La brisa corriendo tras mi espalda. El calor en la habitación. Un ambiente mental de sofocamiento. Las miradas de reojo. La tesis del complot en mi contra. Pero todo: fantasmas, sólo fantasmas; afortunadamente sólo eso, especulaciones pero nada en firme...
Nada mientras no se confirma que hay un acuerdo para asesinarme. Pero para que ello ocurra tendrán que conjugarse varios factores, bastantes circunstancias; la mayor parte de ellas muy difíciles de lograr que logren encontrarse...
Todo empezó desde el invierno. Corría un fuerte viento helado que me daba en la espalda. Y así enfermé de gripe. Fue poco después de ello. Tenía claro que alguien me observaba; aunque lo único cierto es yo estaba solo en esa habitación.
Visité a mi psiquiatra. Que no me sacó de dudas, sólo me sacó el billete de la bolsa. Y no llegó la calma, únicamente la pobreza y la desazón por razones económicas.
Pero seguí siendo feliz, hasta que llegué al actual momento en que me siento perseguido por todos. Y no parece haber otra solución que el suicidio...
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