viernes, 31 de agosto de 2012

Décima


DÉCIMA AL CUMPLEAÑOSDE BENJAMÍN ARAUJO

Felicidades, tocayo;
sabiendo de tu grandeza,
se me vino con presteza
una idea como de rayo
para corregir un fallo:
permíteme que la mande
porque sé que en Face se expande:
Benjamín es el pequeño,
más por tu fama y tu empeño,
lo contradices por grande.

Décima al cumpleaños de Benjamín Araujo, por Benjamín Cortés Valadez


DÉCIMA AL CUMPLEAÑOSDE BENJAMÍN ARAUJO


Felicidades, tocayo;sabiendo de tu grandeza,se me vino con prestezauna idea como de rayopara corregir un fallo:permíteme que la mandeporque sé que en Face se expande:Benjamín es el pequeño,más por tu fama y tu empeño,lo contradices por grande.


Marius Taca: Pasando pagina

Marius Taca: Pasando pagina: Ande perdido en un laberinto de tristeza, di pasos en falso, en encrucijadas y crucigramas engañosos, cantos de delfín...

Hungariann march, DAVID GARRETT

CARTA COLOMBIANA

jueves, 30 de agosto de 2012

La edad de Benjamín Araujo por Raquel Rueda Bohórquez (en ocasión del Cumpledías de BAAM)

BENJAMÌN ARAÙJO

¡Qué bueno compadre, estás joven aún, como potro salvaje!
! Te escucho relinchar y mirar hacia los cerros, 
Te veo patear y escudriñar esa alcoba invitadora de placeres,
Alguien ha seguido tus pasos, con unos ojos copiado
s de cielo
Veo los tuyos con ese brillo que raya en la locura... ¡Si señor...!
Y yo aquí suspirando como una bestia herida,
Deseando de lo que el sembrador desechó en el camino.

¡La vida…! los mágicos sueños del amor
Sin importar que el tiempo nos persiga
Que parezcamos robles fuertes en el camino
Son 63 y miles de horas y segundos,
No se cansa el reloj con los amantes de la noche
Ni de señalar el tiempo de los sabios.

Espero los cumplas todos, en total salud
Que tus rodillas aguanten pues la cuesta te espera
Ese bravío potro que llevas dentro despertará de nuevo
No son tantos los años… es fresco el tiempo,
Las primaveras aparecen cada día por los cerros
Invitando a una oración de cuerpos y manos;
De labios y lenguas que inviten versos de amor.

Por ahí va Benjamín, me lo contó un ruiseñor
A ratos un poco cansado de tanto caminar
Pero de nuevo; cuando observa ese precioso nevado
El que lo vio crecer cuando jugaba a las canicas,
A ser hombre completo con un libro en sus manos,
Encontré a ese amigo dulce, que aún, a sus bien plantados 63
Sabe sonreír como un niño,
al que la vida le regaló una dulce vejez.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 30/12

REGALO, SED y LA LUZ SIN FANTASMA *

*Otros tres de Gildardo Montoya.

REGALO

¿Con que ventura escribo ese verso
en el que estremece alegre la canción
de una muchacha, y la bicicleta púrpura,
tenaz, estela, la lluvia?


SED

¿Quién dijo que estarías ahí,
para regalarme la huella de un
secreto, ese pasadizo donde no
cabe la muerte?


LA LUZ SIN FANTASMA

Eres sueño, mujer. Nítida huella que no puedo
seguir. Vas borrando todo rastro de mí. 
Consuelo, avizoro, la luz sin fantasma,
tropieza con sombra. Eres sueño. rindo
armas. Recuerda, amiga, sólo traigo entre manos ´
un terrón de azúcar y empieza a llover.

DE PERROS, tres de Gildardo Montoya

A FALTA DE FLORES

¿Cuántos perros habré encontrado muertos,
expulsados en el sueño del camino? A falta
de flores, ofrendo un saxofón en desconcierto,
el que fui y soy: mi ebrio latido timorato.
Yo te pregunto colibrí, ilusión del aire:
¿se escucha 
todavía el latido de mis pasos?


UN PERRO

¿De qué huyes? ¿De mi huida?
Allá, abajo, no temas, sólo juegan
niños en el patio del sol; pero, si lo
prefieres, dibuja la calvicie de un perro,
en la amargura de su esclavitud. Dile
como si fuera viento, como si nada,
que nadie vendrá. 
Beso en desbalago. Silueta equívoca.


TODOS LOS DÍAS

Todos los días el hombre del perro amarillo
camina a mi lado, viene en contrario, pero
transita conmigo. Nos ata el mismo percudido
lazo, sol viejo en la mirada de pocos amigos.

No te despierta, cabrón de marca ni las 
pulgas
saltan, laceran, casi aúllan. Perro amarillo.

DE GILDARDO MONTOYA (aparecido en El Financiero del jueves 30 de agosto) (página 33)

ESCALERA

Cuando sepultamos a mi padre
no me atreví a tomar la palabra.
Oculté decir que cargo conmigo
una escalera, sencilla fragua, alta
ilusión, para asomarme al regocijo,
volandero, en el árbol de la música.
Ay, padre, papá.

MENDRUGOS

Frágil paloma del dolor,
ave que no conoce el
paraíso. No tengo canción
para darte, tierra, labios
con sol. Murmullo de silencio
en que siembres tu abecedario.

¿Te atajó mi latido?
¿Tenía altura la torpeza de mi voz?

Se acabaron los misterios,
mendrugos de pan anduve
entregando en las calles.
Ninguno para ti, ave,
paloma del dolor.

Myrna Silvia, desde Villa Carlos, Córdoba, Argentina


ELLA
Ahogada en desatinado aliento
reposa sin  sueño
hiende aire inalterable
yace en tiempo
ELLA
Se tiende
bosteza, acostada
muerte
cansancio
evocando lunas
ángeles
ennobleciendo bosques
náyades madurando ríos
cielo
estrellas alegres
ELLA
Retrata mortales
lavando fieras condenas
cuenta conflagraciones
relata crueles contiendas
narra contrastes bestiales
escaramuzas sangrientas
ELLA
Resoplo flatulento
reclamo de faena
renuncia oficio
reniega la  fortuna
ELLA
 Aplauso en cofradías
universidad que adoctrina
salvaje,  bestial  templo académico
docente inhumánico
laboratorio de ignorantes
ELLA
Demanda al firmamento
pretende reposo
solo paz
suplicando cosechas
misericordias primaverales
ELLA
Inmortal  mortal tejido
suspiro de caricia en tiempo
mirada modesta en céfiro
inclinación servil ante el tornado
queja al opuesto vendaval
ELLA
Hija de Zeus y Mnemósine
 patrona de mentes
reposa sin sueño
yaciendo tiempos
duerme acostada muerte
ELLA
Corona laureles victoriosos
propietaria
de mundos y cimientes
cimientes que vejan
lo consiente
ELLA
Pretende ser mortal
sin ser mortal recuerdo
CLÍO
Musa, rebelde, díscola…


 


MYRNA SILVIA
28 -08- 2012
Villa Carlos Paz
Córdoba - Argentina

En You Tube

De Peter Bustamante

miércoles, 29 de agosto de 2012

Betibú, de Claudia Piñeiro. (Editorial Alfaguara)


Cuando parece que la tranquilidad ha vuelto a reinar en el country La Maravillosa, Pedro Chazarreta aparece degollado, sentado en su sillón favorito, con una botella de whisky vacía a un costado y un cuchillo ensangrentado en la mano. Todo hace suponer que se trata de un suicidio. Pero pronto aparecen las dudas. ¿Acaso algún justiciero habrá querido vengar la muerte de la mujer del empresario, asesinada tres años antes en esa misma casa? ¿Será ésta la última muerte? El Tribuno, uno de los diarios más importantes del país, deja de lado por unos días su enfrentamiento con el gobierno para cubrir a fondo la noticia. Al escenario del crimen, envía a Nurit Iscar, una escritora retirada, y a un periodista joven e inexperto. Y aunque el antiguo jefe de la sección Policiales, Jaime Brena, ha sido desplazado por sacar los pies del plato, decide involucrarse en el caso y ayudar a su reemplazante y a Nurit, a quien admira en secreto. Lectora aguda de la realidad y de los comportamientos sociales, Piñeiro echa luz sobre las relaciones entre el periodismo y el poder y sobre los cambios que se han producido en los medios de comunicación. “La intriga de Betibú es el enigma de la condición humana, y por debajo de la historia criminal está un retrato social implacable e irónico. La mejor novela de Claudia Piñeiro, y eso es decir mucho”. 
Rosa Montero. 
“Betibú es mucho más que una novela. Es un pequeño manual de periodismo, pero no porque explique la técnica de cómo construir una buena nota en pirámide invertida, sino porque transmite –a través de sus personajes– el amor por una profesión. Betibú es, ante todo, una novela exquisita e ineludible”.

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/25-08-2012/344239. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX

CLAUDIA PIÑEIRO

Claudia Piñeiro. Nació en el Gran Buenos Aires, en 1960. Es escritora, guionista de televisión y colaboradora de distintos medios gráficos. Obtuvo premios nacionales e internacionales por su obra literaria teatral y periodística. Ha publicado la novela Tuya (2005), finalista del Premio Planeta 2003, y los relatos para chicos Un ladrón entre nosotros (2005), Premio Iberoamericano Fundalectura-Norma 2005 de Colombia, y Serafín, el escritor y la bruja (2000), que fue traducido a otros idiomas. Su obra de teatro Cuánto vale una heladera fue estrenada en el marco del ciclo Teatro X la Identidad 2004 y publicada por el Ministerio Educación, Ciencia y Tecnología. Las viudas de los jueves fue premiada por un jurado compuesto por José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson.

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martes, 28 de agosto de 2012

Wonderfull chill out music...

When I'm sixty four

LA LIQUIDA COMPAÑÍA DE LA PALABRA


ANGÉLICA SANTA OLAYA [mediaislaLa escritura de René se caracteriza por la delicadeza con que encadena los soles y las tropicales lluvias de su entorno en la memoria. La palabra se convierte, por las hábiles artes del , en la compañía vital y necesaria para realizar el 
Las aguas por las que fluye el pez poético de René Rodríguez Soriano posee diversas afluentes.  La líquida suavidad de los versos se desliza hasta las profundas aguas de la emoción atravesando citadinas veredas en las que la figura del amor, representada en una , se dibuja a través de la delicada filigrana de los versos retratando la realidad cotidiana que día a día susurra a nuestro oído la palabra Ser… Ser en, y gracias a otro, cuando estamos enamorados, o sentirnos fuera de la existencia cuando el ser amado se aleja:
Yo tuve una amiga,  una azucena, un gato triste,
una serpiente pitón,  una  apagada,
un pedazo de sed o una mariposa que murió.
 (Felpa Azul, pág. 13)
La simbología de las cosas que a diario vemos y palpamos a nuestro derredor se convierte en el instrumento del poeta que ejerce su magia para convertir lo cotidiano en el numen de una manera de decir y hacer sentir bellamente un sentimiento.  La semántica de este poemario transita la casa, la oficina, las calles y el  —terrenal o lingüístico— de un pez que nada, a veces a contracorriente hasta llegar a los metafóricos y delicados abismos de la palabra para clavar la flecha certera del preciso verbo en el lector:
Pienso un nombre y lo escribo, pero no lo leerán;
pienso que estás, que has vuelto o que los dos
siempre estuvimos a la vuelta de un guiño…
Digo tu nombre ahora y entra por la ventana
en tropel la mañana… 
(Torrente, págs. 15 y 16)
La escritura de René se caracteriza por la delicadeza con que encadena los soles y las tropicales lluvias de su entorno en la memoria. La palabra se convierte, por las hábiles artes del poeta, en la compañía vital y necesaria para realizar el viaje a través de las soledades que siempre acompañan al amor. Y el poema toma, incluso, el lugar de la amada ausente ocupando y penetrando —como sólo el ser amado puede hacerlo— el espacio sagrado donde habita la llama de la vida:
Todo viento, todo partícula de tiempo, se desgrana,
me penetra, quilla el poema en su esquina más sólida
y me enciende algo aquí, que no me toco. 
(Estroboscópica I, pág. 18)
Vuelvo al poema y enciendo aquella lámpara es el  de un poema que nos confirma la complicidad entre la poesía y el pez-poeta que nada a través de su lenguaje para no morir. Un poema que suplica a la amada permitir el naufragio ahí donde habitan los vaivenes de los peces locos que habitan las abisales aguas del cuerpo físico que terrenalmente consigue, milagrosamente, encender la luz del espíritu que anima la voz poética en un paradójico naufragio en el que la muerte es portadora de vida.
Peces, mariposas, mandarinas, melones, palmeras y soles son algunos de los personajes de este poemario que parece acontecer en un espacio paradisíaco que, de pronto, se convierte en un oximorónico espacio dondeEva como Adán nada como ave. Un líquido espacio aéreo donde los amantes se debaten haciendo lo que parecería imposible para que la melodía que compone el silencioso dialogar de sus cuerpos habite ríos, rompeolas y las alas de gaviotas y azules mariposas surcando, otra vez, el  del amor.
Con delicados y suaves poemas —a veces matizados de fino humor— René Rodríguez Soriano nos muestra su periplo a través de las amorosas aguas, por él bien conocidas, de la poesía en un  cuya segunda parte se vuelve deliciosamente erótica:
Que pierda el  el gozo de sentir lascivo el roce
del cuchillo de cortar el queso o, confundido
en un vaivén de piernas, el mantel descubra
su lujuriosa condición de sábana, sedosa y muelle… 
(Redefinición de la función de las cosas, pág. 49)
Palabras de  y de  bellamente escritas a veces desde las lágrimas y a veces desde el beso, pero siempre unidas por la hábil mano del artesano que teje su filigrana poética hasta la asunción de lo no repetible, pero vivo gracias a la palabra:
… un lenguaje antiguo transfigura mi recuerdo y estás
aunque no eres la misma de hace mil años, parada
en la ventana de mi ser. Estás… 
(Pospenélope, pág. 72)

CUIDADO CON LA FILOLOGÍA


MANUEL GARCÍA VERDECIA [mediaisla] He leído  y de crítica y perceptiva literaria en que simplemente no se llega a sacar una  en claro. Son análisis de citas y definiciones que un autor hizo sobre un autor que se ha basado en otro autor el cual ya había sintetizado críticamente otros autores…
Los escritores suelen desconfiar de los críticos y académicos, por supuesto muchas veces no sin razón. No son pocos los ejemplos de autores que se han quedado de una pieza cuando han escuchado lasinspiradas reflexiones de algún investigador en torno a sus obras. Dicen que le sucedió a Guillén que descubrió a otro autor al oír cierta exégesis de su obra. Este es también el  de un magnifico cuento de Isaac Assimov, «El Bardo Inmortal», en el que Shakespeare redivivo asiste a unos cursos sobre su obra y… termina reprobado. ¿Es esta desconfianza sólo capricho o suspicacia? No lo creo. Pienso que tiene que ver con malas experiencias respecto a determinados exégetas y críticos. Claro, en esto como en todo debemos tener mesura: hay académicos y académicos.
Pero veamos una observación particular. En una anotación perteneciente a sus Diarios 1939-1949/ 1956-1958, publicado por la Editorial , José Lezama Lima consigna:
«¡Cuidado con la filología! Después de leer a Max Müller se nos puede ocurrir definir a la poesía: la pervivencia del fonético por la vitalidad interna del gesto vocálico que la integra.»
Con la ingeniosa socarronería que lo caracterizaba, Lezama ha hecho una advertencia muy atinada. Aunque la generalización, como todo en él, es un tanto hiperbólica, resume un elemento básico: hay que cuidarse de ciertas pretensiones de penetración y explicación de asuntos complejos, sutiles, no del todo manipulables y casi inefables, mediante el manejo de técnicas que han sido elaboradas desde fuera del fenómeno —o sea desde un mirador externo a la poesía en este caso.
Lezama partía de la lectura de un filólogo específico, Max Müller, pero extendía su advertencia a toda la disciplina. Müller fue un pionero de la filología. Alemán que vivió y trabajó en Inglaterra, desarrolló su obra básicamente en torno a la religión y la mitología hindú. Al parecer, el autor hacía afirmaciones ingenuas del tipo de la que Lezama caricaturiza, pues veía en la confusión lingüística el origen de los mitos. Quisiera ver el rostro de Lezama al comprobar todo lo que hizo el estructuralismo y el neoestructuralismo (con la extrema afectación del deconstruccionismo) después con la literatura. Su risa debe ser un trueno olímpico cuando no un llanto desconsolado.
Sucede que en determinados círculos, básicamente de estudiosos que no cuentan con una visión poética de los asuntos vitales sino una postura delimitadora, definitoria y exegética, se realizan textos que derivan en verdaderas pompas de abstracciones. He leído tesis y libros de crítica y perceptiva literaria en que simplemente no se llega a sacar una idea en claro. Son análisis de citas (muchos escritos se valoran básicamente a partir de la cifra de referencias incluidas) y definiciones que un autor hizo sobre un autor que se ha basado en otro autor el cual ya había sintetizado críticamente otros autores que a su vez, basándose en numerosos analistas, han abordado la obra, allá, lejana, solitaria, intocada (¡gracias demos al Señor!) en lo último de la fila, de determinado poeta. Al parecer cada cual quiere ver quién construye el concepto  o el juicio más ingenioso y enrevesado, pues (aunque parezca absurdo) hay quienes ven en lo ininteligible lo importante. Es un círculo vicioso de derivaciones, ampliaciones y refutaciones de lo que todos han dicho, que llevan a preguntarse, «Pero y usted amigo, ¿qué piensa del asunto?». Sin embargo, lo esencial lo que trató de enunciar el poeta queda asfixiado en la maraña de citas, réplicas y contrarreplicas. En fin, son juegos de palabras con poca o ninguna vida.
En su reciente libro, La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa habla de estos analistas de la  cultura. Ve en ellos buena  de responsabilidad en lograr la confusión actual donde cualquier artefacto o acción descabellada pasa por arte o literatura, sin portar los genuinos valores que podrían hacer de esa obra «cultura», o sea, un elemento del proceso de humanización vital. Expresa el novelista y ensayista peruano:
«En el campo de la cultura, llegaron a producir una curiosa inversión de valores: la teoría, es decir la interpretación, llegó a sustituir a la obra de arte, a convertirse en razón de ser.»
Terrible suceso este que arrinconó la verdadera creación para dar mayor relevancia a las apostillas y sus sucesivas derivaciones, el texto sobre el texto sobre el texto sobre el texto… hasta la sosa burbuja abstracta. La aproximación al borde del vacío. Su construcción se basaba en una escabrosa prestidigitación palabrera, o como lo ve Vargas Llosa:
«Aquellos teóricos exponían a menudo sus teorías en una jerga esotérica, pretenciosa y muchas veces desprovista de originalidad y profundidad, tanto que hasta el propio Foucault, quien alguna vez incurrió también en ella, la llamó “oscurantismo terrorista”.»
Excelente denominación pues en verdad, esos textos solo logran aterrorizar al lector común y a los propios creadores de literatura. A la postre, en su mayoría solo sirven para alimentar el vano ego de sus fabricantes que luego la posteridad de encarga de borrar. No así al objeto de sus divagaciones: Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe… siguen tan frescos y misteriosos como al principio.
Por eso, Lezama veía el peligro de la filología en su intento de fijar, simplificando y alejándose, lo infijable. Cree que el objetivo de la filología es definir la poesía, algo que pensaba era, no ya una presunción, sino un imposible. Pensaba que no se podía definir los que es por esencia un misterio, una esencia intangible ya que surge de la compleja y siempre cambiante relación del hombre con el mundo y su conocimiento. Por supuesto, es una visión irónica, sabemos que se pueden hacer tanteos de aproximación para ayudar a entender (él mismo lo hizo), siempre que se sepa que no hay una  simple, definitiva ni inmutable. No es casual que cuando a él le pidieran una definición de la poesía diera la siguiente: «es un caracol nocturno en un rectángulo de agua». Obviamente no podía evadir la poesía pues su ironía roza lo poético. Es la mejor definición: no la define, la acomete. Claro, no hay diferencia entre un caracol nocturno y  diurno, así como es imposible en la enmarcar un rectángulo de agua. Pero esto no es sólo posible en la poesía sino que es el acercamiento mejor a ella.
Lezama ve en la actitud de explicación un «intento perezoso» una «obstinación diabólica de querer hundir un alma». Debemos entender la pasión con que defiende la poesía. Es como contemplar nuestra sangre derramándose en el vacío. Lo perezoso viene por el deseo cómodo de tener herramientas para entender, postura digestiva, de fácil deglución, no de inundación deseosa o ardua penetración. Ya sabemos que para él «sólo lo difícil es estimulante». Así mismo, tal perspectiva resulta diabólica pues destruye la naturaleza de la poesía misma y del interlocutor poético, aquel que debe entrar en ella. Tal como él lo dice busca hundir su alma pues lo conduce por un sendero falso y lo aleja del verdadero goce poético.
Otro grande, Jorge Luis Borges veía en todo intento de resumir «técnicamente» un asunto de tan vasta una actitud artificiosa. Exponía ciertas apreciaciones a que la propia práctica de la escritura poética lo había llevado y advertía:
«No soy poseedor de una estética. El tiempo me ha enseñado algunas astucias (…) recordar que las normas anteriores no son obligaciones y que el tiempo se encargará de abolirlas. Tales astucias o hábitos no configuran ciertamente una estética. Por lo demás, descreo de las estéticas.»
Lo cual debe leerse como escepticismo de las teorías en torno al hecho poético. Como ha dicho el poeta americano Archibald Mac Leish: «el poema no debe significar, el poema debe ser».
Trataré de ilustrarlo por otros medios. Cuando contemplamos un rosa única en su esplendor, cuando presenciamos languidecer el día en el ocaso, cuando nos extasiamos con el nacimiento de un hijo o desfallecemos en un abismo insondable tras la pérdida de un ser amado, nunca se nos ocurre preguntar qué significa una de estas experiencias. Hemos estado en el ámbito de la poesía. Lo que queda para algunos, los favorecidos con la gracia, es expresarlo en el poema. Cualquier explicación sobra. Cuando Lezama nos advierte, « ¡Cuidado con los filólogos!», nos está diciendo: «Aléjense de las fórmulas, desentiéndanse de los esquemas, arrojen las técnicas y vivan la poesía.» | mgb, holguín, cuba manuel.odiseo@gmail.com

REQUIEM DE MOZART

lunes, 27 de agosto de 2012

RESUCITEMOS


No importa que la muerte no haya llegado,
ni que la oscuridad no haga ruido
todo pasa muy pronto, cual chiflido;
es la vida que sólo es cual hado...

No importa que la muerte no ha venido,
estemos preparados en la vida
pues tengamos, a veces, una huida
para que no nos tome distraido...

Tengamos las amarras colocadas
para que no nos vengan "de repentes"
y podamos vivir con repelentes
para que nos lleven "esas" hadas...

Pongámosles sabor a estos momentos
con sonrisas salidas, no forzadas,
para que toquemos muy bien los instrumentos
de la vida que pasa, como helada


En 60 segundos...

Entrevista a Clarice Lispector, en 1976 (un año antes de su muerte)


*TEXTO TOMADO DEL SUPLEMENTO CULTURAL Radar del diario argentino "Página 12"
Entrevista a la escritora Clarice Lispector, grabada el 20 de octubre de 1976 en la sede del Museu da Imagem e do Som de Río de Janeiro
Affonso Romano de Sant’Anna: Clarice, ¿empezamos con algunos datos biográficos?
Clarice Lispector: Nací en Ucrania, pero ya en fuga. Mis padres pararon en una aldea que ni aparece en el mapa, llamada Tchetchelnik, para que yo naciera, y vinieron al Brasil, adonde llegué con dos meses. De manera que llamarme extranjera es una tontería. Soy más brasileña que rusa, evidentemente.
Affonso Romano de Sant’Anna: ¿La gente te llama extranjera por el acento?
Clarice Lispector: Por la “erre”. Creen que es acento, pero no lo es. Es el frenillo. Podrían habérmelo cortado, pero es muy difícil ya que es un lugar siempre húmedo, de difícil cicatrización. Ahora ya da igual.
Affonso Romano de Sant’Anna: Y tus primeras lecturas literarias, ¿cuándo empezaron, más o menos?
Clarice Lispector: Cuando aprendí a leer... Bueno, antes de aprender a leer y a escribir, yo ya fabulaba. Incluso inventé con una amiga mía, un poco pasiva, una historia que no acababa. Era lo ideal, una historia que no acabase nunca.
Affonso Romano de Sant’Anna: La amiga pasiva de quien hablas es una amiga imaginaria, ¿no?
Clarice Lispector: No. Era real, pero quieta, me obedecía. Porque yo era un poco líder. La historia era así: yo empezaba, todo era muy difícil, los dos muertos... Entonces entraba ella y decía que no estaban tan muertos. Y ahí volvía todo a empezar... Después, cuando aprendí a leer, devoraba los libros, y pensaba que eran como un árbol, como un bicho, algo que nace. No sabía que había un autor detrás de todo. Luego descubrí que era así y dije: “Yo también quiero”. En el Diário de Pernambuco, los jueves, publicaban cuentos infantiles. Yo no me cansaba de mandar mis cuentos, pero nunca los publicaban, y yo sabía por qué. Porque los otros decían: “Erase una vez y esto y lo otro...”. Y los míos eran sensaciones.
Affonso Romano de Sant’Anna: ¿Guardaste alguna copia de esos cuentos o los publicaste en otro sitio?
Clarice Lispector: No, no he guardado nada.
***
Marina Colasanti:El título Cerca del corazón salvaje procede de Joyce, si no me equivoco.
Clarice Lispector: Es de Joyce, sí. Pero yo no había leído nada de él. Vi esta frase que sería como un epígrafe y la aproveché.
Marina Colasanti: Porque Joyce aparece, es decir, puede ser él o no serlo, en un personaje llamado Ulisses. Una vez, en unas declaraciones en la PUC, dijiste que no tenía nada que ver con el Ulises de Joyce, ni con el de Homero, que no había ahí ninguna cita escondida y que era sólo un muchacho que habías conocido en Suiza.
Clarice Lispector: Cierto. Y que se había enamorado de mí. Y yo estaba casada, de manera que se fue de Suiza y nunca más volvió. Era estudiante de filosofía.
Marina Colasanti: Tienes un perro, Uli-sses, ¿verdad?
Clarice Lispector: Tengo un perro llamado Ulisses, sí.
Affonso Romano de Sant’Anna: En aquella charla, una alumna había hecho precisamente una pregunta sobre el origen de tus personajes, porque ella veía una serie de relaciones entre ese personaje y las características míticas que estarían presentes en la Odisea e incluso en Joyce.
Clarice Lispector: Bueno, corresponde a los críticos establecer las comparaciones.
Affonso Romano de Sant’Anna: Lo que la crítica siempre exaltó en tu trabajo es que apareciste ya con un estilo completo: no era un estilo en progresión. En Cerca del corazón salvaje ya eras Clarice Lispector y eras todavía una niña de diecisiete, dieciocho años.
Clarice Lispector: Es curioso que yo no haya tenido influencias. Ya estaba guardado dentro de mí. Ya había escrito cuentos antes.
Affonso Romano de Sant’Anna: Hay una influencia que parece que tú misma has reconocido una vez, si no como influencia directa, por lo menos como lectura constante tuya, que era El lobo estepario, de Herman Hesse.
Clarice Lispector: Lo leí a los trece años. Me volví medio loca, me entró una fiebre terrible, y empecé a escribir. Escribí un cuento que nunca se acaba y que yo no sabía muy bien cómo hacer, entonces lo rompí y lo tiré.
Marina Colasanti: ¿Rompes muchas cosas?
Clarice Lispector: Ahora he aprendido a no romper nada. Mi asistenta, por ejemplo, tiene órdenes de dejar como esté cualquier pedacito de papel con algo escrito.
Affonso Romano de Sant’Anna: Porque si no, pedirías que la USP colocase un funcionario en tu casa. La universidad está comprando los archivos de todos los escritores brasileños y así ya tendríamos un funcionario recogiendo tus papelitos para adelantar el expediente.
Clarice Lispector: No me digas, ¿cuánto pagan?
Affonso Romano de Sant’Anna: Una fortuna. Allí está la biblioteca de Mário de Andrade, entre otras. Podías haber pedido un buen dinero.
Clarice Lispector: ¡Ay, Dios mío! He roto tantos papeles.
Affonso Romano de Sant’Anna: Puedes vendérselos a ellos o venderlos, en dólares, a las universidades norteamericanas.
Clarice Lispector: Una universidad de Boston me escribió una vez pidiendo detalles de mi vida. No respondí porque me da mucha pereza escribir cartas. Y había un amigo a quien le dije: “Responde por mí. Di lo que quieras y di que yo estoy de acuerdo”. Después recibí un diploma de Boston. Se me consideraba como parte de la biblioteca de la universidad. Ni sé dónde está eso.
Marina Colasanti: Estabas diciendo que empezaste escribiendo cuentos para niños, y de vez en cuando vuelves a ellos. ¿Es otra actividad paralela?
Clarice Lispector: Sí. Hoy mismo me han entrevistado cuatro niñas de once años del Santo Inácio, con fotografías y preguntas y más preguntas a causa de La mujer que mató a los peces y si era verdad que me gustaban los animales. Dije: “¡Claro! ¡Yo también soy un animal!”. Después se fueron... Me dejaron muy cansada.
Marina Colasanti:¿Y por qué escribes libros infantiles esporádicamente?
Clarice Lispector: Bueno, primero mi hijo Paulo, en Washington...
Marina Colasanti: ¿Cuántos hijos tienes?
Clarice Lispector: Dos. Uno vive con su padre y el otro está casado, Pedro y Paulo Gurgel Valente. Cuando estaba escribiendo La manzana en la oscuridad en Washington, mi hijo Paulo me pidió, en inglés –yo hablaba portugués con él, pero él hablaba inglés conmigo–, que escribiese una historia para él, y le respondí: “Después”. Pero él dijo: “No, ahora”. Entonces saqué el papel de la máquina y escribí El misterio del conejo que pensaba, que es una historia real, una cosa que él conocía. Por esa vez, fue todo. Lo escribí en inglés para que la criada se lo pudiese leer, ya que entonces él todavía no sabía... He preguntado a un médico si es normal tener tantas ideas al mismo tiempo y me ha dicho que todo el mundo las tiene, por eso me pierdo. Ya no sé qué estaba diciendo... ¡Ah! Por esa vez, fue todo. Pasado un tiempo, un escritor de San Pablo, ya no me acuerdo de su nombre, que editaba libros infantiles, me preguntó si yo quería escribirlos o si tenía alguno. Dije que no. De repente me acordé de que todavía tenía la historia del conejo y que sólo había que traducirla al portugués, cosa que hice yo misma.
***
Affonso Romano de Sant’Anna: Vimos en Buenos Aires una edición española, creo que de La manzana en la oscuridad, ¿no?
Clarice Lispector: Han publicado casi todos mis libros. Cuando llegué allí me quedé pasmada. He estado este año.
Affonso Romano de Sant’Anna: ¿Y esa gente te paga?
Clarice Lispector: No, nada. A veces pregunto, pero es tan inútil, porque tampoco pagan. Es otro país, es otra cosa, ¡si aquí me pagan mal! ¿Cómo va a ser en otro país? En Argentina se han publicado muchas cosas mías y yo me quedé pasmada cuando llegué, no sabía que me conocían. Dieron un cóctel, treinta periodistas, hablé por la radio, medio teledirigida, porque era todo tan extraño, tan inesperado, que actuaba casi sin saber. Ni noté que estaba hablando por la radio.. Yo qué sé... Una mujer me besó la mano.
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Joao Salgueiro: En 1964 apareció La pasión según G. H.
Clarice Lispector: Pero fue escrito en 1963. Es curioso, porque yo estaba en la peor de las situaciones, tanto sentimental como de familia, todo complicado, y escribí La pasión... ¡que no tiene nada que ver con eso, no lo refleja!
Affonso Romano de Sant’Anna:¿Crees que no?
Clarice Lispector: No, en absoluto. Porque yo no escribo como catarsis, para de-sahogarme. Nunca me he desahogado en un libro. Para eso sirven los amigos. Yo quiero la cosa en sí.
Affonso Romano de Sant’Anna: Permíteme que te plantee un problema. Sabes que la crítica literaria actual tiene la siguiente teoría: el texto es exactamente igual al sueño, tiene un contenido manifiesto y un contenido latente.
Clarice Lispector: Estoy de acuerdo.
Affonso Romano de Sant’Anna: Entonces, ¿no crees que sería posible que en el inconsciente del texto se localice todo eso? Es decir, hay un cierto nivel del texto que, como en el sueño, escapa al control del soñador...
Clarice Lispector: Sí, escapó del control cuando yo, por ejemplo, supe que la mujer G. H. iba a tener que comerse el interior de la cucaracha. Me estremecí de miedo.
Affonso Romano de Sant’Anna:¿Por qué G. H.?
Clarice Lispector: Porque era ella hablando sobre sí misma, es decir, no se llamaba a sí misma, pero hay un momento en que ella consigue un nombre, puesto que en la maleta estaban las iniciales G. H. Entonces quedó “según G. H.”.
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Affonso Romano de Sant’Anna: ¿Sabías que Clarice es una bruja tremenda? (risas)
Clarice Lispector: Ah, eso fue un crítico, no recuerdo de qué país latinoamericano, que dijo que yo usaba las palabras no como escritora, sino como bruja. Por eso, quizá, me mandaron una invitación para participar en el Congreso de Brujería de Colombia. Me invitaron y fui.
Marina Colasanti: La única bruja brasileña (risas)
Affonso Romano de Sant’Anna: Pero cuenta tus relaciones con la brujería, Clarice. Si tuvieses que introducir al lector en esos misterios, ¿cuáles serían los datos?
Clarice Lispector: ¡No hay, no hay!
Joao Salgueiro: ¿La idea de la brujería nació del crítico y tú no la desarrollaste?
Clarice Lispector: No, no. No tuvo consecuencias, tampoco me acostumbré al clima de Bogotá, en Colombia. Tenía dolor de cabeza y un día me encerré en el cuarto, sola. No cogía el teléfono, sólo llamaba para pedir comida y bebida. Me parecía muy aburrido. Me aburro fácilmente de las cosas...
Affonso Romano de Sant’Anna: ¿Cómo fue tu presentación allí?
Clarice Lispector: Dijeron que querían un texto mío. Yo no sabía hacer un texto sobre brujería porque no soy bruja, ¿no? Entonces traduje al inglés “El huevo y la gallina”. Pedí a un tipo, cuyo nombre no recuerdo, que lo leyera. El tenía la traducción española. La mayor parte de la gente no sabe qué era lo que se leyó, no entendieron nada. Pero un norteamericano se quedó tan alucinado que me pidió una copia de aquel cuento...
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Joao Salgueiro:¿Conociste al pintor Giorgio De Chirico?
Clarice Lispector: Sí, lo conocí. Yo estaba en Roma y un amigo mío me dijo que seguramente a De Chirico le gustaría pintarme. Se lo preguntó y él dijo que sólo después de verme. Me vio y dijo: “Pintaré su retrato”. Lo hizo en tres sesiones y dijo: “Podría continuar pintando interminablemente este retrato, pero temo estropearlo todo”.
Joao Salgueiro: ¿Dónde está ese retrato?
Clarice Lispector:Está en casa.
Marina Colasanti: Tienes una buena colección de retratos. Varios artistas han pintado a Clarice.
Clarice Lispector: Lo que pasa es que yo, según parece, tengo un rostro un poco exótico. Y eso atrae mucho a los pintores.
Affonso Romano de Sant’Anna: Eres medio asiática...
Clarice Lispector: Cuando estaba en Wa-shington, en un cóctel, un hombre se me quedó mirando, mirando, se acercó a mí y me preguntó: “¿Es usted rusa?”. “Nací en Rusia, pero no soy rusa, ¿por qué?” “Porque tiene usted el tipo fino de los rusos.” Le pregunté quién era y me dijo no sé qué Tolstoi; era pariente de Tolstoi.
Marina Colasanti: Clarice, ¿cómo conseguiste conciliar tu personalidad tímida y la carrera diplomática que tenían que seguir?
Clarice Lispector: Lo odiaba, pero cumplía con mis obligaciones para ayudar a mi ex marido. Daba cenas, hacía todo lo que había que hacer, pero con náuseas...
Marina Colasanti: ¿Y escribías paralelamente? Porque la vida diplomática ocupa mucho.
Clarice Lispector: ¡Sí, escribía! Escribía, atendía al teléfono, los niños gritaban, el perro entraba y salía... La manzana en la oscuridad fue así...
Marina Colasanti:La presencia de tus hijos es muy constante en cuentos, notas, pasajes... Has vivido siempre muy unida a ellos, ¿no?
Clarice Lispector: Sí, estoy muy unida a ellos.
Marina Colasanti: ¿Y cómo viven ellos el hecho de que seas escritora? ¿Son lectores tuyos?
Clarice Lispector: No lo sé, nunca se lo he preguntado, pero Paulo habló un día de un cuento mío, así supe que lo había leído. Porque lo que yo era, y soy, principalmente, es su madre, no una escritora. Y debe de ser pesadísimo tener una madre escritora.
Marina Colasanti: Las madres siempre son pesadas, Clarice, no hay modo de evitarlo...
Clarice Lispector:Sí, las madres son pesadas...
Marina Colasanti: Pero los cuentos infantiles, al menos los que hiciste para ellos, sabes que los han leído.
Clarice Lispector: Sí, lo sé. Y les gustaron, porque yo no miento a los niños.
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Joao Salgueiro: Como persona, en el mundo actual, ¿te sientes integrada en la sociedad o te sientes solitaria?
Clarice Lispector: Mira, tengo amigos, amistades, pero escribir es un acto solitario. Fuera del acto de escribir me llevo bien con la gente.
Joao Salgueiro:¿Quieres decir que no sientes soledad?
Clarice Lispector: A veces, a veces, e incluso muy profunda... Alceu Amoroso Lima escribió una cosa, muy repetida después, dijo que yo estaba en una trágica soledad en las letras brasileñas.
Affonso Romano de Sant’Anna: No sé si será una indiscreción, pero ¿podrías contar la historia de las palomas? Esta historia, en sí, daría un cuento.
Clarice Lispector: Sí, lo daría, pero un cuento fantástico, que nunca sería considerado real. Pero sucedió... fue así: el 1º de enero de 1964, una amiga mía entró en su casa a buscar algo y yo me senté en la escalera a esperarla. De repente, me entró una desesperación tan grande con aquel sol y el agua vacía, el primer día del año, que dije: “Ay, Dios mío, dame al menos un símbolo de paz”. Cuando abrí los ojos tenía una paloma junto a mí. Después fui al cine. Las tiendas estaban cerradas, pero junto al cine Paissandú, en un escaparate, había un plato con cuatro palomas que, al día siguiente, compré. Ahora lo tengo medio abandonado... Pero el tercer hecho fue el más impresionante: yo iba a la ciudad en un día de calor, tomé un taxi y estaba tan cansada, con las gafas oscuras, que apoyé la cabeza en el asiento de enfrente. De repente, noté una cosa entre el ojo y las gafas y miré qué era. Era una pluma de paloma... Después me fui a hacer una visita de camaradería a un amigo mío médico, y le conté la historia. Le pregunté: “¿Cómo te lo explicas?”. El sólo dijo: “Lo que es bueno no necesita explicación...”. Y pregunta: “¿Quieres una pluma de paloma?”. Asustada, le pregunté: “¿Tienes una?”. Entonces él cogió una y me la dio... Otra vez, cuando iba al médico, tomé un taxi que, durante el trayecto, dio un frenazo brusco. Le pregunté al taxista: “¿Qué ha pasado?”. Y me dijo: “Gracias a Dios, he evitado matar a una paloma”. Una historia increíble...
Marina Colasanti:Hace un tiempo atravesabas un período de crisis respecto de la escritura. Es decir, no querías escribir. Habías acabado el libro anterior a la novela que escribes ahora. Decías incluso que tu liberación sería poder no escribir.
Clarice Lispector: ¡Claro...! ¡Escribir es un peso!
Joao Salgueiro: Clarice, esta pregunta es de una periodista: “Eres una intuitiva. Entonces, ¿cómo encaras lo sobrenatural en tu vida?”.
Clarice Lispector: Mira, lo natural es también sobrenatural. No creas que está tan lejos. Lo natural es ya en sí un misterio.