jueves, 21 de junio de 2012

TEMPLANDO

El ejercicio del verbo
es como el sentido de la respiración:
vital, permanente, necesario;
bástenos que nos sea quitado
para que fallezcamos o seamos
unos moribundos de cajón.


Bien vale pues, que lo practiquemos;
que hagamos el amor con la palabras,
muy al oído de su significado
y logremos desnudarlas a la mitad
del camastro que es la página en blanco.
Digámosles cosas siempre nuevas,
nunca dichas, aunque siempre soñadas;
hagamos tintinear sus párpados y cuchichear
a sus entendederas con violines de significados,
con violonchelos de versos,
con guitarras de poemas,
con mandolinas de historietas
y ya vencidas por la cercanía del amor
permitámosles locuras, que griten,
que canten, que bramen, que gocen 
y que hagan gozar:
que para eso es que nacieron
las ingratas, las siempre benditas,
las siempre olorosas a sexo y a melancolía
¡¡¡palabras!!!

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