Mi poema al violador
Ethel Krauze
Voy a gozar la última embestida de tu cuerpo
-tu sexo ardiente, grave, bruto, denso
al fondo de mi sexo-,
y a dejarte ir.
Me debes eso.
-tu sexo ardiente, grave, bruto, denso
al fondo de mi sexo-,
y a dejarte ir.
Me debes eso.
Te escribiré un poema
que te sirva de bote echado al mar
cuya vela se extienda
eterna,
y surque a la deriva
la inmensidad de la memoria,
tanta,
que pueda, al fin, perderte de vista
aunque sigas ahí.
que te sirva de bote echado al mar
cuya vela se extienda
eterna,
y surque a la deriva
la inmensidad de la memoria,
tanta,
que pueda, al fin, perderte de vista
aunque sigas ahí.
Te daré unos remos,
una botella de agua
y un parasol para los tiempos rudos.
Desde mi tierra firme
voy a decirte adiós.
Será una buena despedida.
Casi amable.
Casi etérea.
una botella de agua
y un parasol para los tiempos rudos.
Desde mi tierra firme
voy a decirte adiós.
Será una buena despedida.
Casi amable.
Casi etérea.
Ya vas al fondo del paisaje,
los ojos atristados
como queriendo sonreír
en el atardecer
en cuya imagen te disuelves.
los ojos atristados
como queriendo sonreír
en el atardecer
en cuya imagen te disuelves.
Ya no siento dolor.
Hay un lento sol que se evapora.
Te desprendo de mí,
te dejo la camisa,
las manos,
los ojos que me miran
como si pidieran perdón.
Te dejo pan,
un ave que te sobrevuele,
algunas lágrimas en los bolsillos;
la máscara del lobo violador
envejecido
que se comió mi infancia de un mordisco.
Te servirá en el viaje.
Hay un lento sol que se evapora.
Te desprendo de mí,
te dejo la camisa,
las manos,
los ojos que me miran
como si pidieran perdón.
Te dejo pan,
un ave que te sobrevuele,
algunas lágrimas en los bolsillos;
la máscara del lobo violador
envejecido
que se comió mi infancia de un mordisco.
Te servirá en el viaje.
Llévate el miedo
en esta caja de cartón.
Ya no lo necesito.
Llévate la miel de la serpiente
con la que me ungías:
tu lengua doble filo
de genio incomprendido.
Insaciable.
Lacerante.
Guárdala en este frasco
Y cuida que no vuelva a derramarse.
en esta caja de cartón.
Ya no lo necesito.
Llévate la miel de la serpiente
con la que me ungías:
tu lengua doble filo
de genio incomprendido.
Insaciable.
Lacerante.
Guárdala en este frasco
Y cuida que no vuelva a derramarse.
Te devuelvo tu sombra
en una copa de vino
y el olor de mi piel que se quedó en la tuya,
para que te acompañe y te cobije.
en una copa de vino
y el olor de mi piel que se quedó en la tuya,
para que te acompañe y te cobije.
Pero antes de todos estos bienes que te cedo,
me toca disfrutar
ahora sí,
con toda mi conciencia,
esta última vez, la mía,
la que decido yo,
la despedida.
me toca disfrutar
ahora sí,
con toda mi conciencia,
esta última vez, la mía,
la que decido yo,
la despedida.
Yo misma voy a abrirme en dos
para que encajes
ese dulce sopor
envenenado
de reptil acuoso,
de súbito amargor,
y en el reposo,
molusco sibarita:
patético y medroso.
para que encajes
ese dulce sopor
envenenado
de reptil acuoso,
de súbito amargor,
y en el reposo,
molusco sibarita:
patético y medroso.
Amigo,
es lo que es.
Toma tu bandera
y tu cetro,
el asta de tu verga embalsamada,
y empácalos con el tesoro
de mi carne virgen:
que guíen tu camino
que te marquen el paso
que llegues a buen puerto:
que encuentres tu destino.
es lo que es.
Toma tu bandera
y tu cetro,
el asta de tu verga embalsamada,
y empácalos con el tesoro
de mi carne virgen:
que guíen tu camino
que te marquen el paso
que llegues a buen puerto:
que encuentres tu destino.
También te quise:
es hora de acoger ese recuerdo,
redimir tantas horas
meses
años
dedicada a bordar un espejismo
en el pantano,
una flor en la herida,
un abrazo en el puño de tus manos.
es hora de acoger ese recuerdo,
redimir tantas horas
meses
años
dedicada a bordar un espejismo
en el pantano,
una flor en la herida,
un abrazo en el puño de tus manos.
¿Cómo sobrevivir, si no?
Tanto hilvané,
que al fin te convertirse en mi obra de arte.
Llévate esas palmas,
ese verdor en tu desierto,
ese paréntesis de amor auténtico que pasó como un ángel
en algún momento.
Te servirá,
como me sirve a mí
en este trance de dejarte ir.
Tanto hilvané,
que al fin te convertirse en mi obra de arte.
Llévate esas palmas,
ese verdor en tu desierto,
ese paréntesis de amor auténtico que pasó como un ángel
en algún momento.
Te servirá,
como me sirve a mí
en este trance de dejarte ir.
Es un buen paisaje:
te alejas en una casi dulce luz crepuscular,
casi adivino un cielo levemente anaranjado,
el mar es casi gris,
casi verde,
como tus ojos que sonríen con tristeza:
será la última vez que nos veamos.
Mi corazón se agita, casi con entusiasmo,
atesorando el pulso del instante.
Quiero quedarme así,
en esta sensación,
que es casi una certeza
de que ya te irás,
cientos de miles de años después ya no estarás,
¿o seguirás desvaneciéndote en esta grieta intemporal?
En mi lecho de muerte, ¿se abrirá el compás de la memoria para incluirte
en el repaso final?
Si fuera así, no importa,
sé que estarías partiendo, y así retornarías en mi último aliento: yéndote,
yéndote,
yéndote,
amigo violador,
yéndote, alguna vez amado,
yéndote,
cantando yo esta despedida,
mi mano estremeciendo el aire
con ese adiós que aquí te envío,
desde mi tierra firme,
desde mi olvido.
te alejas en una casi dulce luz crepuscular,
casi adivino un cielo levemente anaranjado,
el mar es casi gris,
casi verde,
como tus ojos que sonríen con tristeza:
será la última vez que nos veamos.
Mi corazón se agita, casi con entusiasmo,
atesorando el pulso del instante.
Quiero quedarme así,
en esta sensación,
que es casi una certeza
de que ya te irás,
cientos de miles de años después ya no estarás,
¿o seguirás desvaneciéndote en esta grieta intemporal?
En mi lecho de muerte, ¿se abrirá el compás de la memoria para incluirte
en el repaso final?
Si fuera así, no importa,
sé que estarías partiendo, y así retornarías en mi último aliento: yéndote,
yéndote,
yéndote,
amigo violador,
yéndote, alguna vez amado,
yéndote,
cantando yo esta despedida,
mi mano estremeciendo el aire
con ese adiós que aquí te envío,
desde mi tierra firme,
desde mi olvido.
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