lunes, 24 de diciembre de 2012

DANIEL MORDZINSKI, fotógrafo de escritores



El fotógrafo argentino ha dedicado 35 años de su vida a retratar célebres escritores.

“Un sueño sin fin, una larga película en la que se van revelando los autores que ponen nombre a la ficción”. Así describe el fotógrafo Daniel Mordzinski la serie innumerable de retratos de grandes escritores que ha capturado con su lente y de la que se verá en Bogotá una amplia selección.

Aunque la mayoría de su trabajo se concentra en plumas iberoamericanas, las muestras (una en el Mambo y otra en la Alianza Francesa del Chicó) incluyen fotografías de latinoamericanos y franceses, que, según él, se complementan a la perfección pues hacen dialogar a dos orillas de la literatura; de ahí, ‘Puentes de palabras’, el nombre que escogió para la expocisión.

Mordzinski habló con este diario, días antes de empezar a montar las fotografías de la muestra.

¿Cuál fue el primer escritor al que fotografió?

Jorge Luis Borges, un día de abril de 1978. Yo tenía 18 años y trabajaba como segundo asistente de dirección en el rodaje de Borges para millones, un filme del director Ricardo Wullicher. Ya entonces me acompañaba una vieja cámara Nikormat, que mi papá me prestaba solo en ocasiones importantes.

¿Esa se verá en la muestra?
¡Sí, claro que sí! Es el ‘Aleph’ de mi trabajo y viaja conmigo a donde voy.
¿Cómo ha logrado esta serie de fotografías?

Podemos llamarlo ‘una feliz alianza entre el azar y la necesidad’, porque yo necesitaba cumplir con mi sueño y demostrarle al mundo que tenía sentido fotografiar escritores y, al mismo tiempo, fueron surgiendo oportunidades que no quise ignorar. Por ejemplo, la de trabajar cubriendo acontecimientos culturales como los diferentes Hay Festival. Tengo que confesar que para mí es un honor y un privilegio ser fotógrafo de este evento.

¿Cómo se prepara para hacer una fotografía?

Es más un ejercicio de concentración íntima que de preparación práctica. Hoy en día, gracias a la bendita tecnología, casi cualquier circunstancia sirve para hacer una foto; la cosa es encontrar el ‘estado de gracia’ compatible con el del retratado. Esa situación en la que no saltan chispas pero se liberan ciertas convenciones y uno se encuentra a gusto con la otra persona y viceversa.

¿Por qué se ha inclinado hacia el género del retrato y al de escritores en particular?

Creo que porque yo mismo soñé con ser escritor. Desde muy chico amé la literatura con todas mis fuerzas y pensé que un día pertenecería a ese mundo de historias maravillosas. Lo que sucedió fue que con el tiempo me di cuenta de que mi manera de participar en ese universo de ficciones era más útil si disparaba una cámara que si me ponía a escribir con pluma y papel.

¿Cómo ‘seduce’ a los escritores para que las fotos salgan naturales e íntimas?

Me gusta pensar que es una cuestión de respeto. Yo nunca se lo diría a ellos –por pudor, por discreción, por timidez– pero tengo la impresión de que las palabras no son necesarias para hacerles sentir el inmenso respeto que siento por su trabajo, por el hecho de que dediquen su tiempo, su energía, sus ilusiones al mundo de la creación. Aunque no siempre el novelista o poeta que retrato es mi ‘preferido’ en materia literaria.

¿Cómo decide el concepto que tendrá la fotografía?

Eso solo lo sé un minuto antes de disparar. Si tuviera una fórmula magistral, la contaría con mucho gusto, pero no existe o, al menos, no la encontré. De manera que no me queda más remedio que improvisar, que seguir mis instintos. Es cierto que miro mucho, miro continuamente y cuando por fin tengo ante mí al retratado y el contexto concreto, decido. Y a veces me equivoco. Muy a menudo me pasa que llego a casa, miro con calma y me doy cuenta de que no conseguí lo que buscaba.

¿Qué significa para usted ver todo este bagaje de retratos?

Me siento un tipo afortunado y mi gran fortuna es haber logrado un lugarcito entre los escritores para hacer fotos personales y únicas que solo fueron posibles gracias al respeto y complicidad que ellos tienen por mi trabajo.

¿Qué diferencias y puntos de encuentro hay entre el trabajo del reportero gráfico, en ‘El País’, y el del retratista?

El periodismo me entrenó para resolver en poco tiempo cualquier situación, me enseñó a no dejarme intimidar por una personalidad, eso me ayuda a abrir puertas. Pero son más las convergencias que las divergencias, hay un largo camino común, porque, en mi caso, busco lo mismo: transmitir al lector-espectador la mayor cantidad posible de información de la forma más veraz y creativa a la vez. No me cabe duda de que al fotoperiodismo le debo la mayor parte de lo que soy como fotógrafo. Es una escuela para toda la vida.
Melissa Serrato Ramírez
Cultura y Entretenimiento

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