A César Abraham Vallejo Mendoza
Tu mirar oscuro, impenetrable
donde el dolor se acuna irreverente;
son las llagas de la vida que consumen,
el látigo del hambre que corrompe,
las úlceras en los pies que te aniquilan.
¡Qué impuro es el dolor! ¡Cuánto lastima!
Manos que se crispan impotentes
sobre un rostro adusto, casi triste.
Ojos de mirar impávido
ya no observan mocedades,
los indios como las hojas pisoteadas.
Ya marcharon tus vírgenes, las que te amaron,
pero también en duelo de cigarras
tu alma convirtieron.
¡Ya se fueron! ¡No retornarán sus pasos!
quedaron tus palabras cual diamantes
hoy se pulen ante ojos que no veían
tienen brillo de estrellas en oscuras noches.
¿A un poeta como tú, cómo le escribo?
Eres el amante de las noches frías,
sólo luz en medio del dolor y la neblina,
eres magia donde se ocultaron las tristezas.
Has vertido ante mis ojos tus bellezas,
hoy las uvas verdes se nutren con las rojas
convirtiendo tu vaso en elegía,
donde se pintan de tristeza tus poemas.
¡Qué falta hace un poeta como tú!
hay aridez dentro del hombre,
se siembran las semillas de la guerra
donde mueren jóvenes sin balbucear palabra
ni levantar sus brazos ante el alba.
Ya murió el poeta, el que en carne propia
sentía los dolores de la tierra.
Marchó sobre las blancas nieves del silencio,
se perdió sobre su propia palidez.
Raquel Rueda Bohórquez (Colombia, septiembre de 2011)
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