lunes, 30 de junio de 2014

CHICO BUARQUE ENTRE EL ARCO Y LA LIRA, Jorge Luis Casar

Chico
Buarque
entre El arco y la lira
Jorge Luis Casar
Foto: Sergio Fonseca, fuente: Flickr (CC BY-NC-ND
La inspiración es lanzarse a ser, sí, pero también y
sobre todo es recordar y volver a ser. Volver al Ser

Octavio Paz, “La inspiración”
Chico Buarque de Hollanda salta al campo. De cara al sol retoza con su botín de fuego. Dispara la primera línea. ¿Qué cielo va a disputarle la noche en esta playa escondida? Entre el arco y la lira galopan diez caballos salvajes, llegan hasta el Ser. La luna –y una joven trigueña– brillan en la palma de su mano. Como las cuerdas de la escala viva, así es la selva del amor y el ajedrez.
Estava à toa na vida // o meu amor me chamou // pra ver a banda pasar // cantando coisas de amor…
La palabra poética es ritmo […] es imagen que abraza
los contrarios, vida y muerte en un solo decir

Octavio Paz, “La revelación poética”
En los vestidores los dioses se desnudan. Instruyen a los guerreros y al guardián del culto. Hace tiempo, en los altares de un circo romano, los mismos héroes; gemelos, también divinos, dieron la vida. Desde entonces la eterna trenza dorada espera el día de la resurrección. ¿Escuchas cómo todavía trinan nuestros muertos? El chico de la favela, el de los pies alados, bebe en la copa de la pasión. Chico Buarque echa a rodar la historia de Brasil. La samba que inventó el scratch du oro sólo amarga al dictador.
Amanha vai ser outro día.
Y esta virtud de ser ya para siempre presente
Octavio Paz, “La consagración del instante”
Acróbatas y esclavos le cantaron a la rebeldía. En las galeras del circo murmuraban que el dios del juego, el constructor, estaba de regreso. Más allá de los espasmos mortales y las fuentes sagradas, pusieron manteles largos para la carne ofrecida. El rey feo –el cancerbero– y sus muchachos fueron a ensalmarse con las devotas de Dionisos. Chico Buarque toca la lira y canta; ya nadie tiene por qué vivir con vergüenza o soledad. En la puesta de sol sigue invicto el juglar y la música y el vértigo.
O que será que me dá// que me queima por dentro, será que me dá// que me perturba o sono, será que me dá…
La armonía universal se cumple en la libertad del hombre
Octavio Paz, El mundo heroico
Dios dibuja un ajedrez imaginario sobre la grama fina. Se imanta, como el Ser, el balón de fuego. Una miríada de espíritus se extiende por el campo. El azar engaña al dios de los adversarios ancestrales. Ha llegado el tiempo de tomar el área prohibida y construir. La zaga demoníaca se enfrenta con el pequeño dios de ojos azules. El torcedor del Fluminense bebe un trago de aguardiente, canta y se duerme entre el arco y la lira.
Subiu a construção como se fosse máquina// ergueu no patamar quatro paredes sólidas// tijolo com tijolo num desenho mágico...
Todo poema es apetito por negar la sucesión
y fundar un reino perdurable

Octavio Paz, “Los signos en rotación”
Ni cojo, ni hinchado, ni vulnerado, traza el pie del jugador un túnel. Ruedan por el campo las líneas que estructuran a la bóveda celeste. Abajo, como los Borgia o los Tudor, la oligarquía deja correr el vino y la sangre. Entonces los poetas inventaron canciones secretas. Pero al término del carnaval siguió corriendo el tiempo de jugar o de morir. Ahora que todo es posible, no dejes que tu corazón se detenga en el umbral. El niño dios con su uniforme azul vuelve al inmortal campo de batalla.
Eu perjunto a Voce // Onde vai se esconder da enorme euforia.

LA SERIEDAD DEL CRONOPIO CORTÁZAR, Vilma Fuentes


Julio en París
Vilma Fuentes

Era el año de 1975. Antes de la tediosa mundialización que se empeña en igualar ciudades, vestimentas, personas o ideales en nombre de los sacrosantos y contestables principios de la política conforme. Barcelona era Barcelona, Varsovia era Varsovia, Londres era Londres. París era París, único, polo de atracción para los artistas y escritores del planeta, como de los revolucionarios en ciernes. Nueva York le disputaba la posición de capital del arte con sus galerías y las ventas en millones de dólares de la pintura. Pero, mientras París seguía siendo una fiesta, aunque ya no fuese la de Hemingway, Nueva York lo era sólo para el círculo dorado capaz de derrochar fortunas a la Gatsby. En París era aún posible hacer la fiesta sin un quinto. Tal vez esto sea uno de los motivos que han llevado a otras ciudades a reproducir en ellas la escenografía parisiense de Montmartre o Saint-Germain-des-Prés. Sus bistrôts, cafés-bar, tiendas de souvenirs, terrazas en las banquetas, calles, plazas, son calcados sobre el modelo de París. Pero la escenografía no es más que una apariencia, un disfraz. Porque si pueden erigirse esas zonas artificialmente parisinas, no puede exportarse el alma de la ciudad de París, esa identidad fascinante que ejerce un irresistible magnetismo al cual es imposible escapar a pesar de los peligros que acechan a quien acepta el desafío de su aventura.
Aventura más arriesgada, y no sólo para el espíritu, que un safari en África o en la jungla del Amazonas. Sus asechanzas se esconden tras sonrisas invitadoras, palabras acariciantes, espejismos de dicha, tentaciones ante cada escaparate. París bien vale una misa aunque pueda perderse el alma. Díganlo si no Henri IV, rey de Francia y de Navarra, o el Rubempré de Balzac cuando acepta el desafío y dice, desde lo alto del cementerio Père-Lachaise: “Maintenant, à nous deux, Paris.”

Ciudad de desafíos, también espacio de libertad: ¿atreverse a ser libre no es el más provocador y temerario de los retos? París se ofrece como una arena de lidia a quienes pretenden conquistarla. O, al menos, cuando termina por comprenderse la desmesura de esa ambición, ganarse un lugar, aunque no sea sino un pequeño hueco.
En ese anonimato aparente que obsequia como regalo de bienvenida la ciudad de París, incitante y tentadora, extravía al iluso ante quien parece abrir sus puertas. Los círculos de pléyades invitan a cruzar sus umbrales. El espejismo parece real a los sedientos que caen en su alucinación.

En 1975, a mi llegada a París, uno de esos círculos era el de los artistas y escritores latinoamericanos, quienes conocían su apogeo en esta ciudad. Carlos Fuentes, nuestro embajador en Francia, daba las más brillantes recepciones en los salones de la residencia diplomática situada cerca de la plaza de Iéna. A ellas asistía una constelación que sólo la libreta telefónica de Carlos podía reunir. Fuentes, enfundado en su frac, Silvia de vestido largo, recibían a sus invitados que un ujier, con las cadenas o collares plateados que colgaban de su cuello, anunciaba con su voz atronadora. Sergio Pitol, ministro consejero cultural, contribuía al resplandor de la embajada, tanto con su presencia como la de sus relaciones con artistas venidos de los países del este.

Alberto Gironella, quien trabajaba en la serie de litografías para una edición limitada de Terra Nostra, de Carlos Fuentes, me invitó al “Atelier Clot, Georges & Bramsen”, polo magnético de una constelación de pintores mexicanos y europeos: Francisco Toledo, quien inicia la lista; Juan Soriano, Pedro Coronel, Carmen Parra, José Luis Cuevas, Vicente Rojo, al lado de Antonio Saura, Pierre Alechinsky, Olivier Olivier, Roland Topor, o escritores como Henri Michaux en sus excursiones por el dibujo, y tantos otros artistas a lo largo de casi medio siglo, bajo la dirección del capitán de la nave, Peter Bramsen.

Gironella y Carmen Parra se alojaban, en ese año de 1975, en el departamento de la pareja de pintores formada por el argentino Julio Silva y la francesa Colette Portal. A ese departamento de la periferia sur de París, llegaba Cortázar a visitar a su tocayo y compatriota coetáneo viejo amigo. Silva había ilustrado algunos de los libros de Cortázar y éste había escrito algunos textos para acompañar obra del pintor, siendoSilvalandia el más sugestivo con su evocación reverberante de los delirantes personajes de Lewis Carroll en La caza del Snark. Cortázar, a la manera de Carroll, desvía el significado implícito de la palabra, dándole un sentido diferente en un contexto que, al proponerle una nueva perspectiva, la aparta del objeto al que servía de arquetipo.

Cortázar vivía entonces el interminable final de la mutua pasión entre él y Ugné. Las escenas conyugales podían compararse a las de Who’s affraid of Virginia Woolf? A diferencia de la protagonista de Albee, Ugné tuvo un hijo, para nada imaginario, el cual sirvió de modelo al personaje creado en El libro de Manuel.

Alrededor de la pareja argentino-lituana se había formado otro círculo de artistas y escritores en París. La irradiación que emanaba de su conjunción aumentaba, densificándose, a medida en que se consumían el uno al otro, matándose una y otro, muriéndose a semejanza de esas estrellas cuyo vacío devora todo a su alrededor.

En el departamento de Ugné, últimos pisos de un edificio en la esquina de la rue de Savoie, resonaban las risas de Cioran, Kundera, Sarduy… El rostro infantil de Cortázar, su cara de niño asombrado, sonreía ante el humor incomprensible de los adultos. Julio padecía atroces dolores óseos: una extraña enfermedad continuaba su crecimiento, y el de sus huesos ya calcificados por la edad, la misma quizá que le conservaba su aspecto aniñado.
La seriedad que Cortázar trataba de dar a sus gestos y a sus palabras, cuando hablaba de política, tenía algo de ampuloso en ese cronopio que no podía tomar nada en serio. Era, entonces, en esos momentos, otra persona, ajena a cronopios y a la identidad insosteniblemente ligera de su ser profundo: una sonrisa bondadosa al encuentro de la nueva palabra.

MEMORIAS DEL LÍBANO, Hugo Gutiérrez Vega

Hugo Gutiérrez Vega
Memorias del Líbano
Les comentaba, hace algunos bazares, que el general en jefe del movimiento estridentista, Manuel Maples Arce, había cubierto una etapa importante de las relaciones entre México y Líbano. Durante su estancia en Beirut hizo muy buenos amigos entre los escritores y los académicos, y dio varias conferencias sobre literatura mexicana en la Universidad Americana. Tal vez su mejor amigo fue el escritor Georges Schehadé, el autor de Historia de Vasco, obra teatral que pasó a formar parte del llamado teatro del absurdo debido a su estructura novedosa y a su desconfianza manifiesta en la palabrería sin ton ni son de los dueños del sistema, tanto políticos como empresarios, banqueros, jerarcas religiosos, militares y todos los que integran el “aparato de coherencia interna” del modelo capitalista. Rodolfo Usigli, nuestro dramaturgo mayor, siguió a Maples en el puesto de embajador y pasó más de siete años en Beirut. También fue amigo de Schehadé y organizó una especie de tertulia de gentes de teatro de la zona beirutí. Usigli tradujo algunos poemas de Jalil Gibran Jalil y escribió un breve ensayo sobre la originalidad poética y moral del juglar libanés. Este trabajo consolidó la posición del embajador Usigli y lo hizo muy popular en todos los medios literarios y académicos.

A mí me tocó contactar a dos escritores de excepcional valía: Amin Maalouf y Joumana Haddad. La magnífica novela Samarcanda fue mi puerta de entrada al mundo novelístico de Amin. Lo conocí en París y muy pronto Líbano nos unió. Se consideraba un exiliado, pero su nostalgia de la tierra de la infancia era muy acuciante. Pasamos largas tardes en las que me entregó una teoría personal de su patria y de sus compatriotas. Dicha teoría era afectuosa y crítica a la vez, pero le daba su color amable y benévolo la memoria de la infancia y del descubrimiento del mundo y sus contrastes que los infantes logran gracias a su inteligencia y a su sensibilidad recién abiertas.

Joumana Haddad nació en 1970 y lleva su juventud con madurez y prestancia. Su obra abarca todos los géneros literarios: poesía, periodismo, ensayo, cuento, novela y un rico y reflexivo epistolario. Editorial Vaso Roto de Madrid-Monterrey ha publicado varios libros de esta excelente poeta libanesa y, recientemente, Jeannette Clariond tradujo y publicó en su ya imprescindible sello editorial un libro que abarca varios géneros literarios y que se titula: Superman es Árabe. En este libro-mosaico, Joumana nos dice que la principal desgracia de los machos es ser machos y recuerda la excelente frase de Woody Allen: “¿En verdad el sexo es sucio? Lo es siempre que es bueno.” Joumana incluye en el libro epigramas, poemas, pequeños textos narrativos y ensayos sobre los temas feministas que ha venido tratando en los periódicos y revistas que dirige. Su feminismo es sensato y equilibrado, pero no admite concesiones. Golpea con mano inteligente al machismo árabe y lo compara con el héroe de la cultura popular, Superman. Se burla de los machos y los pone en ridículo, pero insiste en el peligro latente que el machismo significa para la mujer y para la cultura islámica.

Mis viajes al Líbano, además de ponerme en contacto con intelectuales lúcidos y valientes, me permitieron conocer a personas admirables que habían pasado la larga guerra en su país y que se habían ido adaptando a ese ritmo trágico que tienen las guerras inciviles y creadas por fuerzas venidas del exterior y dedicadas a todo tipo de actividades de política radical o de simple y llana delincuencia. Líbano ha sido una víctima que ha sufrido largamente y todavía no ve la puerta de salida. Hace poco visité el Centro Libanés de México y dije unas palabras en homenaje al doctor Nabil Moyabed, Premio Biblos 2014. Al final les di el mensaje que enviaba Joumana Haddad: “Diles a mis paisanos de México que los libaneses seguimos tercamente vivos.”

POEMA HINDÚ, anónimo

POEMA HINDÚ
Por qué te preocupas sin motivo?
¿A quién temes sin razón?
¿Quién te podría matar?
El alma no nace, ni muere.
Cualquier cosa que pase,
pasará por tu bien;
lo que esté sucediendo,
está sucediendo para bien;
lo que vaya a pasar,
también pasará para bien.


No debes lamentarte por el pasado.
No debes preocuparte por el futuro.
El presente está sucediendo...
¿Qué pérdida te hace llorar?
¿Qué has traído contigo,
¿Qué crees que has perdido?
  

¿Qué has producido?
¿Qué piensas que se ha destruido?
No has dado nada,
no has traído nada contigo,
cualquier cosa que poseas, la has recibido aquí.
Cualquier cosa que hayas tomado, la tomaste de Dios.
Lo que sea que hayas dado, se lo has dado a Él.
Llegaste con las manos vacías,
y regresarás con las manos vacías.

  

Cualquier cosa que poseas hoy,    
pertenecía a otra persona el día de ayer, y
pertenecerá a otra el día de mañana.
Erróneamente has disfrutado de la idea
de que eso te pertenece
Es esta falsa felicidad
la causa de tus penas.




El cambio es la ley del universo.
Lo que consideras como muerte,
es en realidad la vida.
En cualquier momento puedes
ser un millonario,
y en el siguiente puedes
caer en pobreza.

Tuyo y mío, grande y pequeño
borra esas ideas de tu mente.
Entonces todo te pertenecerá y
serás dueño de todo.
Este cuerpo no te pertenece,
tampoco eres de ese cuerpo.

El cuerpo está hecho de fuego, agua, aire, tierra y
éter, y retornará en estos elementos.
Pero el alma es permanente – así que
¿Quien eres tú?

  
Dedica tu ser a Dios.
Él es el único en el que debes confiar.
Quienes conocen esta verdad son para siempre
libres de temor, preocupación y dolor.
  


Hagas lo que hagas,
hazlo como una ofrenda a Dios.
Esto te llevará
a experimentar de
la alegría, la libertad y la vida por siempre.

   


sábado, 28 de junio de 2014

DIURNO DE LA AUSENCIA, Roberto López Moreno



Quiero compartirles el bello e intenso poema que el poeta chiapaneco Roberto López Moreno escribiera con motivo, trágico motivo, de la muerte de mi papá. Gracias, Roberto.
José Falconi Oliva.

DIURNO DE LA AUSENCIA

A José Falconi Castellanos
I
Reportero del alba,
hermano mayor,
tu corazón de tinta ya no late.
Nos cabalga el reloj de la tristeza
junto a tu pluma rota
que describe la ruta del silencio
sobre tu aliento quebrado de repente
como un racimo de jacintos
a la mitad del viento.
Cómo nos ha dolido la distancia
que nos impone tu sueño de gran muerto.
No escribo con palabras, no podría
decir que en Chiapas hay un trino menos,
que en mi patria enmudeció tu lengua.
Escribo con las lágrimas de todos
un puñado de humedecidos versos
para arderlos en danza marimbera,
espiral de la ausencia en cinco tiempos,
sobre la fría gigante boca abierta
de este enero.
Te extrañan tus amigos, las aceras,
algo de nosotros deshabitando el vuelo,
tu máquina sin voz,
tu autoinmóvil,
te extrañan los caminos de la risa,
la Plaza de Garibaldi,
y una luna clavada sobre el duelo,
la misma luna que creció en tu mano
y de limosna la arrojaste al cielo.
Hoy supe entre las sombras
cómo se puede detener un río,
cómo se puede derribar el viento,
fuego que tornas al centro de la tierra,
fuego…
II
Hablaremos del fuego en forma breve
en las escuestas líneas del poema,
gotea sobre el papel, incendia, quema,,
se abraza a todo lo que cambia, mueve.
Sus lenguas profilácticas atreve,
devasta, y florece en cada yema.
Se vuelve corazón, y voz y lema.
Así digo del fuego en forma breve.
Tú naciste Falconi de la llama
un ferial de palabras para el riego
que en tu erario quemante se derrama,
y empoemas tu ausencia, para luego
retornar al recuerdo en cada rama
que la selva del sur tribute al fuego.
Roberto López Moreno 

viernes, 27 de junio de 2014

AL DUQUE D'ALBA EN LA MUERTE DE DON BERNARDINO DE TOLEDO, GARCILASO DE LA VEGA (1499-1536)

AL DUQUE D’ALBA EN LA MUERTE
DE DON BERNALDINO DE TOLEDO

     Aunque este grave caso haya tocado
con tanto sentimiento el alma mía
que de consuelo estoy necesitado,
     con que de su dolor mi fantasía
se descargase un poco y s’acabase
de mi continuo llanto la porfía,
     quise, pero, probar si me bastase
el ingenio a escribirte algún consuelo,
estando cual estoy, que aprovechase
     para que tu reciente desconsuelo
la furia mitigase, si las musas
pueden un corazón alzar del suelo
     y poner fin a las querellas que usas,
con que de Pindo ya las moradoras
se muestran lastimadas y confusas;
     que según he sabido, ni a las horas
que’l sol se muestra ni en el mar s’asconde,
de tu lloroso estado no mejoras,
antes, en él permaneciendo donde-
quiera que estás, tus ojos siempre bañas,
y el llanto a tu dolor así responde
     que temo ver deshechas tus entrañas
en lágrimas, como al lluvioso viento
se derrite la nieve en las montañas.
     Si acaso el trabajado pensamiento
en el común reposo s’adormece,
por tornar al dolor con nuevo aliento,
     en aquel breve sueño t’aparece
la imagen amarilla del hermano
que de la dulce vida desfallece,
     y tú tendiendo la piadosa mano,
probando a levantar el cuerpo amado,
levantas solamente el aire vano,
     y del dolor el sueño desterrado,
con ansia vas buscando el que partido
era ya con el sueño y alongado.
     Así desfalleciendo en tu sentido,
como fuera de ti, por la ribera
de Trápana con llanto y con gemido
     el caro hermano buscas, que solo era
la mitad de tu alma, el cual muriendo,
quedará ya sin una parte entera;
     y no de otra manera repitiendo
vas el amado nombre, en desusada
figura a todas partes revolviendo,
     que cerca del Erídano aquejada
lloró y llamó Lampecia el nombre en vano,
con la fraterna rnuerte lastimada:
"¡Ondas, tornáme ya mi dulce hermano
Faetón; si no, aquí veréis mi muerte,
regando con mis ojos este llano!"
     ¡Oh cuántas veces, con el dolor fuerte
avivadas las fuerzas, renovaba
las quejas de su cruda y dura suerte;
y cuántas otras, cuando s’acababa
aquel furor, en la ribera umbrosa,
muerta, cansada, el cuerpo reclinaba!
     Bien te confieso que s’alguna cosa
entre la humana puede y mortal gente
entristecer un alma generosa,
     con gran razón podrá ser la presente,
pues te ha privado d’un tan dulce amigo,
no solamente hermano, un acidente;
     el cual no sólo siempre fue testigo
de tus consejos y íntimos secretos,
mas de cuanto lo fuiste tú contigo:
     en él se reclinaban tus discretos
y honestos pareceres y hacían
conformes al asiento sus efetos;
     en él ya se mostraban y leían
tus gracias y virtudes una a una
y con hermosa luz resplandecían,
     como en luciente de cristal coluna
que no encubre, de cuanto s’avecina
a su viva pureza, cosa alguna.
     ¡Oh miserables hados, oh mezquina
suerte, la del estado humano, y dura,
do por tantos trabajos se camina,
     y agora muy mayor la desventura
d’aquesta nuestra edad cuyo progreso
muda d’un mal en otro su figura!
     ¿A quién ya de nosotros el eceso
de guerras, de peligros y destierro
no toca y no ha cansado el gran proceso?
     ¿Quién no vio desparcir su sangre al hierro
del enemigo? ¿Quién no vio su vida
perder mil veces y escapar por yerro?
     ¡De cuántos queda y quedará perdida
la casa, la mujer y la memoria,
y d’otros la hacienda despendida!
     ¿Qué se saca d’aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o agradecimiento?
Sabrálo quien leyere nuestra historia:
     veráse allí que como polvo al viento,
así se deshará nuestra fatiga
ante quien s’endereza nuestro intento.
     No contenta con esto, la enemiga
del humano linaje, que envidiosa
coge sin tiempo el grano de la espiga,
     nos ha querido ser tan rigurosa
que ni a tu juventud, don Bernaldino,
ni ha sido a nuestra pérdida piadosa.
     ¿Quién pudiera de tal ser adevino?
¿A quién no le engañara la esperanza,
viéndote caminar por tal camino?
     ¿Quién no se prometiera en abastanza
seguridad entera de tus años,
sin temer de natura tal mudanza?
     Nunca los tuyos, mas los propios daños
dolernos deben, que la muerte amarga
nos muestra claros ya mil desengaños:
     hános mostrado ya que en vida larga,
apenas de tormentos y d’enojos
llevar podemos la pesada carga
     hános mostrado en ti que claros ojos
y juventud y gracia y hermosura
son también, cuando quiere, sus despojos.
     Mas no puede hacer que tu figura,
después de ser de vida ya privada,
no muestre el arteficio de natura:
     bien es verdad que no está acompañada
de la color de rosa que solía
con la blanca azucena ser mezclada,
porque’l calor templado que encendía
la blanca nieve de tu rostro puro,
robado ya la muerte te lo había;
     en todo lo demás, como en seguro
y reposado sueño descansabas,
indicio dando del vivir futuro.
     Mas ¿qué hará la madre que tú amabas,
de quien perdidamente eras amado,
a quien la vida con la tuya dabas?
     Aquí se me figura que ha llegado
de su lamento el son, que con su fuerza
rompe el aire vecino y apartado,
     tras el cual a venir también se ’sfuerza
el de las cuatro hermanas, que teniendo
va con el de la madre a viva fuerza;
     a todas las contemplo desparciendo
de su cabello luengo el fino oro,
al cual ultraje y daño están haciendo.
     El viejo Tormes, con el blanco coro
de sus hermosas ninfas, seca el río
y humedece la tierra con su lloro,
     no recostado en urna al dulce frío
de su caverna umbrosa, mas tendido
por el arena en el ardiente estío;
     con ronco son de llanto y de gemido,
los cabellos y barbas mal paradas
se despedaza y el sotil vestido;
     en torno dél sus ninfas desmayadas
llorando en tierra están, sin ornamento,
con las cabezas d’oro despeinadas.
     Cese ya del dolor el sentimiento,
hermosas moradoras del undoso
Tormes; tened más provechoso intento:
     consolad a la madre, que el piadoso
dolor la tiene puesta en tal estado
que es menester socorro presuroso.
     Presto será que’l cuerpo, sepultado
en un perpetuo mármol, de las ondas
podrá de vuestro Tormes ser bañado;
     y tú, hermoso coro, allá en las hondas
aguas metido, podrá ser que al llanto
de mi dolor te muevas y respondas.
     Vos, altos promontorios, entretanto,
con toda la Trinacria entristecida,
buscad alivio en desconsuelo tanto.
     Sátiros, faunos, ninfas, cuya vida
sin enojo se pasa, moradores
de la parte repuesta y escondida,
     con luenga esperiencia sabidores,
buscad para consuelo de Fernando
hierbas de propriedad oculta y flores:
     así en el ascondido bosque, cuando
ardiendo en vivo y agradable fuego
las fugitivas ninfas vais buscando,
     ellas se inclinen al piadoso ruego
y en recíproco lazo estén ligadas,
sin esquivar el amoroso juego.
     Tú, gran Fernando, que entre tus pasadas
y tus presentes obras resplandeces,
y a mayor fama están por ti obligadas,
     contempla dónde estás, que si falleces
al nombre que has ganado entre la gente,
de tu virtud en algo t’enflaqueces,
     porque al fuerte varón no se consiente
no resistir los casos de Fortuna
con firme rostro y corazón valiente;
     y no tan solamente esta importuna,
con proceso crüel y riguroso,
con revolver de sol, de cielo y luna,
     mover no debe un pecho generoso
ni entristecello con funesto vuelo,
turbando con molestia su reposo,
     mas si toda la máquina del cielo
con espantable son y con rüido,
hecha pedazos, se viniere al suelo,
     debe ser aterrado y oprimido
del grave peso y de la gran rüina
primero que espantado y comovido.
     Por estas asperezas se camina
de la inmortalidad al alto asiento,
do nunca arriba quien d’aquí declina.
     Y en fin, señor, tornando al movimiento
de la humana natura, bien permito
a nuestra flaca parte un sentimiento,
     mas el eceso en esto vedo y quito,
si alguna cosa puedo, que parece
que quiere proceder en infinito.
     A lo menos el tiempo, que descrece
y muda de las cosas el estado,
debe bastar, si la razón fallece:
     no fue el troyano príncipe llorado
siempre del viejo padre dolorido,
ni siempre de la madre lamentado;
     antes, después del cuerpo redemido
con lágrimas humildes y con oro,
que fue del fiero Aquiles concedido,
     y reprimiendo el lamentable coro
del frigio llanto, dieron fin al vano
y sin provecho sentimiento y lloro.
     El tierno pecho, en esta parte humano,
de Venus, ¿qué sintió, su Adonis viendo
de su sangre regar el verde llano?
     Mas desque vido bien que, corrompiendo
con lágrimas sus ojos, no hacía
sino en su llanto estarse deshaciendo,
     y que tornar llorando no podía
su caro y dulce amigo de la escura
y tenebrosa noche al claro día,
     los ojos enjugó y la frente pura
mostró con algo más contentamiento,
dejando con el muerto la tristura.
     Y luego con gracioso movimiento
se fue su paso por el verde suelo,
con su guirlanda usada y su ornamento;
     desordenaba con lascivo vuelo
el viento sus cabellos; con su vista
s’alegraba la tierra, el mar y el cielo.
     Con discurso y razón, que’s tan prevista,
con fortaleza y ser, que en ti contemplo,
a la flaca tristeza se resista.
     Tu ardiente gana de subir al templo
donde la muerte pierde su derecho
te basta, sin mostrarte yo otro enjemplo;
     allí verás cuán poco mal ha hecho
la muerte en la memoria y clara fama
de los famosos hombres que ha deshecho.
     Vuelve los ojos donde al fin te llama
la suprema esperanza, do perfeta
sube y purgada el alma en pura llama;
     ¿piensas que es otro el fuego que en Oeta
d’Alcides consumió la mortal parte
cuando voló el espirtu a la alta meta?
     Desta manera aquél, por quien reparte
tu corazón sospiros mil al día
y resuena tu llanto en cada parte,
     subió por la difícil y alta vía,
de la carne mortal purgado y puro,
en la dulce región del alegría,
     do con discurso libre ya y seguro
mira la vanidad de los mortales,
ciegos, errados en el aire ’scuro,
     y viendo y contemplando nuestros males,
alégrase d’haber alzado el vuelo
y gozar de las horas immortales.
     Pisa el immenso y cristalino cielo,
teniendo puestos d’una y d’otra mano
el claro padre y el sublime agüelo:
     el uno ve de su proceso humano
sus virtudes estar allí presentes,
que’l áspero camino hacen llano;
     el otro, que acá hizo entre las gentes
en la vida mortal menor tardanza,
sus llagas muestra allá resplandecientes.
     (Dellas aqueste premio allá s’alcanza,
porque del enemigo no conviene
procurar en el cielo otra venganza).
     Mira la tierra, el mar que la contiene,
todo lo cual por un pequeño punto
a respeto del cielo juzga y tiene;
puesta la vista en aquel gran trasunto
y espejo do se muestra lo pasado
con lo futuro y lo presente junto,
     el tiempo que a tu vida limitado
d,a1lá arriba t’está, Fernando, mira,
y allí ve tu lugar ya deputado.
     ¡Oh bienaventurado, que sin ira,
sin odio, en paz estás, sin amor ciego,
con quien acá se muere y se sospira,
     y en eterna holganza y en sosiego
vives y vivirás cuanto encendiere
las almas del divino amor el fuego!
     Y si el cielo piadoso y largo diere
luenga vida a la voz deste mi llanto,
lo cual tú sabes que pretiende y quiere,
     yo te prometo, amigo, que entretanto
que el sol al mundo alumbre y que la escura
noche cubra la tierra con su manto,
     y en tanto que los peces la hondura
húmida habitarán del mar profundo
y las fieras del monte la espesura,
     se cantará de ti por todo el mundo,
que en cuanto se discurre, nunca visto
de tus años jamás otro segundo
será, desde’l Antártico a Calisto.


PROSA SATÍRICA DE QUEVEDO, Javier Velasco Oliaga


prosasatirica
Publica la editorial Homolegens el libro Prosa Satírica, un compendio de dicha prosa del autor madrileño Francisco de Quevedo, nacido en la capital del reino en 1580 y que se convertiría en el Siglo de Oro español en uno de los escritores más apreciados y odiados, al mismo tiempo, por los habitantes de la Corte y de las Españas.
El libro ha sido recopilado por el catedrático de la Universidad de Navarra, Ignacio Arellano, quizá el mejor estudioso de la figura de este genio de las letras hispánicas y de todo el siglo XVII, que con más de 150 libros sobre literatura española, especialmente de este periodo de nuestra historia, se configura como el más sólido estudioso de nuestro siglo más preciado para las letras y las artes.
Coincide el texto publicado, en el tiempo, con la nueva edición que la Real Academia Española (RAE) ha hecho deLa vida del Buscón, pero ésta es una edición demasiado rigurosa, ya que tiene demasiadas citas, demasiadas explicaciones, que hacen que el texto no se lea con fluidez. No ocurre en Prosa Satírica, ya que el catedrático Arellano ha dotado al libro de una rigurosidad muy accesible, lo que hace que el libro se lea con sumo gusto y, aunque no le faltan citas, éstas no abundan en demasía y hacen que la lectura sea muy agradable.
Buena parte de la fama del ingenio de Quevedo se debe a sus escritos festivos y sus sátiras burlonas frente al espectáculo de la corrupción y a las melancolías de la vida y de la Corte. Quevedo opone por un lado una crítica satírica  y por otro los escritos serios, nadie como Quevedo supo manejar la estética del conceptismo o la galanura de sus poemas en oposición a su sarcasmo y a sus continuas denuncias que le acarrearon muchos problemas.
arellanoIgnacio Arellano es un ponente habitual de los Congresos en Torre de Juan Abad
Su capacidad expresiva convierte en violentísimo ataque- no exenta de desengaño, y una risa que si a veces quiere sólo divertir, pues, “hacen reír con enfado y desesperación”. “En su aprobación de los Sueños escribe Fray Tomás Roca unas palabras que se pueden aplicar a toda la obra festiva de Quevedo: Estos tratadillos de diferentes argumentos han sido preciados por hombres doctos, y leídos con mucho gusto por curiosos y amigos de buenas letras. Doctos, curiosos y amigos de las buenas letras seguirán sin duda encontrando en estas obras motivos para el entretenimiento y la diversión”, señala el compilador en la contraportada del libro.
Ahora que la literatura clásica está resurgiendo, con libros como éste y con la colección de la RAE, hay que atreverse a leerlos. No podemos obviar unos tesoros que nuestra literatura posee, hay que leer y entender nuestros orígenes con una literatura excelsa y, aunque escrita hace más de cuatro siglos, sigue de plena actualidad, porque la condición humana, pese a los avances tecnológicos, es igual o muy parecida.
La mala leche de Quevedo se sigue manteniendo en muchos estratos, si bien es verdad que se ha perdido la ironía, la sátira y el humor de ese tiempo, siendo sustituidos por la sal gorda y el mal gusto. Es, por tanto, un placer el que estas nuevas ediciones pongan de actualidad una literatura que siempre tendrá que hallarse entre nuestras lecturas. La crítica, la denuncia y el ataque a los estamentos políticos y religiosos que se hacen hoy en día de manera casi soez, deberían aprender, quien lo hace, de como lo hace este autor.
Todas las obras incluidas en el tomo, son pequeñas obras, casi todas cómicas y burlescas, poco conocidas actualmente. “Son piezas en las que Quevedo se burla de las supersticiones, de las manías, de la poesía culta, de los que hablan al estilo gongorino, de todas las tonterías que había en su tiempo y que, en realidad, también hay ahora. El escritor no consiguió eliminarlas, ni otros muchos satíricos que se burlaron de ellas”, escribe Arellano en el libro.
El escritor lanza consejos y amonestaciones a todo el mundo, tanto al Rey como al vulgo, “porque a Quevedo le sublevaba prácticamente todo”, señala el experto, y añade: “Él tenía su propia manía: quería poner su propio orden en el mundo, y no soportaba los excesos ni las falsedades. Se burla del petulante, del avariento, del tipo que pretende ser muy sabio y luego no sabe nada, del que compra muchos libros pero no lee ninguno, del vanidoso, del gran noble que parece que es alguien pero que no tiene nada...”.
Entre los textos incluidos en el volumen destacan Vida de corte y capitulaciones matrimoniales –una crítica a la sociedad de la época- y el Libro de todas las cosas y otras muchas más, compuesto por el docto y experimentado en todas las materias, el único maestro malsabidillo. Una parodia del género enciclopédico de moda que propone una serie de tratados disparatados, como el llamado Para saber todas las ciencias y artes mecánicas y liberales en un día.
Y finaliza con La hora de todos y la Fortuna con seso, del que el libro ofrece varios fragmentos. “Trata sobre lo que sucede cuando la Fortuna, en vez de dar sus premios y castigos a lo loco, empieza a dar a cada uno lo que le corresponde, y el caos que se produce es peor que el anterior”, escribe Arellano.
Estamos pues ante un libro más que interesante que recomendamos leer, para conocer una época fundamental de nuestra historia y no se dejen influir por catedráticos como Francisco Rico que califican al autor madrileño de pendenciero y mala persona. El escritor sería lo que fuese, pero su prosa es de lo mejor que han escrito las plumas españolas. Dejen los convencionalismos y lean a los clásicos, tienen mucho que enseñarnos.
Javier Velasco Oliaga
Artículo publicado en Todo Literatura

CANTOS DURASNTE LA HUÍDA, Ingeborg Bachmann (poeta austriaca)

VIERNES, 27 DE JUNIO DE 2014

CANTOS DURANTE LA HUIDA


CANTOS DURANTE LA HUIDA
Dura legge d'Amor! ma, ben che obliqua,
Servar convensi; però ch'ella aggiunge
Di cielo in terra, universale, antiqua«
Petrarca, "I Ttriunfi"

I
La hoja de palma se parte con la nieve,
las escaleras se derrumban,
la ciudad yace tiesa y brilla
en el extraño resplandor de invierno.

Los niños gritan y suben
a la colina del hambre,
comen de la blanca harina
y rezan al cielo.

La rica quincalla invernal,
el oro de las mandarinas,
vuela en las ráfagas salvajes.
Rueda la naranja sanguina.

II
Yo, sin embargo, yazgo solo
encerrado en hielo, lleno de heridas.

Todavía la nieve
no me vendó los ojos.

Los muertos, abrazados a mí,
callan en todas las lenguas.

¡Nadie me ama ni ha agitado
una lámpara para mí!

X
¡Oh amor, que rompiste y tiraste
nuestras cortezas, nuestro escudo,
el cobijo y la herrumbre marrón de años!

¡Oh penas, que pisándolo apagaron nuestro amor,
su fuego húmedo en las partes sensibles!
Llena de humo, sucumbiendo en el humo, la llama se repliega.

XII
Boca que durmió en mi boca,
ojo que vigiló mi ojo,
mano-

y los que me arrasaron, los ojos!
¡Boca que pronunció la sentencia,
mano que me ejecutó!

XV
El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro,
el tiempo y el tiempo de después.
Nosotros no tenemos ninguno.

A nuestro alrededor sólo hundirse de astros. Destellos y silencio.
Mas la canción por encima del polvo después
va a superarnos.
Ingeborg Bachmann- Austria
De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García


VOS TAMBIÉN, Norma Segades-Manias



¿Me escucha agente?
Ya no me quedan fuerzas para seguir pidiendo por su vida, para seguir diciendo que no es barro ese colgajo oscuro sino la piel quemada, que no podemos acostar a mi hija en la cajuela de una camioneta porque está agonizando.
No me aparezca ahora con más estupideces porque estoy orillando la locura.
Nunca quiso tomarnos la denuncia. Nunca intentaron vigilar la casa. Nunca creyeron en nuestra palabra. Nunca cumplieron nada.
Y así fue como este hombre pudo llegar en medio de las sombras y quemarla…
Y quemarla…
¿Cómo se atreve a sugerir paciencia?
Ese despojo casi calcinado estuvo nueve meses protegido en mi vientre, alimentado con el mate amargo y rodajas de pan hecho en el horno que armamos en el patio. Años y años luchamos para que no fuera incluida en estadísticas, en la lista de niños que sucumben luchando contra el frío, desabastecimiento de vacunas, carencia de nutrientes, convulsiones causadas por la fiebre, ahogos en la noche…
Años y años luchamos, codo a codo, para sobrevivir a la miseria. Y ahora que está grande, que ya cumplió los veinte, que tiene un buen trabajo y una hija gateando por la pieza; viene este desalmado que la golpeaba siempre hasta el desmayo –como a usted tantas veces le explicamos- y discute con ella y le reprocha que ya no lo ame tanto y le arroja la nafta  sobre el cuerpo y la convierte en una tea humana.
¿Cómo se atreve a reclamar sosiego?
No es barro agente….
Y aunque fuera barro, que importancia tendría ante la perspectiva de salvarla. Yo le traigo una sábana para cuidar el tapizado limpio.
Yo te traigo una sábana…
Yo te traigo.
Mirá que ya no tiene fuerzas. Mirá que ya ha dejado de quejarse. Mirá que el pulso apenas si se siente. Mirá que va a morirse antes de que aparezca la ambulancia.
Mirá que cuando nazca la mañana y broten periodistas fingiendo interesarse por el dolor ajeno, tratando de obtener el toque bajo que pide el corazón de los espectadores yo voy a denunciarte. Voy a gritar tu nombre y apellido. Voy amostrar tu foto y a delatar esta inmisericordia que te impidió escucharme. Voy a gritar hasta desgañitarme. Como grité la noche que la estaba pariendo sin cirugías, sin epidurales, sin imágenes previas de su cuerpo, a puras ganas de que me naciera un retoño de aquel amor que se marchó una tarde prometiendo llamarnos.
Les voy a sacudir el mediodía a esos personajes que no escarban en botes de basura pero gustan de hurgar entre las llagas.
No me mirés así, con ese aire de perdonavidas, defensor de los machos que maltratan la vulnerabilidad de las mujeres, golpeador vos también, verdugo vos también, cómplice vos también, hijo de puta…

NORMA SEGADES-MANIAS

jueves, 26 de junio de 2014

SEA, Celia Benfer (Paraguay)


junio de 2014

SEA


Sea

Así sea este recuerdo convertido en rezo.
Grita en voz dolorosa mi alma.

Vienen ángeles oscuros
Abren sus alas me cubren llorando.
Cierran mis ojos, secan mi sangre
Liberan mis cadenas, me lavan la cara.
Una túnica negra visten a mi cuerpo duro
Un suave perfume a pensamientos frescos
Derraman en mi ataúd y dejan abierto.

Un par de flores secas sobre mi torso
Mis manos cruzadas en oración eterna.

Miro por dentro, por dentro vivo
Mi alma solloza, grita de dolencia.
Adentro es sombrío, no hay espacio
Escucho llantos de gentíos
Muerdo mis pensamientos, muevo
mis alas oscuras, salgo de mi cuerpo
Libero a mi alma. Vuelo sin forma.


Amor: Estás sollozando, nada es más
Ahora ,se acabó la historia.
¡Maldito amor! ¡maldita lágrima!
Cuerpo maldito, corazón maldito
¡ Maldita hora!¡maldita distancia!

Estás gimiendo. Llora, se soltó el hilo.
Se fueron cansados las tejedoras, ¡cansadas!
Se arrodillan ante la eternidad de este amor.
¿Volarás conmigo alguna vez?
¿Volarás eterna sobre aquellos esqueletos míos?

Será mi sombra su sombra amor,
 castigo y pena en vida por tus mentiras.

Llevarás mi atadura sobre sus hombros.  


Celia Benfer* CBF
Paraguaya
Imagen de Google

ESCAPAR DEL SILENCIO, Norma Segades-Manias


Luego de medio año de trabajo, todavía era la nueva.
Los había escuchado mascullar que no habría traslado hasta que todo se calmara un poco.
Desde entonces buscaba el momento oportuno.
Desatendió la cifra del número de hombres que cruzaron el vano de su puerta. Interminables días, interminables noches, interminables clientes, interminables llantos,interminables náuseas.
Al principio les era reservada a aquellos que gustaban de ejercer la violencia. Hasta que se dio cuenta de que el Rengo y su mujer ganaban mucho más cuando ofrecía esa animosa resistencia que terminaba con hematomas y sometimientos.
Pero ella no iba a darse por vencida.
No lo hizo cuando el padre las dejó llevándose los muebles y el dinero para vivir en casa de la Chola, apenas a cien metros de la suya.
Ni cuando lo veía llevando de la mano a sus hijas pequeñas, siempre lavadas, siempre peinadas, siempre rubias, siempre sonrientes.
Ni siquiera aquella madrugada en que sintió los labios del padrastro –antes que lo apresaran por el robo del kiosco- mamando sus pezones, introduciendo un dedo en su vagina para rozar, paciente, ese botón de carne que expandía las alas del asombro.
Meditó largamente sobre las herramientas de las que disponía para escapar de allí.
De ese lugar cerrado. Sin ventanas. Sin comunicación alguna con lo externo. Sólo les era dado un mendrugo de tiempo para estar con las otras y comprobar, acaso, cuánto en común tenían sus historias.
Para sentirse rotas, corrompidas. Para sentirse derrotadas,
Porque la policía estaba involucrada.
No tomaba denuncias de desapariciones hasta que los captores se encontraran sobradamente lejos.
Dos días les bastaban.
Sólo cerrar los ojos, mirar para otro lado.
Quizás, en realidad, no había salida.
Por eso, por la noche, cuando llegó el gordito, lo miró con un poco de ternura.
Se acercó seductora, lo desnudó despacio, recorrió con los labios su piel llena de sebo, mordisqueando los pliegues del abdomen hasta llegar a la ingle.
Nada olía a jazmines, pero no le importaba.
El hombre, estremecido, se arqueó sobre el camastro, sollozando, jadeando. Comenzando a sentir los ásperos delirios del espasmo.
Entonces, sinuosa y solapada, se acercó a su mejilla. Balbuceó juramentos al borde de la oreja, apresó cada lóbulo con sus dientes pequeños, introdujo la lengua en la cueva sensible del oído y deslizó su mano a la entrepierna.
Era el tiempo preciso de sentarse en su pecho, de arrastrarse hacia abajo, de introducir el pene en su vagina y cabalgar el tiempo del retorno, el tiempo de la huida. De brincar, retozar, danzar acaso sobre el abdomen fofo, aguardando el instante señalado, la contracción final de los temblores.
Y al fin, cuando su cliente yacía en el reposo posterior al combate, lavó toda inmundicia por encima de la desvergonzada palangana puesta sobre la silla, se secó lentamente y hurgó entre los bolsillos del abrigo hasta encontrar el móvil.
Todavía agitada y sudorosa, lo tomó entre sus manos para marcar el número preciso.

NORMA SEGADES-MANIAS

miércoles, 25 de junio de 2014

ÄRBOL VERDE, (Árvore verde), Fernando Pessoa (traducción Google)

Árbol Verde

Árbol verde, 
Mi pensamiento 
En ti está perdido. 
Ver dormir 
Esta vez. 
¡Me alegro de que no sea 
estando despierto! 
También en mí Greening 
¡Hojas dado! 
trémula 
Sentir el cuerpo 
¡Breeze en el alma! 
Al no ser que siente, 
Pero está en calma. 
Tuve un sueño 
Lo que me fascinó. 
Si llegó la mañana, 
¿Cómo la odiaba? 
Volvia noche, 
Y el sueño para mí. 
Era mi casa, 
Mi alma gemela. 
Luego lo perdí. 
¿Te acuerdas? ¡Ojalá! 
Si nunca sabía 
Lo que él estaba.

Árvore verde

Árvore verde, 
Meu pensamento 
Em ti se perde. 
Ver é dormir 
Neste momento. 
Que bom não ser 
'Stando acordado ! 
Também em mim enverdecer 
Em folhas dado ! 
Tremulamente
Sentir no corpo 
Brisa na alma ! 
Não ser quem sente, 
Mas tem a calma. 
Eu tinha um sonho 
Que me encantava. 
Se a manhã vinha, 
Como eu a odiava ! 
Volvia a noite, 
E o sonho a mim.
Era o meu lar, 
Minha alma afim. 
Depois perdi-o. 
Lembro ? Quem dera ! 
Se eu nunca soube 
O que ele era.

AQUÍ, EN ESTA CASA PROFUNDA (AQUI NESTE PROFUNDO APARTAMENTO), Fernando Pessoa (inédito) (traducción Google)

Aquí, en esta casa profunda 

 

Aquí, en esta casa profunda 

¿En qué, no pongo, pero soy la mente, 

En el claustro para mí estar en este momento 

¿Dónde estoy y soy lo que soy, 

Aquí, ahora, miro hacia atrás 

En cuanto a mí siendo deixer 

Y inútilmente [....] grito 

Lo que yo soy y que no podía tener.


Aqui neste profundo apartamento


Aqui neste profundo apartamento 
Em que, não por lugar, mas mente estou, 
No claustro de ser eu, neste momento 
Em que me encontro e sinto-me o que vou, 
Aqui, agora, rememoro 
Quanto de mim deixer de ser 
E, inutilmente, [....] choro 
O que sou e não pude ter.

AQUÍ ES TRANQUILO, (AQUI ESTÁ-SE SOSSEGADO), Fernando Pessoa (inédito) (traducción Google)

Aqui está-se sossegado

Aqui está-se sossegado,
Longe do mundo e da vida,
Cheio de não ter passado,
Até o futuro se olvida.
Aqui está-se sossegado.
Tinha os gestos inocentes,
Seus olhos riam no fundo.
Mas invisíveis serpentes
Faziam-a ser do mundo.
Tinha os gestos inocentes.
Aqui tudo é paz e mar.
Que longe a vista se perde
Na solidão a tornar
Em sombra o azul que é verde!
Aqui tudo é paz e mar.
Sim, poderia ter sido...
Mas vontade nem razão
O mundo têm conduzido
A prazer ou conclusão.
Sim, poderia ter sido...
Agora não esqueço e sonho.
Fecho os olhos, oiço o mar
E de ouvi-lo bem, suponho
Que veio azul a esverdear.
Agora não esqueço e sonho.
Não foi propósito, não.
Os seus gestos inocentes
Tocavam no coração
Como invisíveis serpentes.
Não foi propósito, não.
Durmo, desperto e sozinho.
Que tem sido a minha vida?
Velas de inútil moinho —
Um movimento sem lida...
Durmo, desperto e sozinho.
Nada explica nem consola.
Tudo está certo depois.
Mas a dor que nos desola,
A mágoa de um não ser dois







Aquí es tranquilo 

Aquí es tranquilo, 
Lejos del mundo y la vida, 
Lleno de no haber pasado, 
Incluso si el futuro olvida. 
Aquí es tranquilo. 
Los gestos inocentes Had, 
Sus ojos estaban riendo en el fondo. 
Pero las serpientes invisibles 
Lo hicieron al mundo. 
Si los gestos inocentes. 
Aquí todo es paz y del paseo marítimo. 
Lo que ahora se pierde la vista 
En la soledad de hacer 
A la sombra azul que es verde! 
Aquí todo es paz y del paseo marítimo. 
Sí, podría haber sido ... 
¿Pero ni la razón 
El mundo ha dado lugar 
El placer o conclusión. 
Sí, podría haber sido ... 
Ahora no se olvide y soñar. 
Cierro los ojos oigo el mar 
Y escucharlo así, supongo 
Eso vino azul a verde. 
Ahora no se olvide y soñar. 
No era el propósito, no. 
Sus gestos inocentes 
Conmovido el corazón 
Cómo invisibles serpientes. 
No era el propósito, no. 
El sueño, despierto y solo. 
Esa ha sido mi vida? 
Velas decorativas molino inútil - 
Un movimiento sin asas ... 
El sueño, despierto y solo. 
Nada explica o consola. 
Todo es justo después. 
Pero el dolor en la desolación, 
El dolor de un no ser de dos