Una mujer cansada, con la mirada triste y el rostro ensimismado, va por la tarde recorriendo vida mientras su hija, la toma de la mano y va cantando, con los ojos en flor y la mirada puesta en el futuro.
No sabe, ni imagina, que su madre se irá, al otro mundo en unas horas y que su tristeza, que ni siquiera advierte, es sólo premonición, atisbo apenas de la muerte que llega.
La niña canta una canción que le aprendió a su padre, ya muerto, cuando él le cantaba en la cuna; y aunque ella bien lo recuerda lo siente vivo...y cerca...cuando canta...
...pero la madre eso no lo sabe; y ni siquiera oye a su hija. La enfermedad la ha atrapado y ya no ve, ni observa, ni mira, sólo sus ojos fijos en el interior la convierten en una sombra de sí misma...
Y esa mujer cansada llega a ningún lado, en esa tarde que es su última tarde. Pero la niña canta, canta y canta...
Relato escrito hoy, 24 de febrero, mientras advertí, en facebook que una bandera nacional tenía el rojo muy amplio...el rojo de la sangre derramada en México.
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