lunes, 25 de junio de 2012

SONATA LÚDICA, de Ronald Bonilla



I
(FUGA)
Es mordaz tu silencio,
y este supuesto esperar tanta voracidad
para la desnudez,
ración no consumida aún,
pan altivo y vigoroso.
Aquí donde escuchas
que proviene la música
desde interludios no forzados,
aquí donde tu dorso
se enamora de sombras,
de perfiles sinuosos,
de objetos que vaciamos al olvido,
aquí donde palpas con mis yemas
y yo beso tus nacientes
y tus ángulos dormidos,
aquí sólo hay una fuga
de cabellos hacia la aurora;
tu mirada es razón para volver,
tus pezones desatentos mientras fumas
son sólo ese instinto
que acude a mis palabras,
¡tanto tañer después de los recuerdos
y te vas!,
ajustas más que el mundo
a tu cintura
para salir sin mí
a ese vapor de la ciudad
que grita
hecha un puño de furia en las baldosas.
II
(CONTRAPUNTO)
Mordaz es tu postura,
balance perfecto tu mutis de salida,
quizá no vuelvas…,
alguien pasó pregonando primaveras.
(Sólo era el madero enhiesto
Y despoblado).
¿Acaso yo te esperaba,
clave de sol del mediodía,
contrapunto,
contraindicación de lo acaecido?
No debí poner tanta actitud.
¿Acaso por eso te deslizas
entre cada resquicio del aire que se vuela?
No son tus labios que gasté
hasta el poniente, los que ríen así,
sin terminar y se diluyen.
No es el ojo de tu ojo quien lagrimea
y se evapora,
es tu cadera, tu pierna y tu sexo
que se van sin mí
y no me dejan su espejo ni su homónimo
después que te bebí los puntos cardinales,
después de tanto salto
que colmamos a saltos,
de tanta crucifixión, de olvidos ulteriores
y acechanzas,
resulta que te vas
-no por la puerta grande-
por rendijas, por grietas, por palabras,
mordaz es tu pregunta
en el balance general de mi nostalbia.
Cielo ululante de latidos,
no concluyó su movimiento
tu partida.
III
(ANDANTE)
Resulta de pronto que soy el victimario.
(Yo que tan solo pétalos dejé a tus pies,
Alborozados).
Sé que te bebí hasta caer exhausta la mañana,
que te extraje sin ultraje la lujuria,
los jadeos, los orgasmos continuos
de tu piel asediada,
la serena complicidad
con desabridas alcobas que eran de pronto
prados o lagunas.
Sé que nadie te llegó con el espasmo azul
o la resaca
a esa cóncava plenitud de diosa herida.
Pero soy el victimario porque amé,
cada palmo, cada compás,
cada huella de lengua zanjada de espejos,
y las lunas sórdidas,
y los volcanes que cada poro inventaba.
Tu llanto no es mordaz,
pero tampoco víctima tu piel
ni tu clítoris jugoso,
ni tu enojo.
Soy sólo el que se dejó tu olor por siempre
en las almohadas.
De A INSTANCIAS DE TU PIEL
Editora Géminis, Univ. Tecnológica de Panamá, 2002

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