domingo, 27 de mayo de 2012

MÁS POESÍA


EL COLOR DE LA VIDA
Rojo frenesí:
de la furia del alma,
del coraje ciego,
de la pasión perdida...

Verde amanecer,
de la calma transparente,
del sorbo cariñoso
y la amistad plena.

De la calma total,
de la observación,
del combate callado...

Amarillo tenaz:
del pleito incesante,
del calor infernal;
del dolor,
de la falta de paz.
De la calma infeliz;
de la impaciencia...



Gris mortaja:
de la obediencia ciega,
del insensato obediente.

Del rapaz clemente,
de la indolencia infinita...

Son los colores de la vida.
El testimonio de nuestros caracteres.
Firma legible
de nuestros padeceres
y placeres...























ESQUIVO

Con temor voy remando por la vida,
boga que boga mi barco en el sendero;
un tiburòn y otro y otro
y otro,
aparecen a babor y a estribor...

...pero el coraje no quiere que yo me vaya,
ni que baje los brazos en esa aventura;
sólo quiere mantenerme firme
y vital...
...para que pueda avanzar contra
viento y marea.

No estoy aquí,
desaparezco un rato:
logro borrarme de la vista ajena,
no hay enemigo que me busque
y amenace,
ni rastro ajeno que me pida
avance...

Con el amor en el puño
voy preso del coraje
siguendo con la vista
en torno mío lo que pasa...

Nunca más...no, más no,
nunca más, no, nunca,
nunca...
...ya dije;
¡basta!












TIBIEZA
Estoy entre dos fuegos,
el de mi cuerpo
y el de tu recuerdo.

Lástima que te has ido,
temí muchas veces perderte,
pero tú te desapareciste de mi horizonte,
sin casi darme cuenta.

Sigo entre dos fuegos;
el de mi esperanza y
mi necesidad inmediata de amar.

El fuego me consume.
Se abaratan las noches
con otros cuerpos
que no son el tuyo.
Temo perderte,
es más creo que te perdí
pues no volverás:
¡¡¡Es una pena...!!!






MISTERIO

Nunca sucede nada en nuestra casa.
Todo se encuentra en orden, sosegado,
la piel ya es media piel de aburrimiento,
desplomadas las almas ya no vuelan
y resulta inasible la existencia.

Nunca pasa más nada en esta vida,
sólo la vida pasa; nunca a tiempo
vemos vibrar cometas en los ojos;
ni oímos el el cristal fino del sentimiento;
jamás hacemos caso del secreteo
del viento, potente, lleno de augurios,
ni gozamos su roce en medias caras
llenas de medios besos aplazados.

Jamás nos pasa nada entre las manos
cerradas al misterio que se escapa
junto a la vida misma que nos pasa
como si nada pasa en esta casa.


Primera estancia

Todo cabe en un cuenco de la mano extendida:
hasta el amor que asoma por un suspiro ajeno.

No caben, pero sirven, los mortales aullidos,
el rechinar de dientes, la crispazón de nervios;
el dolor de ausentarse de los brazos queridos
apenas se parece al desierto paisaje o a los
árboles yertos o a los ríos desecados o a los
sombríos batracios entre dos mundos fríos.






Caben, en cambio sí, los besos más sinceros,
los terrores insomnes por aprehender aquello
cuya naturaleza llama a jamás tener jaula;
cabe el misterio mismo vuelto son, metáfora
que grita las voces de la selva, gemidos
erotizados que braman en los montes.

En aquella primera de las albas humanas,
apalabrados ya, supimos que callamos.


Segunda estancia

Zarpazos con la voz, codazos con los ojos,
la ternura no anida cuando faltan palabras.

El tedio llueve a cántaros mientras enmudecen
los filosos cardúmenes de palabras:
No hay con quién hablar, ni a quién
decirle nada sobre el fuego y la lluvia.
El tedio gana todo mientras dos flores,
en silencio, son germinadas por un colibrí.


Tercera estancia

Museo de ruinas son mi estirpe y mi pecho;
legión de sufrimientos, enjambre de desdicha,
la esperanza. Todo el dolor habita el horizonte.

Una corteza cerebral en llamas, Prometeo:
saber cuesta más, mucho más de lo supuesto.
Conocer es desdicha y amargura. La conciencia
danza con un tridente y pincha hasta dañar
la gracia, la sonrisa, la fuerza y el futuro.

Mirar atrás supone no pronunciar los nombres
de los ancestros tenues, fantasmas vacilantes,
que soñaron andar caminos con espinas
y abrojos para sembrar paraísos de herencia.
La verdad sabe a sangre. Tiene cara sin rostro.



Cuarta estancia

Los sueños son regalo de los dioses
que nos sueñan a veces sin cuidado.

Ya no quiero soñar sueños ajenos
porque a tanto soñar los siento propios;
y no quiero que luego me reclamen
que esos sueños soñados no son míos,
cuando a tanto soñarlos ya me viven.

Vivo en los sueños propios aunque
algunos de ellos primero no eran míos.
Habito de puntitas, silencioso,
otros sueños, sueños de otros,
a hurtadillas.

Un dios sueña a otro dios y todos ellos
fueron soñados juntos, por el Dios primero.
























Dame más



Quiero tenerte aquí en mi cama,

rendida a mis placeres

prohibidos.


Urgarte con mis manos,

mis labios,

todo el cuerpo

hasta que seas

parte de mi cerebro

y mis entrañas.


Tomarme todo el tiempo del mundo

para postrarme ante tu desnudez

pálida e insigne

como una bandera

en patria recientemente liberada.











Tenerte aquí,

en la cama,

para gozar de todos tus placeres

extraños,

siempre nuevos;

pero redivivos

todos los días.


Tú,

mujer,

la siempre-viva.























Número equivocado

Estoy seguro
comprobado lo tengo
cuando nací
el vientre de mi madre
marcaba
número equivocado














OBSESIÓN POR LOS NÚMEROS

Obsesión por los números;
la numeralia
como una manera
de dar vuelta a la vida:
para no mirarla
de frente,
cara a cara,
cifra a cifra...
con puntos y detalles...


Obsesión o nó,
los números tienen su lenguaje
que asfixia.









Juega a tomarnos
por el cuello,
aprieta hasta ahogarnos...
Los números tienen carácter
y espíritu;
saben de navegaciones,
de batallas,
de cruentas luchas
y de paz total:
como la paz
sepucral del cero...



















ANÓNIMO UNO

Por el camino umbroso aprendió a ser huella,
sin paso, sin peso, ni rostro.
Por los caminos llanos se confundió
con el olor de yerba
hasta llamarse pasto.
Nunca supo qué es siempre,
ni probó del fracaso dulzón
de la palabra "mientras".
Así murió. En una fecha sin nombre,
sin día, sin número;
y ahora es
recuerdo.













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