A N D E N E S
Ese fue el carrusel,
quizá el columpio que mecimos
interminables en la sonrisa de los hijos.
Eso que hoy la lluvia
se llevó al desfiladero del orín o el abandono.
Aún está aquí
nuestro viejo patio de tan antiguas claridades,
los gatos rondando el sopor
acaso para inventar nuevos niños.
Aún cuando llueve,
el limonero del vecino extiende
sus amarillas yemas de exquisita acidez
y antoja a la ventana.
El pequeño galerón con sus latas al sol
tiende esas ropas en aburrimiento total.
No ves que ya crecieron los muchachos
y nosotros no tenemos nada de qué hablar
que no sean las trifulcas de gastos y de objetos fallidos.
Perdona,
hace tiempo te dejé pero estoy aún atado
a los rincones obtusos de mi tedio.
Soy el que te anula, el que se mata,
el que no tiene adónde ir si no a los versos
que el revés de esta historia dejó en viejos andenes
que nunca se marcharon.
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