viernes, 31 de enero de 2014

ES OLVIDO, Nicanor Parra

Es Olvido

Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.

EL PRIMO GUILLERMO, Guillermo Sheridan

El primo Guillermo


Los primos son los primeros individuos con o contra quienes edificamos nuestra propia individualidad. Hermanos a medias, íntimos diferentes, que chapotean en el mismo charco genético. Son los primeros mentores o los prime- ros abusivos, compañeros y adversarios a la mano. Propedéutica social a domicilio: la doméstica embajada de los otros. Y las primas, esas taumaturgas, intrigantes relevos de la madre...
En el primer paisaje de Paz, sus primos María Luisa, Guillermo y Ernesto actúan los roles propios del género: la fantasiosa María Luisa “había creado toda una mitología de seres misteriosos” (Itinerario); los varones truecan el jardín en unas subsidiarias guerras púnicas cuando su primo los disfraza de los héroes de sus primeras lecturas (Pasado en claro):
Abderramán, Pompeyo, Xicoténcatl,
batallas en el Oxus o en la barda
con Ernesto y Guillermo.
El más importante es Guillermo. Vivió un tiempo en la casa de Mixcoac con rango de hermano mayor supletorio. Era, como María Luisa, hijo de Rosita Paz Solórzano y de Joaquín Haro Velázquez de la Cadena, que cometieron en 1896 boda pomadosa con música de Beethoven, “rosas blancas, gardenias y camelias” y personero del ministro Limantour (lo cuenta Amado Nervo, que hacía sus pinitos como cronista de deportes y sociales).
Al primo Guillermo Haro y Paz lo han investigado mis colegas José Alberto Castro y Felipe Gálvez, exploradores de las vidas de ambos Octavios, padre e hijo. Castro publicó “El primo de Octavio Paz narra su infancia”, cuya historia central es la del día en que los primos salieron a ver los destrozos que una tormenta había causado en Mixcoac. Guillermo, de seis años, asió una rama húmeda y retó en singular combate al dragón de un cable eléctrico caído. Y perdió, pues el cable vivo se enredó en su Tizona y le atizó una desigual descarga. Al verlo caído y privado, por querer ayudarlo, el primo se llevó su ración de kilovatios y fue aventado por el golpe con las manos quemadas.
Todo esto lo vio un joven llamado Basilio Bulnes que, a pesar de los estragos de la tormenta, se estaba rasurando: “De pronto, en el espejo que reflejaba mi mentón [buen detalle de narrador escrupuloso] alcancé a ver a un niño que golpeaba un cable con una vara y caía fulminado. Su acompañante, un pequeño menor que él, intentó ayudarle y también cayó al suelo.” Bulnes corrió a la calle. El primo pequeño se repuso y corrió hacia la plaza de San Juan pidiendo auxilio y gritando “¡Se murió Guillermo!”. Un zapatero logró apartar el cable del cuerpecito. Alguien le puso un rebozo sobre la cara luego de juzgarlo suficientemente muerto. Pero el Caballero del Espejo empleó mejor el seso, le dio respiración artificial y logró revivirlo. Guillermo se repuso sin más baja que las quemaduras y un dedo índice que hubo que amputarle.
Este testimonio fue recogido por el propio primo Guillermo. Muchos años más tarde, ya médico practicante, atendió en la Clínica Londres a Basilio Bulnes, invadido por el cáncer. ¿Cómo se habrán reconocido? Gálvez, que narra la historia, no lo dice, quizá porque no lo dice el primo Guillermo. Pero aficionado a la literatura popular como soy, supondré que Bulnes preguntó al médico cómo había perdido el dedo y el médico le habrá contado que de niño, un día, en Mixcoac, luego de una tormenta... Lamentablemente, el doctor no pudo salvar a su salvador.
Guillermo Haro y Paz evocaba otras historias: las insignias masónicas de su abuelo Ireneo, el hallazgo de la micropirámide de Mixcóatl, los frecuentes combates a puñetazos que su primo tenía que librar en la escuela, donde sus compañeros lo hostigaban por “atildado y bonito”, tratándolo de extranjero, y cómo él tuvo que entrar a esos pugilatos en más de una ocasión; la mala relación con su padre, el abogado Octavio, a quien acompañaban a cazar patos enlodados; que Octavio y él eran miembros del equipo de basquetbol del Club Atlético César Augusto Sandino (famoso por su acrónimo); que Octavio recorría la ciudad en bicicleta; que tenía mucho éxito con las “chamacas”... Y así hasta el día de 1980 en que lo acompañó a enterrar a su madre, casi nonagenaria, y cómo el poeta lloraba sin consuelo.
Vi el índice que le faltaba (es decir, no lo vi), en la casona de Francisco Sosa en 1997, luego de la ceremonia para anunciar la Fundación Octavio Paz. Llegó, se sentó por ahí y luego entró a saludar: “Soy el primo Guillermo”, dijo. El poeta celebró su presencia y explicó a sus amigos que ese señor le había enseñado a jugar canicas y, por poco, le había enseñado la muerte, la muerte real, pues la imaginaria la actuaban con frecuencia en el jardín de don Ireneo:
El universo habla solo
pero los hombres hablan con los hombres:
hay historia. Guillermo, Alfonso, Emilio:
el corral de los juegos era historia
y era historia jugar a morir juntos. ~

PALIMPSESTO, Juan Bañuelos

Juan Bañuelos (1930)

Palimpsesto


recién despierto
el hombre
inclinado
como un pobre sastre
que hilvana una prenda
rasguea su guitarra.
los sonidos que pasan
abren la escena IV
que contiene
la mente de cuerpo entero
en diálogo
con las mujeres del tiempo/
las escenas I, II, y III
pertenecen al mostruo
y al espacio.
el final
es el hallazgo
del pensamiento real
inmóvil
en el frío de las variaciones.
ellas sólo dijeron:
"tu guitarra es azul
mas no tocas las cosas
como son."
el ojo despejado/
un puro ver
sin reflexión
el hombre dijo:
"las cosas como son
en mi guitarra son/
de otra manera:
umbilical
el yermo
es una farsa
de la lluvia/
en mi guitarra
la montaña camina
y la noche es de piedra."
una de las mujeres
suplicó: "toca un aire
que nos trascienda
y separe la palabra
de las cosas."
el guitarrista
se consagra
a pulsar sus sentidos
y las cuerdas desfloran
el resplandor del alba/
doma al monstruo
indecible
(que nos atañe por dentro)
y despliega su fuerza
hacia un cielo que piensa/
en el instante
en que al final del parecer
el vaso con la flor
el cuadro rojo
el hombre
peinándose a dos espejos
el escritorio y la ventana
son en la guitarra
como antes fueron
capturados en la piedra.
los sonidos
transfiguran la mente entera
como un periódico
arrastrado por el viento
cambia las noticias/
así
los muros levantados
son la perfección
del pensamiento/
y la quietud
parte de la página
sin ser observada.
el hombre
vuelve a inclinarse
-como el sastre que cose-
sobre su instrumento/
y es un hombre
en el cuerpo
de una bestia furiosa
sentado en una silla
al sol/
y es una guitarra
monstruosamente azul/
mientras
en la pieza contigua
la soprano coloratura
canta el aria
de la realidad
que es un pájaro
que nunca se posa
y deja fluir sus alas
como un río sin cauce.
esa profunda alondra
jamás
calumniará a la muerte.
Pervesidad de la separación
desautorizo
mi ternura/
vuélvanse
mis ojos
turbulencia/
pido castigo ejemplar
a mis palabras.
al alba
quito la escalera
para que ninguna luz
suba a las ventanas/
que sea
irreflexiva
como un perro
mi bondad
que en los charcos
sean glorificados
mis instintos
que la vida tropiece
y su pie herido
sea mutilado.
desautorizo
a mi sangre
y a mi sexo/
y para mis oídos
toda mi voz/
toda vez
toda sombra
todo siglo
sea mi espalda
una sábana
árida.
la ausencia es una unión definitiva.
todo
tengo prohibido:
incluso la amargura.
Poema interrumpido por un allanamiento
Aquí la sangre, aquí tal si saliera
de una enorme bestia destazada.
La humareda de los siglos ahogándome.
Golpeando atrás del alma, golpeado
en nombre de la puerta custodiada:
"Ten coraje, Bañuelos.
Valor, viejo".
Será en la cacería siguiente
cuando mi íngrimo horizonte
caiga bajo la zarpa estrujamiedo.
Será. Será.
Los nervios con sus patas de diarrea.
Será el ciempiés errante de las fosas
abiertas en los rostros.
Y hallándome acosado
parpadeó el espejo
detrás de mi memoria.
Jugué a tener memoria.
Ascendí ensacerdotado de juncia y de cafetos.
Corrí por los llanos de Colón.
Fuí huésped a los quince
de aquella cárcel municipal,
y luego él "considera que es tu hijo"
y "o das tu cuota o friegas los excusados"
y ese olor natal de Tuxtla y sus alrededores
cuando, leyendo bajo el puente, el agua era
una ave larga que volaba boca arriba.
Y ahora aquí, entre la producción y el miedo,
"bendito seas entre todos, bendito", "no te eches
a perder", "visita a tus tíos". . .
Avergonzado de gastar todos estos años
en imágenes de aserrín, con los puños cerrados,
como el lagarto al acecho del mosco en la ribera.
Necio. El polvo de la persiana cae en mis hombros.
Qué quiere usted. Salmuera en mi ojo izquierdo
que rodea desgarrado el farallón
de lo que he podido soñar, de lo que tú no soñarás:
"la vida práctica es astucia, mi amigo.
Jode, come y bebe. Entra al PRI". . .
Y todavía habrá personas que se asombren
cuando cuentes que las hormigas
rezan su hastío, que el odio nunca está solo,
y que la sombra del durazno
huele lo mismo que su flor.
(Ay pequeño Sabinal de lavanderas
chorreando sol bajo las miradas
de las comadrejas y de la hierba
asustada).
Y hallándome acosado,
en tanto aplaco
mis nervios con sus patas de diarrea,
mientras enloquezco,
mientras muerdo estas paredes,
acuso a la luz
de que al abrir una granada
se despeñó hacia adentro
haciendo saltar su espuma roja
idéntica
a la que expulsa el azteca desollado.
El mapa
He mirado la patria largamente.
Se le nota tristeza hasta en el mapa.
Las personas mayores nos explican
que es libre, sin acecho atentísimo de zarpas.
Y a punto estuve de quedarme ciego
porque a la patria la oscurecen llagas,
la pisan botas, se le cierran puertas:
necesaria prisión con calles vigiladas.
Con el sudor de todos levantamos la espera,
pues no hay dolor que dure lo que dura una mancha.
Que sabemos de noches, de sentencias, amigos,
pero también sabemos que llega la mañana.
Despertemos, seamos el metal derretido,
lo que quiera la sed, la tierra trabajada,
lo que quieran las piedras, la sencillez del huerto,
lo que pidan las llamas,
en fin -al fin- la piel abierta en surco.
He visto largamente el mapa.
Pensé en mis hijos. Duele. Y eran todos los niños.
Fui deletreando el nombre de la patria
mientras buscaba dónde, dónde poner los ojos.
Y recordé de pronto algo que sangra:
Mexicano de tierra ensalinada,
desollado haraposo,
comedor de la noche y de las hojas,
catástrofe de costa a costa,
ando buscando a un pueblo,
ando buscando a un pueblo.
Habla.
    El espejo humeante, 1968

EL SUEÑO DE LOS GUANTES NEGROS, Ramón López Velarde

EL SUEÑO DE LOS GUANTES NEGROS


Soñé que la ciudad estaba dentro
del más bien muerto de los mares muertos.
Era una madrugada del invierno
y lloviznaban gotas de silencio.
No más señal viviente, que los ecos
de una llamada a misa, en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.
Para volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto.
Al sujetarme con tus guantes negros
me atrajiste al océano de tus senos,
y nuestras cuatro manos se reunieron
en medio de tu pecho y de mi pecho,
como si fueran los cuatro cimientos
de la fábrica de los universos.
¿Conservabas tu carne en cada hueso?
El enigma de amor se veló entero
en la prudencia de tus guantes negros.
¡Oh, prisionera del valle de México!
Mi carne...  de tu ser perfecto
quedarán ya huesos en mis huesos;
y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo
fue sepultado en el valle de México;
y el figurín aquel, de pardo género
que compraste en un viaje de recreo...
Pero en la madrugada de mi sueño,
nuestras manos, en un circuito eterno
la vida apocalíptica vivieron.
Un fuerte... como en un sueño,
libre como cometa, y en su vuelo
la ceniza y... del cementerio
gusté cual rosa...
El son del corazón, 1919-1921, 1932

IDOLATRÍA, Ramón López Velarde

IDOLATRÍA


La vida mágica se vive entera
en la mano viril que gesticula
al evocar el seno o la cadera,
como la mano de la Trinidad
teológicamente se atribula
si el Mundo parvo, que en tres dedos toma,
se le escapa cual un globo de goma.
Idolatremos todo padecer,
gozando en la mirífica mujer.
Idolatría
de la expansiva y rútila garganta,
esponjado liceo
en que una curva eterna se suplanta
y en que se instruye el ruiseñor de Alfeo.
Idolatría
de los dos pies lunares y solares
que lunáticos fingen el creciente
en la mezquita azul de los Omares,
y cuando van de oro son un baño
para la Tierra, y son preclaramente
los dos solsticios de un único año.
Idolatría
de la grácil rodilla que soporta,
a través de los siglos de los siglos,
nuestra cabeza en la jornada corta.
Idolatría
de las arcas, que son
y fueron y serán horcas caudinas
bajo las cuales rinde el corazón
su diadema de idólatras espinas.
Idolatría
de los bustos eróticos y místicos
y los netos perfiles cabalísticos.
Idolatría
de la bizarra y música cintura,
guirnalda que en abril se transfigura,
que sirve de medida
a los más filarmónicos afanes,
y que asedian los raucos gavilanes
de nuestra juventud embravecida.
Idolatría
del peso femenino, cesta ufana
que levantamos entre los rosales
por encima de la primera cana,
en la columna de nuestros felices
brazos sacramentales.
Que siempre nuestra noche y nuestro día
clamen: ¡Idolatría! ¡Idolatría!
Zozobra, 1919

DÍA 13, Ramón López Velarde

DÍA 13


Mi corazón retrógrado
ama desde hoy la temerosa fecha
en que surgiste con aquel vestido
de luto y aquel rostro de ebriedad.
Día 13 en que el filo de tu rostro
llevaba la embriaguez como un relámpago
y en que tus lúgubres arreos daban
una luz que cegaba al sol de agosto,
así como se nubla el sol ficticio
en las decoraciones
de los Calvarios de los Viernes Santos.
Por enlutada y ebria simulaste,
en la superstición de aquel domingo,
una fúlgida cuenta de abalorio
humedecida en un licor letárgico.
¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas
para que así pudiesen
narcotizarlo todo?
  Tu tiniebla
guiaba mis latidos, cual guiaba
la columna de fuego al israelita.
Adivinaba mi acucioso espíritu
tus blancas y fulmíneas paradojas:
el centelleo de tus zapatillas,
la llamarada de tu falda lúgubre,
el látigo incisivo de tus cejas
y el negro luminar de tus cabellos.
Desde la fecha de superstición
en que colmaste el vaso de mi júbilo,
mi corazón obscurantista clama
a la buena bondad del mal agüero;
que si mi sal se riega, irán sus granos
trazando en el mantel tus iniciales;
y si estalla mi espejo en un gemido,
fenecerá diminutivamente
como la desinencia de tu nombre.
Superstición, consérvame el radioso
vértigo del minuto perdurable
en que su traje negro devoraba
la luz desprevenida del cenit,
y en que su falda lúgubre era un bólido
por un cielo de hollín sobrecogido...
Zozobra, 1919

ME ESTÁS VEDADA TÚ, Ramón López Velarde

ME ESTÁS VEDADA TÚ


¿Imaginas acaso la amargura
que hay en no convivir
los episodios de tu vida pura?
me está vedado conseguir que el viento
y la llovizna sean comedidos
con tu pelo castaño.
Me está vedado oír en los latidos
de tu paciente corazón (sagrario
de dolor y clemencia)
la fórmula escondida
de mi propia existencia.
Me está vedado, cuando te fatigas
y se fatiga hasta tu mismo traje,
tomarte en brazos, como quien levanta
a su propia ilusión incorruptible
hecha fantasma que renuncia al viaje.
Despertarás una mañana gris
y verás, en la luna de tu armario,
desdibujarse un puño
esquelético, y ante el funerario
aviso, gritarás las cinco letras
de mi  nombre, con voz pávida y floja
¡y yo me hallaré ausente
de tu final congoja!
¿Imaginas acaso
mi amargura impotente?
Me estás vedada tú... Soy un fracaso
de confesor y médico que siente
perder a la mejor de sus enfermas
y a su más efusiva penitente.
La sangre devota, 1916

ELOGIO A FUENSANTA, Ramón López Velarde

ELOGIO A FUENSANTA

Tú no eres en mi huerto la pagana
rosa de los ardores juveniles;
te quise como a una dulce hermana
y gozoso dejé mis quince abriles
cual un ramo de flores de pureza
entre tus manos blancas y gentiles.
Humilde te ha rezado mi tristeza
como en los pobres templos parroquiales
el campesino ante la Virgen reza.
Antífona es tu voz, y en los corales
de tu mística boca he descubierto
el sabor de los besos maternales.
Tus ojos tristes, de mirar incierto,
recuérdanme dos lámparas prendidas
en la penumbra de un altar desierto.
las palmas de tus manos son ungidas
por mí que provocando tus asombros
las beso en las ingratas despedidas.
Soy débil, y al marchar por entre escombros
me dirige la fuerza de tu planta
y reclino las sienes en tus hombros.
Nardo es tu cuerpo y su virtud es tanta
que en tus brazos beatíficos me duermo
como sobre los senos de una Santa.
¡Quién me otorgara en mi retiro yermo
tener, Fuensanta, la condescendencia
de tus bondades a mi amor enfermo
como plenaria y última indulgencia!
México en el arte, 1949

EL PIANO DE GENOVEVA, Ramón López Velarde

Ramón López Velarde (1888-1921) 


 
EL PIANO DE GENOVEVA

Piano llorón de Genoveva, doliente piano
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras:
tu música es historia de poéticos males,
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.
Me pareces, ¡oh piano!, por tu voz lastimera,
una caja de lágrimas, y tu oscura madera
me evoca la visita del primer ataúd
que recibí en mi casa en plena juventud.
Piano de Genoveva, te amo por indiscreto;
de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.
Piano llorón, la hermosa más hermosa del valle,
se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años
y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
Genoveva, regálame tu amor crepuscular:
esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón,
con sus plantas minúsculas me pise el corazón.
Pluma y lápiz, 1912

LOS BUZOS DIAMANTISTAS, Renato Leduc

Renato Leduc (1898-1986)

LOS BUZOS DIAMANTISTAS
I
Una nítida noche, en que la pedrería
sideral deslumbrada,
los buzos diamantistas, en santa cofradía,
descendimos al mar...

Puede ser -nos dijimos- puede ser
que la luz de Saturno, diluyéndose, forme
algún extravagante sulfato, alguna gema
nunca vista jamás...

II
Puede ser, nos dijimos...
Lunarios opalinos, Academias
rutilantes de nácar y coral,
donde monstruos socráticos decían
que sólo siendo feo se puede ser genial.

Dialéctica sucinta de un sabio calamar:

Seamos impasibles, sublimes y profundos
como el fondo del mar.
Si no por altivez, por desencanto
imitemos el gesto del océano
monótono y salobre...
Es lo mismo que un astro se derrumbe
o se muera un gusano.
Seamos impasibles como el fondo del mar...
III
Y después --oh adverbio ineludible--
una joven medusa iridiscente
embrujo nuestros sueños.
¿Qué doncella mortal puede tener
su encanto deleznable, y sus pupilas
que fosforecen vírgenes de llanto?

Una vez nada más, entre dos aguas,
contemplamos su grácil navegar.
Como el rey Apolonio ahora decimos:
Yo tuve un nombre,
un bello nombre que perdí en el mar.
IV
En un cielo violáceo bosteza Lucifer.
El ponto está cantando su canción azul.
Los buzos diamantistas, en sana cofradía,
volvemos a la tierra, a vivir otra vez.
Traemos del abismo la pesadumbre ignota
de lo que pudo ser...
    El aula, etc., 1929

Jazz latino

jueves, 30 de enero de 2014

TE PIENSO TRES VECES, Lina Zerón

TE PIENSO TRES VECES

Amor mío, dueño insensato de mis pecados. 
Hombre delirante y tierno. 
Eres catecismo para los religiosos
matemáticas exactas en mis puntos
manos que fluyen por instinto.

Te pienso dos, tres veces,
aliño mis palabras para ti,
las disfrazo de musas.
Adorno los versos
no los corrijo
para que reflejen el ahora siempre etéreo,
siempre flotando entre el ayer y el mañana.

Amor mío,
ayer pasé por tus besos,
los traigo impregnados en mi terciopelo negro,
y aún siento cosquillas al tenderme
sobre tu ávida figura rumorosa de placer.

Te beso,
mi cuerpo se conflictua,
y pide que tu lengua se extienda
sobre mi orquídea abierta,
para convertirnos en clamor de mar.

LINA ZERÓN
Poemas del Porqué

POÉTICA, Félix Grande

Poética

Tal como van las cosas tal como va la herida
puede venir el fin desde cualquier lugar
Pero caeré diciendo que era buena la vida
y que valía la pena vivir y reventar

Puedo morir de insomnio de angustia o de terror
o de cirrosis o de soledad o de pena
Pero hasta el mismo fin resistirá el fervor
me moriré diciendo que la vida era buena

Puedo quedar sin casa sin gente sin visita
descalzo y sin mendrugo ni nada en mi alhacena
Sospecho que mi vida será así y ya está escrita
pero caeré diciendo que la vida era buena

Pueden matarme el asco la vergüenza o el tedio
o la venal tortura o una bomba homicida
Ni este mundo ni yo tenemos ya remedio
pero caeré diciendo que era buena la vida

Tal como van las cosas mi corazón se llena
de puertas que se cierran con sigilo y temor
Pero caeré diciendo que la vida era buena
La quiero con cansancio con horror con amor

FÉLIX GRANDE
(Mérida, 1937-Madrid, 2014)

A UN IMPOSIBLE, Ramón López Velarde

Ramón López Velarde



A UN IMPOSIBLE




Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.

Entonces, al caer desfallecido
con el fardo de todos mis pesares,
guardaré los marchitos azahares
entre los pliegues del nupcial vestido.

RAMÓN LÓPEZ VELARDE

Ramón López Velarde




Ramón López VelardeRamón López Velarde fue un poeta posmodernista nacido en Zacatecas, México, en el año 1888 y fallecido en Ciudad de México en 1921. Provenía de una familia relativamente acomodada, que había planeado para él un futuro íntimamente ligado a la religión: Ramón se convertiría en sacerdote. Sin embargo, cuando tenía 17 años de edad, decidió dejar sus estudios seminariales en pos de la abogacía; cabe mencionar que su padre había cursado la misma carrera y que, ante su fracaso a nivel profesional, había creado una escuela católica. Pasó un tiempo antes de que se inscribiera en la facultad, y fue durante ese período que comenzó a colaborar con la revista Bohemio, adoptando el seudónimo Ricardo Wencer Olivares. Alrededor del año 1908, la repentina muerte de su padre dejó a su madre y a sus hermanos en medio de una crisis económica, la cual pudieron atravesar gracias a la ayuda de sus familiares.
La obra de López Velarde destaca por su lírica, aunque también cultivó la narrativa con relativo éxito. Entre sus libros más resonados se encuentran "El don de febrero y otras prosas" y "Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles", y los poemarios "La sangre devota" y "El son del corazón".

A GARCILASO, Rafael Alberti


ELEGÍA A GARCILASO (LUNA, 1501-1536)




... antes de tiempo y casi en flor cortada.

G.DE LA V.

Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.

A FEDERICO GARCÍA LORCA, Rafael Alberti

Rafael Alberti



A FEDERICO GARCÍA LORCA




Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

A LUIS CERNUDA, Rafael Alberti

Rafael Alberti



A LUIS CERNUDA, AIRE DEL SUR BUSCADO EN INGLATERRA




Si el aire se dijera un día:
—Estoy cansado,
rendido de mi nombre... Ya no quiero
ni mi inicial para firmar el bucle
del clavel, el rizado de la rosa,
el pliegecillo fino del arroyo,
el gracioso volante de la mar y el hoyuelo
que ríe en la mejilla de la vela...

Desorientado, subo de las blandas,
dormidas superficies
que dan casa a mi sueño.
Fluyo de las paradas enredaderas, calo
los ciegos ajimeces de las torres;
tuerzo, ya pura delgadez, las calles
de afiladas esquinas, penetrando,
roto y herido de los quicios, hondos
zaguanes que se van a verdes patios
donde el agua elevada me recuerda,
dulce y desesperada, mi deseo...

Busco y busco llamarme
¿con qué nueva palabra, de qué modo?
¿No hay soplo, no hay aliento,
respiración capaz de poner alas
a esa desconocida voz que me denomine?

Desalentado, busco y busco un signo,
un algo o alguien que me sustituya
que sea como yo y en la memoria
fresca de todo aquello, susceptible
de tenue cuna y cálido susurro,
perdure con el mismo
temblor, el mismo hálito
que tuve la primera
mañana en que al nacer, la luz me dijo:
—Vuela. Tú eres el aire.

Si el aire se dijera un día eso...

Ver métrica de este poema


RAFAEL ALBERTI

Rafael Alberti



Rafael AlbertiRafael Alberti fue un importante escritor español perteneciente a la Generación del 27; nació en Cádiz el 16 de diciembre de 1902 y falleció en la misma ciudad el 28 de octubre de 1999. Su etapa de estudiante lo vioatrapado en un entorno sofocante, opuesto a su inquieta personalidad artística, y esto repercutió en una conducta que lo llevó a la expulsión. Incursionó en la pintura, llegando incluso a exponer algunos de sus cuadros en Madrid, ciudad en la que vivió a partir de los 15 años. La muerte de su padre en 1920 marcó un hito en la vida de Rafael: fue ése el momento en que escribió sus primeros versos. Mientras se descubría a sí mismo como poeta, conoció a Federico García Lorca, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre, entre otros brillantes jóvenes. Durante la Guerra Civil expresó su postura a través de la Alianza de Intelectuales Antifascistas; más tarde, el exilio lo llevó a vivir en varias partes del mundo, desde París hasta Buenos Aires.
Fue autor de una extensa lista de poemarios, entre los que se encuentran "Marionero en Tierra", ganadora del Premio Nacional de Poesía, "Un fantasma recorre Europa", "Sonríe China" y "Canciones para Alta

NO TARDES PORQUE ME MUERO, Juan del Encina

NNo te tardes que me muero,
carcelero,
no te tardes que me muero.
  Apresura tu venida
porque no pierda la vida,
que la fe no está perdida,
carcelero,
no te tardes que me muero.
  Bien sabes que la tardança
trae gran desconfiança;
ven y cumple mi esperança,
carcelero,
no te tardes que me muero.
  Sácame desta cadena,
que recibo muy gran pena,
pues tu tardar me condena.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
  La primer vez que me viste
sin te vencer me venciste;
suéltame, pues me prendiste.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
  La llave para soltarme
ha de ser galardonarme,
proponiendo no olvidarme.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
       Fin
Y siempre cuanto vivieres
haré lo que tú quisieres
si merced hacerme quieres.
Carcelero,
no te tardes que me muero.
autógrafo
Juan del Encina



ABRAZOS CARNALES, Ana Clavel

ABRAZOS CARNALES

Un amor por el que vale la pena morir varias veces y revivir otras tantas para desfallecer en su abrazo
ANA CLAVEL. La autora es narradora. Su libro Las ninfas a veces sonríen obtuvo el PremioIberoamericano de Novela Elena Poniatowska. (FOTO: ESPECIAL. )

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ANA CLAVEL
DOMINGO, 26 DE ENERO DE 2014 | 00:10
El poder de los brazos es innegable. Si la manorepresenta destreza, el brazo refiere a la fuerza. Pero es también una fortaleza que se doblega cuando se tiende a un ser amado, ya sea para guarecerlo o para fundirse en él. No es otro el sentido que da San Juan de la Cruz en su célebre poema místico, cuando el alma recibe al Amado y lo abraza en su pecho florido.
Dos almas suspiran abrazadas en el Canto V del Infierno de Dante, donde se castiga “a los carnales pecadores,/ que la razón someten al deseo”: las de Francesca de Rimini y Paolo Malatesta, muertos por el esposo de ella y también hermano de él, al suspender la lectura de un libro de caballerías que relataba los amores adúlteros de la reinaGinebra y Lancelot. Sin soltarse del abrazo eterno de su amante, Francesca le revela al poeta el preciso momento de su pecado:
Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada
fue interrumpida por el beso del amante,
éste, que jamás se ha de separar de mí,
me besó tembloroso en la boca…
Aquel día ya no leímos más.
Muy lejos de condenar a la carne, el neoplatónico Francisco de Aldana (1537-1577) celebra las nupcias del cuerpo y el alma a través del abrazo amoroso cuando dice:

…en la lucha de amor juntos, trabados
con lenguas, brazos, pies y encadenados
cual vid que entre el jazmín se va enredando,
y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien somos forzados
llorar y sospirar de cuando en cuando.

André Breton lleva más lejos la encarnación del abrazo al ceñirlo a la razón de ser de la poesía como un cuerpo enamorado en el poema Sur la Rue de SanRomano de 1948:

La poesía se hace en el lecho del amor
Sus sábanas deshechas son la aurora de las cosas...
El abrazo poético como el abrazo carnal
Mientras duran
Prohíben caer en la miseria del mundo.
Pero no todos los abrazos son dichosos, como le sucede al protagonista del relato de Prosper Mérimée, La Venus de Ille de 1837, quien paga con la vida el desplante de colocar en un dedo de la diosa un anillo de compromiso. En la noche, la despiadada estatua de bronce lo seguirá hasta el lecho nupcial para ceñirlo en un cruel abrazo de muerte —irónica sugerencia de cuando el orgasmo, o petite mort, da lugar a la grande mort.
Hace poco el poeta Jorge Humberto Chávez me recordó este hermoso dístico de Borges, titulado Le Regret d'Héraclite:
Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
Aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.
¿Quién era Matilde Urbach?, se han preguntado muchos. Por las maravillas de la red, di con el testimonio de Juan Bonilla en su libro El arte del yo-yo(Pretextos 1996). Ahí relata cómo a través de un recuerdo vago del gran amigo de Borges, Bioy Casares, da con la pista de esa mujer-enigma que lo desvelaba como a tantos lectores: un libro comentado por Borges en la revista El Hogaren 1938, Man With Four Lives, del norteamericano William Joyce Cowen (1886-1964). Escribe Borges: “un capitán inglés, en la guerra de 1918, mata cuatro veces distintas a un mismo capitán alemán… Al final, el autor deja entrever una explicación, que es hermosa: el alemán es un militar desterrado que proyecta, a fuerza de cavilar, una especie de fantasma corpóreo que guerrea y muere por la patria más de una vez”.
No menciona ahí, pero la mantuvo en la memoria hasta escribir esos versosque han gloriosamente ardido, a la mujer que el capitán alemán visita antes de partir a la guerra y con quien funde su aliento en un abrazo íntimo y carnal: Matilde Urbach… Un amor por el que, para quienes estamos hechos de palabras, vale la pena morir varias veces y revivir otras tantas para desfallecer en su abrazo.

MESA CON MAR, Alberto Chimal

Mesa con mar


Con mucho agrado, presentamos al escritor mexicano Alberto Chimal que hoy nos entrega un relato de su libro  La ciudad imaginada [Nightmare Mix]
 Alberto Chimal*
El día que su papá llevó la mesa, Raquel se quedó muy sorprendida:
            —¿De dónde la sacaste? —preguntó.
            —¿Qué cosa?
            —La mesa, papá, de dónde la sacaste.
            —¿Cómo que de dónde, Quica? Pues de la mueblería —a Raquel le decían “Quica”.
            —No, en serio, papá, ¿de dónde? —insistió Raquel, y a su papá se le hizo muy extraño, pero Raquel (pensaba) era una niña a la que no debía tomarse muy en serio. Él simplemente sonrió y se fue de allí, y como la mamá de Raquel estaba de visita con la vecina, tampoco se enteró de nada.
            Es decir, Raquel se quedó sola en el comedor, ante la mesa, que también venía con seis sillas nuevas pero esas no tenían nada de especial.
            —Lo que era especial —nos diría Raquel ahora— es que había un mar en la mesa.
Y nos estaría diciendo la verdad: la parte de arriba de la mesa, donde su mamá pondría los platos de la comida y ella su cuaderno para hacer la tarea, no estaba hecha de madera o de vidrio, sino de agua.
Ella se acercó y puso un dedo en su superficie, llena de olas pequeñitas y azules…
            —¡Se sentía mojada! —nos diría.
            Acercándose un poco más, pudo escuchar el sonido.
            —Es decir, el de las olas, el del viento, y también había gaviotitas, chiquitititas, que volaban y hacían así como las gaviotas de verdad…
            Pero lo mejor era el barquito. Tenía una vela blanca y avanzaba despacio sobre el agua. Raquel se quedó un largo rato mirándolo. Iba quizás a diez centímetros por hora. Cuando llegó al centro de la mesa, el marinero que lo guiaba echó un ancla al agua y el barco se detuvo.
            —¡Oye! —lo escuchó gritar. Llevaba un hermoso uniforme pero su voz, como todo lo demás, era tan diminuta que casi no existía— ¡Oye! ¿Tú eres la niña que se llama Quica?
            —No me llamo Quica, me llamo Raquel —dijo Raquel.
            —¡Ah, no importa, no importa! —gritó el marinero— ¡Oye! ¿Puedes ayudarme? ¡Se lo pediría a alguien más, pero es que sólo los niños pueden verme!
            —¿Qué?
            —¡Es cierto! ¡De hecho los adultos no ven ni el mar ni nada! ¡Tu papá, por ejemplo, cree que la mesa es de pura madera!
            Ahora, Raquel podría decirnos: —Esa era la explicación de lo de mi papá, pero yo la verdad no entiendo. ¿Por qué todas las cosas mágicas son así? ¿De veras toda la gente mayor es tonta? ¿O mala? ¿O el chiste es aprovecharse de los niños?
            Pero en el momento no se le ocurrió y sólo dijo: —¿Qué quieres?
            —¿Podrías —gritó el marinero— darme un poco de impulso? ¡Voy como a diez centímetros por hora, no voy a llegar nunca!
            Dicho y hecho: Raquel era una niña generosa, y en cuanto el marinero recogió su ancla, ella se acercó aún más a la mesa y sopló, suavemente, en la dirección apropiada para hinchar las velas del barco y verlo avanzar otra vez, más deprisa, cada vez más deprisa…
            —¡Muy bien! —gritó el marinero, quien se había puesto tras el timón del barco, muy contento— ¡Gracias…! ¿Cómo me dijiste que te llamas?
            —¡Oye! —empezó ella, pero se dio cuenta de que estaba gritando y bajó la voz— Oye…
            —¡Dime! ¡Pero no dejes de soplar por mucho tiempo porque me detengo!
            —No, no —y puf, un soplido—…, pero, oye, ¿a dónde vas?
            —¡No te puedo decir! ¡Es secreto! ¡De hecho la mesa no debería estar aquí! ¡De seguro la vendieron por error!
            —¿Qué? (puf) ¿Cómo que por (puf) error?
            —¡Sí! ¡Tal vez hasta vengan por ella! ¡Cosas como ésta no le corresponden a personas como ustedes!
            —Yo le debí haber dicho —nos diría Raquel— que qué cosas son las que no nos corresponden. Pero nada más le dije:
—¿Quiénes (puf) vendrían por ella?
            —¡Ay, niña, los de la mueblería! ¿Quién más?
            —¡Oye, pero (puf) no seas así (puf), dime! Y además (puf) te vas a caer —y en verdad el barco estaba cada vez más cerca del otro borde de la mesa.
            —¡No seas tonta! —gritó el marinero— ¡Cuando llegue al borde pasaré a la siguiente mesa! ¿Nunca has oído de los mares que vienen repartidos entre muchísimas mesas?
            —¿Cómo que repartido? —preguntó Raquel.
            —¡Un soplido más! —gritó el marinero, y Raquel obedeció (puf) sin pensar, y con ese último impulso el barco llegó al fin al borde de la mesa— ¡Gracias! ¡Adiós!
            —¡Oye, no, espera! ¡Dime…!
            —¡A ti no te puedo decir nada! —gritó el marinero— ¡Eres una niña, esto es cosa de adultos! —y desapareció, sin ruido, como si en la mesa nunca hubiera habido más que olas, gaviotas y viento.
            Y a los pocos minutos llegó alguien de la mueblería, que habló con el papá de Raquel y lo convenció de cambiarle su comedor por uno nuevo, de lujo, pero en cuya mesa no había mar.
            —Y como siempre —nos diría Raquel ahora—, si les hubiera contado no me hubieran creído. Pero a ver, ¿es justo? ¿Le costaba algo al marinero explicarme? ¿Y además cómo que no porque soy una niña?
            En cuanto la nueva mesa estuvo puesta, su papá le dijo:
            —Haz tu tarea, Quica —y ella fue con su cuaderno y se puso a trabajar.
            Ahora, ella se quejaría:
            —Y lo de la “cosa de adultos”… ¿No que los adultos no ven qué mesas tienen mar?
            Pero en aquel momento, mientras leía los problemas de matemáticas, Raquel sólo podía pensar en velas blancas, en gaviotas pequeñisísimas, en el agua y las olas. Tal vez el marinero navegaba ahora dentro de una casa en Rusia, o en China… Tal vez tampoco le quería contar nada al niño chino o a la niña rusa que soplaban para impulsarlo…
            —No —dijo en voz alta, entonces, y hasta se puso de pie; no sonreía y no estaba feliz—: no sé cómo le voy a hacer, pero un día de éstos lo voy a encontrar y entonces…
            —¿Qué dices, Quica?
            —Nada, papá —contestó ella, como si en verdad no hubiese dicho nada.

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*Alberto Chimal nació en Toluca (1970). Autor de más de una docena de libros de narrativa, ensayo y dramaturgia, ha sido considerado uno de los escritores más originales y enérgicos de su país (de acuerdo con CNN en español) y uno de los 100 mexicanos más destacados de su generación (según la desaparecida revista Día Siete).
Entre sus libros están: El último explorador (2012),Los esclavos (2009), La ciudad imaginada (2009), Grey (2006), La cámara de maravillas (2003),El país de los hablistas (2001), Gente del mundo (1998) entre muchos más. En sus obras Chimal explora temas e intereses de una variedad inusual, desde la literatura de imaginación hasta el realismo y la tradición clásica.
El trabajo de Chimal ha sido reconocido con diversos premios, entre los que destaca el Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí, el “Nezahualcóyotl” (1996), “Benemérito de América” (1998) y “Kalpa” (1999), así como el premio de narrativa “Sizigias” (2001 y 2005) y la beca para Jóvenes Creadores (1997-98) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
En 2002, Chimalfue artista residente en el Banff Centre for the Arts en Canadá. Entre 2003 y 2005, fue coordinador y más tarde asesor editorial de la revista de cine 24xsegundo Magazine, que renovó el panorama de las publicaciones de su especialidad en México. En 2008 volvió a Canadá y participó en Wordfest, el festival literario internacional de la ciudad de Calgary. Al año siguiente viajó a París a impartir un curso en el Instituto Cervantes de esa ciudad.
Además de su obra narrativa, Chimal se ha dedicado a la dramaturgia con su obra de teatro para niños El secreto de Gorco, ganadora del premio de dramaturgia para niños de la Feria Internacional del libro Infantil y Juvenil. Asimismo, hizo la versión teatral de la novela Salón de belleza de Mario Bellatin (escrita en colaboración con Israel Cortés) la cual tuvo dos temporadas en la ciudad de México, dirigida por Cortés y con actores de la compañía Circo Raus.
Desde 1993, Chimal imparte cursos y talleres literarios. Ha colaborado con cuentos, reseñas, artículos, ensayos y traducciones de poesía enLetras Libres, Nexos, Quimera, Replicante, Laberinto, Guardagujas, El Ángel, Generación, La Jornada Semanal, Tierra Adentro, Luvina, Complot y Hoja por hoja, entre muchas otras publicaciones.
Chimal es maestro en Literatura Comparada por la Universidad Nacional Autónoma de México e imparte cursos en la Universidad Iberoamericana y la Universidad del Claustro de Sor Juana. También fue miembro del jurado de Caza de Letras, concurso-taller por internet organizado por la UNAM, entre 2007 y 2010. Su trabajo ha sido traducido al inglés, francés, italiano, húngaro y esperanto. Entre 2007 y 2010 fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, institución mexicana que patrocina el trabajo de artistas de diversas disciplinas.