miércoles, 8 de junio de 2016

NARRADOR DE OLAS, José Manuel Gómez Mira

NARRADOR DE OLAS


Despacio se destruyen los acentos hueros
acomodados al confort de suspicacias,
despacio y con préstamos infieles
aceptamos en las hojas que giran insensatas
todo el Mal y todo el Bien que hasta nosotros
se acercan para acariciar en nuestras frentes
la humedad del sudor
y nuestra fiebre arrebatada por murallas.
Desde el llanto de nacer hacemos olas
de trabas y defectos,
y lágrimas consideradas
en su afán cociente de experiencias,
golpes sobre el pecho que nos duelen
como aceptación de pecado de corduras
que recuerdan que nuestro corazón se nos antoja
un rincón atravesado por el miedo.
De esta residencia de minutos lentos,
sobre esta sinfonía de la espuma
incubada por las llamas mortecinas,
de la interrupción forzada de sus puertas,
ha de brotar el germen impreciso de la integridad,
perdida por aquéllos,
cobardes amamantados en el orgullo.
Cuando arda el horizonte será el instante
de tensar los hilos de lo extraño
con las curvas de preguntas que reviven
en la línea primigenia de esta arena,
compuesta por los granos desgastados,
rotos por la falsa luz de sus altares.
No será solo final de días perdidos;
vendrán hacia la noche abierta
las bandadas lloronas de las lechuzas grises
que cruzarán sus candados
alrededor de los eclipses necesarios
para acercar la intuición de los primates
a los ojos asustados de los sabios.
Nos quedará grabado en las solapas
el aliento de los siglos recorridos,
tejido conductor de nuestros vínculos,
nostalgia de los adivinos ebrios;
se quedará prendido entre los dientes
el vaho agazapado del invierno arbitrario,
vulnerado, encanecido.
Así, desde la altura
llamaremos por su nombre a las cenizas,
ampliaremos en lenguas de la Babel orgullosa
los escalones de sus torreones muertos.
Hablaremos en mil,
en diez mil,
en cien mil idiomas diferentes,
sobre las leyendas comunes arrastradas,
haremos collares con frases infantiles
creadas de la Nada,
recreadas desde la distancia para el verso.
Así, desde estos mares
leeremos en voz alta
la verdad de las historias postergadas
en el albedrío libre de sus fauces
en nuestras alpargatas de lisonja amarga.

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