sábado, 12 de febrero de 2011

SEA




Vivir como si la primavera no llegara.

Amanecer como si fuera mediodía.

Oscurecer las telas del recuerdo

para estrellar el sol en los mejores días.



Presentir una luna horizontal

para ser el mar y acabar en tus playas.



Abrir honduras marinas.

Ocultarte, como una perla, hallazgo

en una primavera irrepetible,

por inexistente.



En ese amanecer del mediodía,

en esta oscuridad resplandeciente

del recuerdo de ti.



Guardarte,

siempreviva,

girasol,

flor-de-un-eterno-día.



Guarecerme de ti para restañar

las perennes heridas de la soledad

durante el recurrente mediodía

de nuestro precipicio.



Ya en el abismo de la eternidad

recular a la miseria humana,

a escondidas del ojo avizor

suspirar por la terrrenidad

hasta hartar la sinrazón

por esas dimensiones:

generar trastornos a mi nuevo ser.

Buscar otro estar

para soñar tu compañía perfecta,

armoniosa,

delirante;

peligrar acaso:

hilar confusiones

hasta la soberbia.



Pugna inacabada.

Fatal sino.

Llaga sin remedio.

Serenidad fatal.

Fatalidad sin paz:

esta cadena recurrente

por soñarnos felices;

verdad sin retorno:

gusto amargoso redivivo:

ser siempre inconformes.

Informes.

Sin forma final:

en tu amor haber logrado saber

algún día,

en la otredad,

que esa miel

me envenenó en su gozo:

delicado privilegio.



Misterio sin misterio.

Al fin: derrota de la hondura,

caricia de la eternidad,

vía de la pasión.

Perezco desde ahora,

aurora boreal de mi desventura innata.

En tu recuerdo de mí, soy,

ahí informe,

me acurruco,

me conformo,

me escondo.

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