Voces en conflicto en “A Roosevelt” de Rubén Darío, una reseña de Guillermo Arango
Tal vez muy pocos poetas hispanoamericanos han alcanzado la estatura, el reconocimiento, reverencia y respeto como el llamado “padre” del Modernismo, Rubén Darío. Sabemos que Darío quiso y fue un innovador. En su voz la lengua española adquirió resonancias nuevas y tuvo también nuevos temas. Se convirtió en la lengua de las Américas para cantar el canto de las Américas. Según el investigador Ángel Rama, ese fue el fin que el poeta se propuso: “establecer la autonomía poética de la América española” (29). Se sobreentiende, entonces, que sus discípulos se sorprendieran cuando José Enrique Rodó, su compañero converso a la nueva estética, escribió la ya famosa declaración: “Indudablemente, Rubén Darío no es el poeta de América” (115). Aún hoy día muchos estudiosos contemporáneos permanecen perplejos ante este, digamos, contundente epitafio del ensayista uruguayo hacia el poeta-profeta de Hispanoamérica, al hombre que aportó a la civilización española un mensaje que era un llamado al orgullo y la pasión de los americanos, un grito de libertad, un himno de vida y esperanza.
Pero, vale preguntarse, incluso hoy día, ¿qué llevó a Rodó a hacer tal declaración?
No quisiera adelantar mi respuesta a esa interrogante. Por lo pronto, sin rechazar los numerosos estudios y trabajos biográficos sobre Darío, creo que el acercamiento al poema “A Roosevelt” —poema largamente responsable por el renombre continental del poeta—, bajo la luz del Nuevo Historicismo, puede clarificar la aparente discrepancia entre la opinión popular contemporánea y la opinión de Rodó sobre el vate nicaragüense.
El Nuevo Historicismo
¿Qué puede el Nuevo Historicismo añadir a un debate que comenzó hace casi un siglo? Esta teoría crítica que surgió como respuesta a la “visión única” del formalismo histórico, provee un acercamiento innovador obras literarias y su marco histórico. Sin adentrarnos en detalles digamos que el Nuevo Historicismo sostiene que una mayor comprensión de la obra se logra al tratar de situarla dentro de su contexto histórico. No obstante, tengamos en cuenta que los textos nunca tienen “a single or easily identifiable context” (223), en palabras del crítico Ross Murfin.[i] Así, este trabajo trata de re-establecer la historicidad de “A Roosevelt”, y cómo el juicio de Rodó puede ser explicado, al examinar el contexto histórico en el cual el poema fue creado.
Darío y Roosevelt
Al despuntar el siglo XX, la expulsión de España de Cuba significó el fin de la dominación europea en el hemisferio occidental y el establecimiento de la doctrina de Monroe. Tan pronto como las nuevas naciones hispanas comenzaron a solidarizar su identidad política y cultural, la sombra del águila del norte se convirtió en una amenaza en vez de un espíritu protector. El nuevo invasor de las recientes y no tan recientes naciones sur y centro americanas era ahora “Libertad” con “su antorcha en Nueva York” (verso 29). En la década en que Darío escribió “A Roosevelt”, Panamá, Cuba, Puerto Rico, Haití, las Filipinas, Guam, Hawaii, y tres estados mexicanos, habían sido anexados, ayudados o “democratizados” por el gobierno norteamericano. Darío y Rodó le dieron ímpetu a la creciente ola de anti-imperialismo que muy pronto cubriría el continente.
“A Roosevelt” se manifiesta como otro testimonio de la conciencia continental del poeta, y de su protesta contra el imperialismo (Pellicer, 16). Apareció primero en 1904 en Pluma y lápiz, una publicación chilena, y más tarde, en 1905, fue incluida en Cantos de vida y esperanza. Pero no fue la primera acometida de Darío al invasivo coloso del norte. En 1898, ao de la guerra hispanoamericana, Darío publicó un manifiesto anti-americano titulado “El triunfo de Calibán”. En él, elabora en las alusiones shakesperianas usadas por Rodó en Ariel, publicado unos meses antes, comparando los Yankees a Calibán, el hijo bastardo del Diablo en The Tempest, una historia de colonización y esclavitud. Empleando metáforas y personificaciones características de Darío, el poeta desenmascara el imperialismo racial, lingüístico y político de los Estados Unidos, al declarar: “No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de Sangre Latina, son los Bárbaros” (Arellano, 106).
Después de publicar “A Roosevelt”, Darío continuó criticando a los Estados Unidos y al expresidente norteamericano porque vio en el famoso “cazador” la encarnación del imperialismo Americano. No obstante, en el artículo “Roosevelt en París”, escrito en 1910, Darío elogia al hombre de una manera shakesperiana y con un tono de ironía nos reitera: “¡Maravilloso ejemplar de humanidad libre y brava!” (Darío, Obras, 672). Más tarde, ese mismo año, saca provecho de una declaración de Roosevelt en que una guerra injusta es “un crimen contra la humanidad” (citado por Arellano, 107), preguntándole cómo explicaría la intervención norteamericana en Nicaragua.
Sin embargo, el tono y juicio de “A Roosevelt” se invierte perplejamente en trabajos posteriores y en cartas a sus amigos. En el prefacio a Dilucidaciones, publicado dos años después que “A Roosevelt”, parece una declaración contradictoria al elogiar al presidente norteamericano admitiendo que “el terrible cazador es un varón sensato” (Poesía, 783). De forma adicional, en el prefacio a Cabeza, Darío amortigua su condena anterior del gran poder mundial matizando: “Yo mismo, hace ya bastante tiempo, lancé a Mr. Roosevelt, el fuerte cazador, un trompetazo, por otra parte inofensivo” (González-Rodas, 187).
Publio González-Rodas explica la aparente táctica de doble cara arguyendo que los impetuosos ataques del poeta al presidente norteamericano estaban guiados por factores lucrativos y lealtad a camaradas políticos más que por una sincera preocupación por el bienestar del pueblo hispanoamericano. En “Rubén Darío y Theodore Roosevelt”, escribe: “a Darío no le interesaban los problemas del pueblo, aunque a veces escribiera composiciones de encargo y de beneficio lucrativo” (185). También nos explica la contundente declaración de Rodó al citar el propio testimonio del ensayista: “No cabe imaginar una individualidad literaria más ajena que esta a todo sentimiento de solidaridad social y a todo interés por lo que pasa en torno suyo” (González-Rodas, 186). Sin duda, Darío, en más de una ocasión se sintió incómodo o irritado por el acontecer politico, pero esto no lo llevó a comprometerse en lucha activa para corregir injusticias y desmanes.
Por otra parte, aunque sin dejar de señalar legítimos temores, el poeta nicaragüense, en su postura ante-imperialista, no rechazó la posibilidad de un entendimiento cordial entre el mundo hispánico y anglosajón. Al parecer, esa convicción fue producto de la observación y no de la veleidad. Así no pudo menos que decir: “Bien vengas, mágica águila de alas enormes y fuertes” en su poema “Salutación al águila”, mostrándonos un Darío sensible y añorando una época de comprensión y de paz fecunda.
“A Roosevelt”
Podríamos decir que una “verdadera lectura” es en realidad un trabajo por medio del cual producimos sentido a partir de una textualidad dada. Releamos y analicemos el texto en cuestión.
El poema, donde predominan los versos alejandrinos, tal vez pueda clasificarse dentro de esa corriente que rige la obra de los grandes románticos y simbolistas. Darío, siempre buscando lúcidamente las alas de la poesía para trascenderse, comienza con una introducción combativa (versos 1-19), de estructura acumulativa y confrontadora, y continua con dos secciones de diferente extensión que describen los “potentes y grandes” Estados Unidos (20-29), y “la América ingenua” o Hispanoamérica (30-50). En vez de llamar a las musas, Darío se apropia de dos voces, la del Todopoderoso y a del profeta-poeta norteamericano Walt Whitman, al dirigirse al potente Roosevelt. Las dos caras del presidente, quien es “primitivo, moderno, sencillo y complicado” (3), viene a tipificar una nación que es “el futuro invasor / de la América ingenua que tiene sangre indígena, / que aun reza a Jesucristo y aun habla en español” (6-8). Así, Darío identifica tres características definidas —herencia racial, religión e idioma—, que separan la América Hispana de la raza “soberbia y fuerte” que Roosevelt tipifica (9). La historiadora cultural Iris Zavala señala que el uso del término raza por Darío hace referencia a un grupo social y cultural o, en otras palabras, a los Estados Unidos, a lo anglo-sajón en general (105).
La segunda sección, que incluye los versos 20 a 29, presenta dos ambiciones temáticas a las cuales los Estados Unidos deben su gloria: la fuerza y la riqueza. Ya nos había advertido que “el imperialismo pide sangre y oro” (Arellano, 104). Estos ingredientes combinados hacen que cualquier movimiento del coloso del norte retumbe por “las vértebras enormes de los Andes” (22). Describe la obsesión de Norteamérica de poder y riqueza como el culto de Hércules y de Mammón (27), en los nombres “cazador” y Alejandro-Nabucodonosor” (2, 12), dos grandes cinegéticos y conquistadores, aludiendo así a la pasión de Roosevelt por la caza y el triunfo militar.
En la estrofa final, que comienza con “Mas la América nuestra” (30), —término generalizado por José Martí—, Darío establece la base histórica de la superioridad espiritual y el idealismo de la América hispana sobre la cultura de los Estados Unidos. “Desde los viejos tiempos” (31), la América hispana ha poseído ideales ausentes en la sociedad norteamericana. Ideales tales como poesía, amor, sabiduría e igualdad social, están representados por el rey azteca y poeta Netzahualcoyotl, el dios griego Baco, Platón, y la comunidad de Atlantis. El propósito de Darío en citar este tipo de referencias, es establecer una continuidad histórica de ideales en el pasado y el presente de la América hispana, que rivalice el poder económico y militar de los Estados Unidos.
Como bien apunta Manuel Durán, releyendo el poema nos encontramos que las alusiones histórico-literarias abundan en tal forma que para el gusto de hoy —más sobrio al respecto— resultan “alarmantes”. Esto, tal vez, tenga su lógica explicación en la deuda parnasiana del poeta que trata de ser objetivo y plástico, dando prestigio al verso al subrayar cuidadosamente el enlace entre el presente y una tradición.
La última característica distinguida de la América española aun por examinar es la que le falta a los Estados Unidos a despecho de todos sus logros: “Dios” (51). Darío raramente manifiesta una profunda fe en un ser supremo, algo que necesita una explicación debido a dos referencias no-tradicionales a Dios en el poema. Aurora de Albornoz afirma que para Darío, Dios es sinónimo de lo ideal, lo cual es un tema constante en la poesía del nicaragüense (258). Nos describe así, gente que “aun reza a Jesucristo” como individuos que aun creen y buscan emular lo ideal (8). En contraste, el poeta previamente ha sostenido que los Yankees construyen “templos para todos los dioses y no creen en ninguno” (Arellano, 106).
Keith Ellis ha realizado uno de los análisis más comprensivos del poema. Este investigador argumenta que a pesar del contenido socio-político, “A Roosevelt” debe ser categorizado con las obras estéticas tradicionales de Darío debido a su énfasis en lo ideal, en la historia pre-colombina, en España, y en la América Hispana contemporánea (Análisis, 528). Según Ellis, Darío aborrece a los Estados Unidos porque, como el poeta escribe en “El triunfo de Calibán”, los norteamericanos son “enemigos de toda idealidad” (Arellano, 106).
No obstante, esta repulsión hacia “lo norteamericano” puede ponerse en tela de juicio ya que como matiza Ángel Rama por tratar de buscar las pruebas del afán de libertad en otros campos, “se ha caído en el juego de ensalzar la “Oda a Roosevelt”, sin recordar que ella hace pendant la ‘Salutación al águila’’’ poema del que ya hemos hablado (Rama, 30). Vale añadir que en Darío se genera siempre una situación de conflictualidad que está presente en toda su creación, y esta ambigüedad dariana explica muchos de los problemas y de las polémicas que aún provoca su obra.
Así como el rechazo de los Estados unidos de la superioridad política inglesa ayudó a formar una identidad nacional, el rechazo retórico de Darío del imperialismo norteamericano, aunque no completamente satisfactorio, ayudaría a la América Hispana a establecer una identidad continental. Octavio Paz —autor del ensayo “El caracol y la sirena” en Cuadrivio, libro esencial para un acercamiento contemporáneo a la obra de Darío—, al referirse al poema, Paz alaba a Darío por revivir ideales indígenas e hispanos y otorgar un sentido de orgullo a un pasado problemático. Paz admite que la poesía política e histórica del nicaragüense no tiene la fuerza ni la grandeza de la de Walt Whitman pero, no obstante, cree que Darío ayudó a rescatar a los hispanoamericanos quienes estaban “aislados no solo del resto del mundo sino también de su propio pasado” (Darío, Selected, 15).
Una nueva historia de “A Roosevelt”
Al examinar el contexto histórico y literario en el cual Darío escribió, se evidencia rápidamente que la memoria cultural popular de Darío como el profeta-poeta y la voz del pueblo si no es relativamente nueva, sí más activa. Recuérdese que en su poema a la “Unión Centroamericana”, escrito cuando era joven, Centroamérica fue una de sus preocupaciones. Darío no siempre reaccionó con prístina claridad cívica ante los acontecimientos políticos de su día pero ahora, tal vez, su postura haya sido su temor y desconfianza ante la pujante potencia del Norte.
Consultando la abundante bibliografía sobre el particular, algunos estudiosos suponen que “A Roosevelt” fue un éxito inmediato y que el anti-imperialismo era una tendencia dominante en aquellos años. Pero, de hecho, la mayoría de los líderes de la burguesía contemporánea de Darío —y consecuentemente cultural—, eran en gran parte pro-norteamericanos, con afán de modelar sus mercados con el sistema capitalista y progresista de los Estados Unidos. Después que Darío regresó de Europa, sus publicaciones fueron bien recibidas por las escuelas de vanguardia. Sin embargo, aquellos de la tradición literaria establecida y conocida como “americanista”, rechazaron de forma terminante el Modernismo y, consecuentemente, a Darío, como su líder defensor. Los “americanistas” compartían tendencias nacionalistas y valoraban una literatura que trataba de preocupaciones continentales. Antes que el Modernismo ganara la reputación que ha tenido como la revolución poética hispanoamericana, bien plantados eruditos “americanistas” criticaron repetidamente el movimiento y a su fundador nicaragüense; ellos reprimieron a Darío porque su “originalidad” no tenía propósito político y social al no identificarse con problemas hispanoamericanos (Ellis, 29). Vale recordar que el genio poético no puede ser totalmente explicado por motivos lógicos o incluso por motivos históricos.
Los críticos “americanistas” afirmaban que la poesía de Darío era simplemente copiada de ejemplos franceses. En 1896, en una reseña de la estética modernista, Paul Grousacc escribía: “Lo peor del caso presente es que el autor de Los raros, celebra la grandeza de sus mirmidones con una sinceridad afligente, y ha llegado a imitarlos en castellano con desesperante perfección” (Ellis, Approaches, 27). Antes de su conversión al Modernismo, José Enrique Rodó escribió una carta al crítico literario Leopoldo Alas en la cual expresaba su repugnancia hacia el nuevo movimiento:
Me parece haberlo afirmado alguna vez… nuestro modernismo apenas ha pasado
de la superficialidad. En América, con los nombres de “decadentismo y modernismo”,
se disfraza a menudo una abominable escuela de trivialidad y frivolidad literarias: una
tendencia que debe repugnar a todo espíritu que busque ante todo, en literatura, motivos
para sentir y pensar. (Ellis, Approaches, 31)
Así entonces, la declaración de Rodó es típica de un gran número de intelectuales hispanoamericanos, quienes desdeñosamente criticaban la falta de opinión social y política de Darío. Algunos se preguntaban si
“el poeta encerrado dentro de su mundo interior, en absorbente consagración al cultivo del
‘arte por el arte’, era capaz de asumir una actitud político-social, permaneciendo impasible
en su torre de marfil, ante las desdichas de la Humanidad y los problemas del mundo”
(Martin, 147-48)
En este contexto, la sentencia de Rodó de que Darío “no es el poeta de América”, tiene sentido: el poeta no sustenta la tradición establecida de una realidad social ni sus escritos reflejan una originalidad americana (Ellis, Approaches, 30). Debido en parte a su deseo de plenitud, hay un rechazo en Darío hacia el mundo cotidiano, no obstante su aristocratismo parece ser más emocional que estético. Para el poeta nicaragüense la belleza y la plenitud de la vida son veredicto moral sobre ella.
Así, como la memoria popular reverencia al profeta-poeta nicaragüense y no al poeta superficial del que Rodó escribió, el acontecer histórico dentro de “A Roosevelt” es bastante problemático. Al acercarnos bajo la luz del Nuevo Historicismo a la historia lineal de la América Hispana en el poema, cabría preguntarse ¿qué representa el poema?; ¿qué ha sido falseado?; ¿qué no ha sido mostrado en su totalidad? Porque como afirma Hayden Whites, “our explanations of historical structures and processes are thus determined more by what we leave out of our representation than by what we put in” (290). De esta manera, sobre la visión del poeta de la historia hispanoamericana en “A Roosevelt” cabe preguntarse nuevamente, ¿distorsionó o revisó Darío la historia para apoyar sus propósitos?
Darío re-escribe la historia pre-colombina tal y como escribe su poesía —como una aspiración al ideal. Al hacer esto está re-presentando la historia como una progresión lineal compuesta por un grupo dominante en vez del complejo entremezclarse de culturas, lenguas y etnicidades que componen los grupos indígenas de las Américas. Al combatir el imperialismo norteamericano, Darío encubre el hecho de que su propia sociedad fue el producto de una historia sangrienta de agresividad imperialista. Si se va a considerar a los Estados Unidos como el “futuro invasor”, ¿no hay una cierta causticidad al hablar del primer invasor, España, como la “América ingenua”? (verso 7). Parece irónico que, mientras asevera que los Yankees poseen un “alma bárbara” (verso 44), la horripilante historia de la América Hispana es olvidada o perdonada.
En su Theses on the Philosophy of History, Walter Benjamin atestigua de forma similar que la verdadera historia debe ser una historia de muchas voces. Dentro del “documento de civilización” de Darío existen dos “documentos de barbarismo” simultáneos que merecen ser discutidos aquí: España y lo indígena. Primero, en 1898, Darío defendió la España que admiraba al re-definirla con encomios. Esa España fue llamada:
caballeresca, ideal, noble; es llamada Cervantes, Quevedo, Góngora, Gracián, Velásquez; es
llamada el Cid, Loyola, Isabel; es llamada Hija de Roma, Hermana de Francia, Madre de
América. (Zavala, 104).
En la memoria lineal de Darío aparece más bien una España mitológica en vez de la España responsable por la Conquista.
Luego, el elogio de Darío al poeta Netzahualcoyotl debe ser entendido retóricamente ya que nunca revitalizó la auténtica poesía pre-colombina. En vez, lo Indio es la encarnación de lo ideal para Darío quien en 1896 declaró: “Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenque y Utatlán, en el indio legendario y el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro” (Ellis, Approaches, 527). Otra vez, la realidad histórica está escondida debajo de los auspicios del idealismo.
Conclusión
Como muchos historiadores Darío progresivamente re-describe momentos históricos y personajes de forma tal que desarman una estructura codificada con connotaciones negativas, y re-codificándola con virtudes idealistas para apoyar su propósito. “A Roosevelt” presenta particularmente una historia intrigante de la América Hispana en la cual su problemático pasado ha sido revisado para producir una nueva visión (o versión) de esa historia. También fuerza al lector a considerar introspectivamente su propia historia cultural y su relación con otras culturas. Aunque otros estudios han analizado la estructura, estilo y alusiones del poema en cuestión, no hay garantía de que hayan comprendido la visión de la América Hispana que Darío quiso mostrar. El autor de estas líneas está similarmente restringido en su comprensión a causa de las finitas limitaciones históricas y culturales.
Aunque la obra de Darío es un entrecruzamiento de angustiosas preguntas entre la vida y la muerte, preguntas casi siempre sin respuestas, su figura fue y será la voz de América. Aparece hoy con la autoridad del que abriera a todo el mundo la puerta tras la que es posible ver el enorme y dramático movimiento de la poesía moderna de todas las naciones de la América Hispana. Para el poeta nicaragüense el verso fue la forma eficaz de calar en lo hondo del espíritu no tan sólo del hombre hispano sino del hombre universal. Estas páginas han sido un intento de ubicarlo en su tiempo y en su problemática y de tratar de comprender cómo en él funciona un fenómeno profundamente americano y al mismo tiempo universal en un determinado momento de la historia. Si hoy día la cultura popular lo recuerda con sumo respeto y autoridad, no siempre ha sido así. Su ascensión popular va paralela a la personal perspectiva histórica encontrada en “A Roosevelt”, y las verdaderas voces en conflicto han sido ya silenciadas por los años, la manipulación o la memoria. Aunque esa cultura popular hoy día tal vez difiera, la crítica de José Enrique Rodó aún tiene resonancias verdaderas, “Darío no es el poeta de América”.
NOTA
[i] Hyden White cree que la producción y recepción de textos históricos fue un proceso subjetivo en vez de objetivo. Sobre la naturaleza de recopilaciones históricas sugiere: The important point is that most historical sequences can be employed in a number of different ways, so as to provide different interpretations of those events and to endow them with different meanings” (228). Cada escritor o lector enfatiza ciertos particulares históricos para así sostener sus conclusiones. Como la visión histórica de White, los nuevos historiadores reclaman que nuestra respuesta a un texto histórico no puede ser nunca enteramente objetiva porque vemos la obra y su contexto a través de un cristal preconcebido.
OBRAS CONSULTADAS
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A ROOSEVELT
01 Es con voz de la Biblia o con verso de Walt Whitman,
que había de llegar hasta ti, cazador.
¡Primitivo y modern, sencillo y complicado,
con algo de Washington y un cuatro de Nemrod!
05 Eres los Estados Unidos.
Eres el future invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
10 eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos o asesinando tigrese,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un professor de energía
como dicen los locos de hoy.)
15 Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción,
que donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
20 Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se esptremecen hay un hondo temblos
que pasa por las vertebras enormes de los Andes.
Si clamais, se oye como el rugido del león.
Ya Hugo a Grant lo dijo: “Loas estrellas son vuestras.”
25 (Apenas brilla el argentine sol
y la Estrella chilena se levanta… ) Sois ricos.
Juntáis el culto de Hércules al cunto de Mammón;
Y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
30 Más la América nuestra que tenia poetas
desde los tiempos viejos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco;
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlátida,
35 cuyo nombre nos llega resonando en Platón;
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor;
la América del grande Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristobal Colón,
40 la América católica, la América Española,
la Amétrica en que dijo el noble Cuatemoc:
“Yo no estoy en un lecho de rosas”, esa Améroca
que tiembla de huracanes y que vive de amor;
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
45 Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América Española!
Hay mil cachorros sueltos del león español.
Se necesitaría, Roosevelt ser, por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador
50 para poder tenernos en vuestras fieras garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
Autor: Guillermo Arango
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