jueves, 13 de febrero de 2014
¿POR QUÉ?, Pita Amor
I
¿Por qué quise quitarme de las cosas
del mismo modo como las tomaba?
¿Por qué nunca fijé yo la mirada
en materia que tiene que morir?
¿Por qué siempre traté de resistir
a este lodo, que mancha con mirarlo?
¿Por qué intenté ir al mundo y despreciarlo,
tratando entonces de mirar al cielo?
¿Por qué busqué en la nada mi consuelo
y quise que la sombra me gustara?
¿Por qué huí de que el cuerpo me inquietara
e hiciera de mis poros sus esclavos?
¿Por qué insistía en que mis pies atados
tuvieran libertad para elevarse?
¿Por qué rogué a mi mente liberarse
de tanta combinada situación?
¿Por qué usé tan equívoca pasión
para calmar mis temblorosas ansias?
¿Por qué traté de distinguir distancias
que ojos normales nunca pueden ver?
Porque quise - ¡ay, osada! - que mi ser
tuviera un prematuro amanecer.
II
... y me quise volver inalterable,
y lo logré volviéndome de piedra.
Era tan tormentosa mi tragedia,
que tuve que ceder y no fui nadie.
Y no fui nadie...y yo seguí existiendo
como existen las plantas y las piedras,
que soportan el sol y las tinieblas,
sin lograrse expresar, tal vez sintiendo.
Sintiendo que este mundo las rodea,
que las cobija el cielo y las alumbra,
pero a pesar de todo, la penumbra
es más grande, más grande que la idea,
que la idea de salir y levantarse
hacia un mundo mejor, desconocido,
donde puedan por fin en escondido
claro rincón, por una vez hallarse.
III
¿Por qué estoy sola llorando?
¿Por qué estoy sola viviendo?
¿Por qué, pensando y rondando,
mi sangre voy consumiendo?
¿Qué no se oyen mis lamentos?
¿Qué no se oyen mis clamores?
¿Qué no, mis contentamientos,
tienen sabor a dolores?
Cuando nada me rodea,
pero todo me obsesiona,
cuando la dicha me crea,
pero el dolor me aprisiona.
¿No es de justicia un camino
aunque deba se fatal?
¿No es menester que el destino
me liberte de este mal?
IV
Camino que a veces veo
como un abismo angustioso,
pero que otras veces creo
un monte maravilloso.
¿Por qué si negro pareces,
mostrárteme quieres blanco?
¿Por qué si brillante creces,
de pronto te tornas llanto?
Rara condición la mía
de visión tan exaltada:
mi dicha y mi fantasía,
mi pena, dolor y ... nada.
V
Escaleras sin peldaños
mis penas son para mí,
cadenas de desengaños,
tributos que al mundo di.
Tienen diferente forma
y diferente matiz,
pero unidas por los años,
mis penas, o mis engaños,
como sucesión de daños,
son escaleras en mí.
VI
Casa redonda tenía
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas
las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.
VII
Todos hablan de mi vida...
algunos, de mis amores,
nadie de mis sinsabores
ni de mi pena escondida.
Si yo a nadie recrimino
y todo en todos tolero,
¿por qué el mundo, en mi destino,
pretende ser justiciero?
VIII
No es que yo ame el sufrimiento
ni que el placer me desboque,
mi afán es que el alma toque
senderos de redención.
Necesito en mi pasión
bueno y mal amalgamado,
tendré un camino logrado
cuando mi vida y mi suerte,
por haberse realizado,
me hayan dado dicha y muerte.
IX
Cada vez que a un camposanto
llego por casualidad,
en vez de ver tumbas, veo
vidas que viviendo están.
Cuando yo salgo a la calle
y miro gente reunida,
me parece que dormida
o muerta la gente está.
En vez de figuras creo,
muchas lápidas mirar,
y sus cuerpos imagino
rígidos de eternidad.
X
No sé si muero despierta
o si es que vivo soñando,
si sé que me estoy quemando
y que todo me atormenta.
Lo que a mí sólo me pasa
está más allá de todo,
no hay nadie que de este modo
sentirse pueda en su casa.
Y al decir casa, pretendo,
con un símbolo expresar,
que casa, suelo llamar
al refugio que yo entiendo
que el alma debe habitar.
XI
Noches con ojos abiertos,
noches de vuelos terribles,
congoja y ansia indecibles,
sueños en sombra despiertos.
Desbordados mis latidos,
mis pasiones desbordadas,
mis ansias, ¡ay, no colmadas!,
casi muertos mis sentidos.
Todo en la noche girando,
filtrándose por mi alma.
Yo clamo por tener calma:
¡Mi Dios, mi Dios! ¿Hasta cuándo?
XII
¡Ay, Luna!, tú no eres luna,
Luna, tú estás más allá,
demasiado luna eres
para poder Luna estar.
¡Ay, Luna, ven en mi ayuda
que yo quiero descifrar,
por qué siendo tú tan luna,
Luna, tan extraña estás!
XIII
¿Qué es lo que mi mente encierra,
que no puedo descifrar?
¿Qué es esta nada que yerra
y que no logro expresar?
No hay lenguaje con qué hablarlo;
no está ni en el pensamiento,
es algo de más adentro,
pertenece a otras regiones.
No pretendo penetrarlo;
soy toda limitaciones.
XIV
¡Ay qué insincera y sincera
rotunda sinceridad!
¡Ay qué intranquila y tranquila
terrible tranquilidad!
No pueden acompasadas
mis sensaciones latir,
tienen que ser desgarradas
por una doble inquietud,
que, perturbando mi alma,
a un tiempo le dé salud.
XV
Sola... tan sola hacia dentro;
y colmada, y destruida,
con las dichas en huida
y el dolor siempre al encuentro.
Cielo e infierno de vida,
solo y pavoroso antro;
asombro de mar de espanto,
aguas de ideas en partida;
confusión no concebida.
¡Qué gran locura de tanto!
XVI
Mi pensamiento siempre tan constante,
hay momentos que aterra por su hondura,
pues se agiganta en ritmo y en altura
y provoca un infierno desbordante
de angustiosa y caótica locura.
Todo en él se proyecta con tortura,
las ideas de atrás pasan delante,
los placeres se fingen amargura,
las penas dramatizan el instante.
En un desfile eterno y enervante
van pasando las ansias de mi vida,
y comparten la lucha maldecida
de esta gran pesadilla de mi mente,
que piensa que no existe lo existente.
XVII
De mi esférica idea de las cosas,
parten mis inquietudes y mis males,
pues geométricamente, pienso iguales
a lo grande y pequeño, porque siendo,
son de igual importancia; que existiendo,
sus tamaños no tienen proporciones,
pues no se miden por sus dimensiones
y sólo cuentan, porque son totales,
aunque esféricamente desiguales.
XVIII
Estrellas que, por ser tantas,
todas parecéis iguales;
estrellas que, virginales,
lograsteis ser infinitas.
¿Acaso luces malditas
que por turbarme nacieron,
o es que, acaso, se movieron
para mí, puertas benditas?
Pero como, al fin, mis cuitas
en estrellas se fijaron,
a estrellas, penas se ataron
de modo tan similar
que parecen continuar,
en espejo reflejado,
su universo dilatado
a mi pena universal.
XIX
Se incubó mi egoísmo en soledad.
Entonces, ¡no ha de ser tanto egoísmo!...
Si mi niñez, más que niñez, fue abismo,
no es raro que llegase a esta verdad:
que lo único que vale es el ser mismo.
Y que si bien existe en mí, maldad,
como virtud e indiferencia tengo,
equilibrando bien y mal, sostengo:
que hay en mi todo, mi ritmo de igualdad
que compensa egoísmo y hermandad,
y hace de una niñez que fue vencida,
esta egoísta madurez crecida,
que gime porque sea su verdad
una entrega total y sin medida.
XX
Me estoy volcando hacia fuera
y ahogándome estoy por dentro.
El mundo es sólo una esfera,
y es al mundo al que pidiera
totalidad, que no encuentro.
Totalidad que debiera
yo, en mí misma, realizar,
a fuerza de eliminar
tanta pasión lastimera;
de modo que se extinguiera
mi creciente vanidad
y de este modo pudiera
dar a mi alma saciedad.
XXI
Ventana de un cuarto, abierta...
¡Cuánto aire por ella entraba!
Y yo que en el cuarto estaba,
a pesar que aire tenía,
de asfixia casi moría;
que este aire no me bastaba,
porque en mi mente llevaba
la congoja y la aflicción
de saber que me faltaba,
la ventana de mi razón.
XXII
De mi barroco cerebro,
mi alma se destila intacta;
en cambio mi cuerpo pacta
venganzas contra los dos.
Todo mi ser corre en pos
de un final que no realiza;
mas ya mi alma se desliza
y a los dos ya los libera,
presintiéndoles ribera
de total penetración.
XXIII
Hay cosas que yo no digo,
y que pudiera decir,
son cosas que están conmigo,
en mi heredado sentir.
Si estas son cosas del cuerpo
o a la mente pertenecen,
o si es que al alma envejecen,
no tienen explicación.
Sí son oculta expresión,
que por pudor concentrado,
no puede mi yo variado
revelar en su extensión.
XXIV
Yo soy cóncava y convexa;
dos medios mundos a un tiempo:
el turbio que muestra afuera,
y el mío que llevo dentro.
Son mis dos curvas-mitades
tan auténticas en mí,
que a honduras y liviandades
toda mi esencia les di.
Y en forma tal conviví
con negro y blanco extremosos,
que a un mismo tiempo aprendí
infierno y cielo tortuosos.
XXV
En una casa habitaba
que techos blancos tenía,
y en ella un ser se moría
y su muerte me mataba.
A la calle yo salía
y aunque techos no miraba,
al ser aquel recordaba,
y su recuerdo me hundía,
haciendo que su agonía
en muerte se eternizara.
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