando poker, y en vez de fichas usábamos frijoles. Yo había ganado varias "manos" y sentía culpa por quitarle dinero a mis amigos. Al menos así justifico el nerviosismo que me llevó a meterme un frijol en la oreja. Me tuvieron que llevar al médico del Hotel Princess, que estaba a un kilómetro. Cuando encuentro a alguno de los amigos que compartieron ese viaje, pregunta de inmediato: "¿Te acuerdas del frijol?". Todo lo demás pasó a segundo plano (incluyendo el dinero que me debían en el poker).
Nada divierte tanto como la calamidad recreativa. Si todo sale bien, desconfiamos de la suerte. Lo maravilloso es que la amenaza campee sobre nosotros, nos sintamos perdidos y descubramos que aun así podemos gozar al máximo. Del mismo modo en que los mejores juguetes son los que no fueron pensados para el juego, los entretenimientos superiores son catástrofes que nos distraen.
Cuando viajé a Disney World con mi familia ningún juego mecánico fue tan divertido como el aeropuerto. Me equivoqué de horario y llegamos tardísimo. Tuvimos que correr con las maletas en la mano, nos decomisaron una pistola de agua en el filtro de seguridad y llegamos sin aliento al avión que se cerró tras de nosotros mientras mi hijo decía: "Este juego sí estuvo increíble".
Con frecuencia, el dolor es la ameritada antesala de la dicha. "Sólo quien conoce el infierno puede imaginar el paraíso", afirmó Nietzsche. Esta filosofía de las compensaciones permite entender la vida diaria como un carrusel de oportunidades para encontrar placeres muy inesperados.
La burocracia es una de las más raras variantes del ocio. Quien hace una solicitud en una dependencia pública sabe que ese día no trabajará ni tendrá tiempo para otra cosa. El ciudadano en trámite pasa la jornada entera con un pálido fólder bajo el brazo.
Confieso una neurótica versión del hedonismo: pocas cosas me causan tanta dicha como concluir un procedimiento espantoso. El teatro o el futbol garantizan esparcimiento de principio a fin. La burocracia opera de otro modo: su recompensa es siempre una sorpresa. Después de entregar 18 documentos de identidad entre los que sólo faltó una placa de tórax, recibes un sello que equivale a un milagro. La última ventanilla justifica el camino de expiación. Terminar con eso es una de las formas más intensas e inesperadas del placer.
La dialéctica de nuestra diversión depende de superar molestias para recordarlas como momentos culminantes. Ir de excursión puede ser ameno, pero se vuelve inolvidable cuando descubres que el sándwich al que le diste tres mordiscos está lleno de hormigas.
Los balnearios permiten orinar subrepticiamente en la alberca con la esperanza de que nadie más tenga esa idea y la sospecha de que alguien ya la tuvo. Si un amigo agrega agua de su cosecha y lo descubres, la natación valió la pena.
Ningún trabajo agota como lo que hacemos por descanso. El ocio es la sabiduría de las incomodidades, una oportunidad de comprender que el verdadero "programa de diversión" son los defectos del mundo.

jueves, 29 de mayo de 2014

RAYUELA SIN RED, Margarita Valencia (Revista Arcadia)

Rayuela sin red

Hace tiempo

En la columna de este mes, Margarita Valencia habla de las cosas que aprendimos de Rayuela.

Margarita Valencia

Publicado el: 2010-03-15

¡Cómo cambian las cosas los años!, se queja el tango, que sabe que la vida no pasa en vano. Pero han pasado 45 años desde la publicación de Rayuela y no es particularmente impresionante el cúmulo de pruebas de que la literatura latinoamericana aprendió su lección, que no fue cosa pequeña.
De Rayuela aprendimos que las palabras no son ladrillos para construir fortalezas inexpugnables sino materia maleable; y no me refiero al glíglico (lenguaje inventado por la Maga para expresar lo afectivo, lo erótico), ni al hábito de Horacio Oliveira de anteponer haches a todas las palabras que empiezan con vocal cuando siente que se hunde en el fango del discurso vacuo y apergaminado, sino al empeño explícito en la obra del escritor de “devolverle al verbo […] todo su brillo para que pueda ser usado como yo uso los fósforos y no como un fragmento decorativo”. Sus diálogos (que desmienten la severa afirmación de García Márquez de que el español no se presta para los diálogos) exhiben con desparpajo su familiaridad afectuosa con las palabras, su insistencia en vestirlas con ropa cómoda, su falta de respeto con las falsas fronteras de la lengua o de la nacionalidad.
En Rayuela aprendimos a reconocer las trampas de la literatura fácil, del “ronroneo feliz que hipnotiza al lector después de haber hecho su primera víctima en el escritor mismo”. Superada la algarabía que produjo empezar una novela con instrucciones sobre su lectura (instrucciones que empiezan insultando al potencial lector acomodadizo con la aclaración de las “tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin”), resulta hoy más agudo que nunca el aguijón en la comodidad del lector, mal acostumbrado a consumir compota cómodamente repantigado en un sillón. Cortázar se niega a atrapar al lector o a seducirlo, de la misma manera desprevenida y tortuosa como Oliveira y la Maga intentan amarse prescindiendo de las convenciones clásicas del amor como la cercanía física o la afinidad intelectual. No hay manera de dejarse ir en brazos de Rayuela, y si al final decide uno lanzarse al vacío, debe hacerlo con la convicción absoluta de que no hay red de seguridad esperándolo abajo. Cortázar nos conmina a elegir y después cuestiona nuestra elección (“el solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible”), obligándonos al sobresalto constante, a ver el mundo desde la incomodidad exterior, desde la certeza de la incomprensión: “Vos y yo somos dos entes absolutamente incomunicados entre sí salvo por medio de los sentidos y la palabra, cosas de las que hay que desconfiar si uno es serio”.
Rayuela nos enseñó a huir de las petrificaciones simplificantes, a desconfiar de la nota fácil y grosera, a distinguir “la música que puede traducirse en emoción de la emoción que pretende pasar por música”, y a reconocer “que mi país es un puro refrito, hay que decirlo con todo cariño”. El reto propuesto era encontrar una voz prescindiendo de las muletillas (de las cuales la más inhabilitante es la capacidad de entender) y superar el abismo entre la emoción y las palabras sin inventar puentes, confiando en que “la acumulación de fragmentos cristalizara bruscamente en una realidad total”.
Y es que Rayuela, punta de lanza indiscutible del boom latinoamericano en Europa, fue la promesa de que América Latina había recogido el testigo de manos de Joyce y se embalaba jubilosa por los caminos de la impertinencia literaria y del desenfado. Pero hoy podría ser que Rayuela, como tantos otros libros experimentales, esté muriendo la dolorosa y lenta muerte de la disección en los brazos antisépticos de la academia. Su insistente catalogación como libro de culto —camino conocido hacia la muerte literaria— es alarmante pero no es necesariamente una condena: es solo la confirmación boba de que hay quienes siempre preferirán formar parte de un cónclave secreto. Lo acompañan allí unos pocos: el primero, Bolaño, aunque resulte sospechoso el bombo post mórtem, la ansiedad por subirnos a ese bus porque tememos que no haya otro en largo rato. Están Piglia y Aira (ambos argentinos), de quienes hace rato se habla mucho y muy bien entre los contados miembros de la logia; y está Puig (también argentino), de quien ya nadie se acuerda (ni siquiera los iniciados). De cualquier manera, la literatura en secreto me incomoda: yo creo, con Cortázar, que la única razón por la cual uno trepa hasta el agujero es para querer bajar cambiado “y encontrarse otra vez, pero de otra manera, con su raza”. Y más me incomoda la constatación diaria de que la literatura latinoamericana se ha convertido en un mundo satisfactorio para gentes razonables, en el cual la minifalda dejó de ser una provocación insultante y viene en sastre Chanel con cartera compañera.