martes, 21 de junio de 2016

EL POETA HO CHI MIN, Daniela Saidman (IslaNegra Revista)


El poeta Ho Chi Minh

Daniela Saidman


A veces los nombres vienen de tanto vivir, como si con el que se hubiera nacido no alcanzara para contenernos. Tal vez eso fue lo que le pasó a Nguyen Tat Thanh, aunque en sus biografías digan que sus nombres fueron apodos y que surgieron de la clandestinidad. También lo que suele suceder es que los poetas tienen la cualidad de cambiar con los versos, de hacerse viento y agua, escombro, eco y claro, caricia y consuelo.
En 1911, el joven que había nacido en Vietnam, el 19 de mayo de 1890, se embarcó como ayudante de cocina en un buque francés. Durante los dos años que duró la travesía usó el nombre de Ba. Y en 1914 partió a Nueva York.
Poco después se instaló en Londres. Allí ejerció de barredor de nieve, lava platos y ayudante de uno de los grandes cocineros del siglo: Escoffier. Pero de la cocina se escapaba a los libros y a la militancia en una organización clandestina asiática.
Se instaló nuevamente en París en 1917. Y otra vez cambió de piel. Una tras otra, como una mariposa que lentamente va abriendo las alas, cada vez más tensas, más coloridas, más experimentadas en el vuelo que nace de la necesidad honda de la libertad absoluta.
Nguyen Ai Quôc, algo así como Nguyen el Patriota, fue el nombre que mejor se adaptada al hombre que iba haciéndose y con el que se conoció hasta 1942, mientras se ganaba la vida retocando fotos. Leía incansable durante aquellos años y empezó a escribir sus primeros artículos que publicó con el nieto de Marx en algunos periódicos de la época.
Después de 1920, Nguyen militó en el Partido Comunista Francés. De ese tiempo es Proceso de la colonización francesa, uno de sus libros más conocidos, que compila buena parte de sus artículos.
Alrededor de 1922 llegó a Moscú donde conoció a Trotski, Radek, Zinoviev, Stalin y Dimitrov, entre otros. Y en 1925 se instaló en China, aunque fue obligado a salir cuando se impusieron medidas contra las actividades comunistas. Regresó en 1930 para fundar el Partido Comunista de Indochina. Se quedó en Hong Kong como representante de la Internacional Comunista. En 1931 fue arrestado y encarcelado por la policía británica hasta su liberación en 1933. Al poco tiempo regresó a la Unión Soviética.
Regresó a China en 1938 para servir como asesor en las fuerzas armadas. Pero cuando Japón ocupó Vietnam en 1941, ayudó a fundar un nuevo movimiento de independencia conocido popularmente como el Vietminh.
En 1942, Ho Chi Minh fue apresado por las autoridades chinas, mientras cruzaba la frontera.Durante 14 meses lo trasladaron a distintas prisiones, sometiéndolo a toda suerte de maltratos.
En agosto de 1945, al final de la segunda guerra, cuando Japón se rindió, el Vietminh tomó el poder y proclamó la República Democrática de Vietnam en Hanoi.
Ya él era todo luz y canto. Y sus alas inmensas se desplegaron como velas para surcar infinitas los mares. Ho Chi Minh (el que trae la luz) fue desde entonces y hasta siempre. Se convirtió en Presidente.
El gobierno francés no estuvo dispuesto a conceder la independencia a sus súbditos coloniales, y a finales de 1946 estalló la guerra. Durante ocho años las guerrillas del Vietminh combatieron a las tropas francesas en las montañas y los arrozales. Y como suele suceder cuando la razón acompaña una lucha popular, finalmente el ejército francés fue derrotado en 1954.
La historia es larga. A pesar del triunfo de Ho, de la inspiración con la que animó a su pueblo a alcanzar la libertad, Vietnam fue divido en dos y solo el Norte fue asignado al Vietminh.
En la década de 1960 estalló la guerra de Vietnam. Estados Unidos apoyó, dotó de armamento militar e intervino directamente en el conflicto, como siempre tratando de dominar a un pueblo que crecía luminoso.
En la segunda mitad del 60 la salud de Ho fue deteriorándose, aunque su figura, su temple de hombre sencillo y comprometido siguió siendo siempre una inspiración para su pueblo. El 3 de septiembre de 1969 Ho Chi Minh falleció en Hanoi.
Su voz sigue acompañando los sueños de la humanidad, porque si de volar se trata, el tío Ho tiene mucho de maestro y sus alas son una breve caricia que alumbra el viento que hay que seguir.

El poeta Ho 

Tal vez se sepa menos de Ho Chi Minh como poeta. Pero, ¿es que acaso es posible trascender sino es por la amorosa entrega que tiene tanto de verso y de sueño?
Entre septiembre 1942 y octubre de 1943 Ho, con poco más de cincuenta años de edad, estuvo en distintas prisiones, de allí su Diario de prisión. Cuentan que en un rincón en penumbras dejaba testimonio en el idioma de sus carceleros (la lengua clásica de los letrados chinos, y según la poética de la dinastía Tang). En un cuaderno de tapas verdes Ho escribía lo que en el transcurrir del día llenaba sus ojos, fuera la tristeza, la melancolía o la esperanza, de un paisaje o un gesto.
Son unos brevísimos poemas que hacen pensar en un instante detenido, en una imagen quieta que sin embargo tiene dentro de sí el movimiento constante de las alas de un colibrí. Justamente en su palabra está la estatura de un hombre que fue libre en lo más libre de los seres humanos.
En su último poema en prisión Ho dice: “Hoy debemos fundir los versos en acero / Y ser cada poeta un bravo combatiente”. 


Noche de otoño

“Ante la puerta, un guardia
con el rifle al hombro.
En el cielo, la luna huye
a través de las nubes.
Insectos escaladores de camas
como tanques negros en la noche.
Escuadrones de mosquitos,
como olas de aviones enemigos.
Pienso en mi patria.
Sueño que vuelo muy lejos.
Sueño maravillas atrapado
en telarañas de dolor.
Un año ha terminado aquí.
¿Qué crimen cometí?
Con mis lágrimas escribo
otro poema en la prisión".

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