martes, 10 de enero de 2017

BAUMAN, FILÓSOFO QUE TOMÓ EL PULSO A LA SOCIEDAD LÍQUIDA

Murió el filósofo que tomó el pulso a la sociedad líquida 
El polaco acuñó un concepto en el que la identidad se pierde y todo tiende a ser vertiginoso; durante 40 años fue académico en la Universidad de Leeds
 
Falleció a los 91 años el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, tal vez el más sagaz observador de nuestras sociedades fluctuantes y uno de los pensadores más influyentes de la modernidad. Bauman, de origen judío, tuvo que huir de su país natal a la URSS ante la persecución nazi.
Aunque comenzó su carrera como profesor en la Universidad de Varsovia, miembro del Partido Comunista, acabó exiliado en Inglaterra en 1968 al ser excluido de la institución como resultado de una reacción antisemita del Gobierno polaco. Reino Unido lo acogió y durante 40 años fue académico en la Universidad de Leeds.
Bauman se ocupó de cuestiones muy variadas que ayudaron a comprender mejor el mundo actual.
Su primer gran ensayo trató de enmarcar el Holocausto en la historia europea como resultado del mal sueño de la razón ilustrada y de la civilización moderna. Pero, en el núcleo de su obra, se diría que Bauman, que comenzó en el socialismo utópico, terminó constatando cómo la globalización se puede tornar distópica con la brecha creciente entre ricos y pobres y la nueva pobreza endémica en un mundo interconectado.
De ahí pasó a su gran interés por definir o redefinir el mundo que nos rodea, cambiante y evanescente, a través de obras más teóricas que le llevaron a esbozar su concepto clave, el de modernidad líquida. En obras como Modernidad líquida, Amor líquido o Vida líquida, Bauman caracteriza nuestras sociedades como comunidades en continua evolución en las que las identidades se diluyen.
La vieja sociedad sólida, de antes de la Segunda Guerra Mundial, que proporcionaba seguridad y valores inamovibles, da paso a la movilidad y la relatividad que caracterizan nuestros días, lo moderno, lo posmoderno. El adjetivo líquido le sirvió para teorizar acerca de arte, amor, educación, valores, en clara contraposición con el mundo heredado de las democracias burguesas que tenía unos principios claros, tal vez herencia del Ancien régime.
De hecho para Bauman la modernidad empezó tan pronto como en el siglo XVIII, en el famoso terremoto de Lisboa: la catástrofe, como tantas otras en momentos de cambio de la historia de la humanidad hizo tambalearse las certezas ilustradas.
Nuestro mundo es heredero de esa sensación vertiginosa de que todo “puede” cambiar, corregida y aumentada con el motto actual de que todo “debe” cambiar.
Otro pilar de su obra es el interés por los excluidos y marginados, los residuos del mundo globalizado y posmoderno, que se reflejan en el problema de las migraciones al llamado primer mundo. Analizó esta nueva pobreza como una consecuencia clara de cómo Estados Unidos y la Unión Europea, especialmente, estaban concibiendo los equilibrios sociales y de poder internos y externos.
Sorprende constatar que hasta el final estuvo investigando en un mundo que, en la era de las redes sociales, de los aluviones migratorios y de la inmediatez de Internet, era veloz y en ocasiones inasible. Últimamente destacó su interés por la educación, reflejado en su reciente Sobre la educación en un mundo líquido, lo que constata que nunca perdió el pulso de la sociedad.
Durante años se dedicó a mirar por la ventana a los niños que iban a la escuela. Vio cómo al principio estos grupos eran monocolores y con el pasar de los años fueron mezclándose en diversas tonalidades de multiculturalidad. Su sola observación empírica habla de su enorme obra y figura y surge el impulso teórico renovador del científico social que es capaz de mover el mundo a reflexión.

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