sábado, 1 de diciembre de 2012

EL CLIMA Y LA HISTORIA



El clima y la historia
NIEVES Y MIRO FUENZALIDA [mediaislaLa crisis climatológica está aquí y puede que exista más allá del capitalismo como parte de la vida del planeta. Es cierto que el cambio climático tiene que ver profundamente con el capitalismo. Pero, una crítica que solo se centre en el capitalismo no es suficiente.
Inmediatamente después de la súper tormenta Sandy que devastó la de EEUU, la antropóloga Shirley J. Fiske, profesora de la Universidad de Maryland, dirigió una  abierta a los candidatos presidenciales recordándoles que este  de cosas son las que tenemos que esperar con el calentamiento global y los llamaba a poner de vuelta el cambio climático en la agenda política.
Hasta no hace mucho, los que se dedican a las cuestiones históricas o políticas hablaban de las consecuencias del fin de la guerra fría y la desintegración de la Unión Soviética. Hoy día, como dice el historiador contemporáneo Chakrabarty (“The climate of history: four thesis”) de lo que se habla es de los procesos de globalización y el calentamiento global y su significado en la comprensión del  y la .
Si aceptamos la explicación antropogénica del presente cambio climático, y lo cierto es que no hay razón para no hacerlo, la vieja distinción tradicional entre historia  e historia humana tendrá que dejarse de lado. La idea del humanismo modernista —de que solo podemos tener conocimiento propio de las instituciones políticas y civiles que nosotros mismos creamos— ha sido parte del bagaje común de los dos últimos siglos. La naturalezaza no tiene  por tanto los eventos que en ella ocurren son solo eso, meros eventos, actos sin agentes. La historia propiamente tal, en cambio, es la historia de los asuntos humanos y la labor del historiador es la de imaginar los pensamientos de los agentes que ejecutan las acciones sociales. Que una acción humana sea histórica o no depende de qué es lo que la determina. Los impulsos y los apetitos son parte de nuestra naturaleza animal y no de interés para el historiador. Su preocupación son las costumbres sociales que el ser humano crea con su propio pensamiento porque ellas son las que mediatizan y satisfacen los apetitos. Solo la historia de la construcción social del cuerpo, y no la historia del cuerpo como tal, puede ser estudiada. No hay necesidad de mezclar las dos. A través de todo el siglo XX, incluyendo el marxismo y los historiadores más materialistas, se continúa justificando la separación de la historia humana de la historia natural. El ambiente cambia, pero tan lentamente que la historia de la relación del ser humano con el medio natural aparece como algo casi intemporal, como un trasfondo pasivo y silencioso a las narrativas históricas que no juega ningún activo en el moldeamiento de las acciones humanas, a pesar de los esfuerzos que Fernando Braudel hizo en su obra Mediterráneo para cambiar la conversación.
La climatología contemporánea ha empezado a presentar una imagen bien diferente en los últimos años. El calentamiento global nos ha obligado a reconocer que el  y el ambiente natural pueden alcanzar un punto crítico en donde lo que aparece como un aparente trasfondo intemporal para la acción humana puede, de pronto, transformarse a sí misma con tal rapidez que solo puede acarrear consecuencias sociales devastadoras.
La historia natural y la historia humana —nota Chakrabarty— presentan una visión del ser humano bastante diferente. Para esta última, el punto de partida es el agente humano. La primera, en cambio, propone la biológica. El hombre antes que ser africano, cristiano o consumidor es una entidad biológica. Y no hay momento en la historia en que no lo haya sido. Pero, los teóricos que escriben sobre la actual crisis climática van más allá al afirmar que el ser humano históricamente ha llegado a ser algo mucho más que un simple agente biológico. Desde la revolución industrial es una fuerza geológica, individual y colectiva, capaz de cambiar los procesos físicos más básicos de la tierra como la  de la atmósfera, por ejemplo. No un mero agente natural, sino un verdadero agente geológico con una fuerza similar a la fuerza que en otros tiempos causó extinciones masivas. Si hay alguna duda solo miremos la actual pérdida de la diversidad de especies cuya intensidad es similar a la que ocurrió 65 millones de años atrás  cuando desaparecieron los dinosaurios.
¿Estamos al final del Pleistoceno? Algunos científicos dicen que sí y llaman a reconocer el comienzo de una nueva era geológica. Paul Crutzen y Eugene Stoermet, Premios Nobel en química, dicen que debido al impacto global de la actividad humana en la tierra y la atmósfera  sería más apropiado enfatizar el papel que la especie humana tiene hoy en la geología y ecología, y llamar a la época geológica actual “Antropoceno” que, dicen, empezó en el siglo XVIII de acuerdo a los análisis del hielo polar que es cuando comienza la concentración global de dióxido de carbono y metano debido a la invención del  a vapor y el desarrollo del capitalismo industrial. En el 2008 la Sociedad Geológica de América reconoce la nueva definición y fecha del Antropoceno para esta  nueva era geológica. Es el momento en que la geología se enlaza con la historia, obligándonos a confrontar los resultados de nuestras acciones.
Los geólogos y climatólogos, dice Chakrabarty, pueden darnos una explicación de porqué el actual calentamiento planetario es distinto de los que han ocurrido previamente. La crisis que se nos viene encima solo podemos comprenderla si nos damos a la tarea de imaginar sus consecuencias. La crisis climatológica está aquí y puede que exista más allá del capitalismo como parte de la vida del planeta. Es cierto que el cambio climático tiene que ver profundamente con el capitalismo. Pero, una crítica que solo se centre en el capitalismo no es suficiente. Según Chakrabarty la única manera de entenderla es mirar el desarrollo humano como parte de la historia de la vida de este planeta. Una larga mirada hacia las profundidades de la historia para comprendernos como especie y asegurarnos un futuro. Si así lo hacemos la amenaza del calentamiento global se nos revela,  no como una amenaza a la geología del planeta, sino a las condiciones biológicas y geológicas que permiten la sobrevivencia de la vida humana tal como se desarrolló en el pleistoceno.  Ubicar históricamente la crisis del cambio climático requiere, por tanto, de la unión de estas dos diferentes actitudes intelectuales que tradicionalmente se han mirado con bastante desconfianza. En un influyente ensayo de 1995 “World history in a global age” los autores dicen, por ejemplo, que la humanidad ya no es solo una especie o una condición natural. Por primera vez, afirman, los humanos, colectivamente, nos hemos constituido a nosotros mismos y adquirido la responsabilidad de nuestras vidas. Los científicos que favorecen la idea del Antropoceno, en cambio, están diciendo algo muy diferente. Para ellos, los humanos, al adquirir el estatus de fuerza geológica, se han transformado en una condición natural.
Si la revolución industrial es la que nos metió en el problema, ¿por qué molestarnos con la historia profunda o con el concepto biológico de especie? La narrativa del capitalismo y su crítica provee el marco suficiente para comprender y transformar la situación actual. Los altos niveles de consumo energético del capitalismo y socialismo industrial ciertamente crearon y, ciertamente, luego profundizaron la crisis ecológica. Pero, lo que no se puede ignorar, dice Chakrabarty, es que la crisis actual también ha hecho visible otras condiciones necesarias para la existencia de la vida humana que no tienen conexión con la lógica capitalista o socialista. Ellas están conectadas con la historia geológica y biológica de este planeta, de cómo diferentes formas de vida se conectan unas con otras y como la extinción masiva de una especie es una amenaza para otra. Miremos solo el origen de la agricultura, 10 mil años atrás. Esta, la verdad de las cosas, no fue la simple expresión de una creación humana. Fue posible, como hoy sabemos, por ciertos cambios en el dióxido de carbono en la atmósfera, por una cierta estabilidad climática y por un aumento de temperatura que se dieron al final del Pleistoceno independientemente del control humano, que hicieron posible el crecimiento de pasto (trigo y barley). El fin de la Época del Hielo fue el resultado del cambio de la relación orbital entre la tierra y el sol. Sin este largo verano en la historia del planeta la agricultura y la industria no hubieran sido posibles. Esto significa que cualquier conjunto de valores o proyectos económicos y tecnológicos que elijamos no pueden correr el riesgo de desestabilizar las condiciones que funcionan como parámetros de la existencia humana. Ellas han permanecido estables lo suficiente para transformarnos en la especie dominante. El problema es que ahora nos hemos transformado en un agente geológico que empieza a modificar catastróficamente los parámetros que mantienen las condiciones de nuestra existencia. El aumento de la temperatura promedio del planeta, de la acidez y de los  niveles del océano, junto con la destrucción de la cadena alimenticia, van en contra de nuestros intereses. La especie humana, como especie, depende de otras especies y ciertamente es parte de la historia natural.
Sería imposible entender el calentamiento global sin considerar lo que los científicos contemporáneos vienen diciendo. Pero, nuestra caída en el Antropoceno no puede divorciarse tampoco de la historia del capitalismo. Sin la historia del industrialismo moderno el Antropoceno no hubiese sido posible. ¿Cómo reconciliamos estas dos perspectivas?
El biólogo Edward O. Wilson cree que como mejor podemos servir nuestro futuro colectivo es a través de nuestra autocomprensión como especie. El problema es que entendemos  el concepto intelectual de  “especie” pero, como humanos, nunca nos experimentamos como tal. E, incluso, el concepto mismo de humanidad es problemático. La noción de la humanidad, la de un sujeto humano global, la de un nosotros, según los críticos, es una ficción porque nos presenta actores políticos sin tensiones, contradicciones o conflictos internos que niegan la heterogeneidad y el antagonismo radical que configura a todo sujeto político real. El nosotros siempre se contrapone a otros. Como nota Chakrabarty esta deconstrucción crítica es útil cuando tratamos con formaciones de dominación nacional o global. Pero no para tratar con la crisis del calentamiento global. Es posible que no nos percibamos como agentes geológicos, pero a nivel de especie aparecemos lo somos. Y sin este conocimiento, que desafía la comprensión histórica, no es posible encontrarle sentido a la crisis que nos afecta a todos.
El capitalismo, sin lugar a dudas, aumentará la desigualdad y, por algún tiempo, algunos lo harán mejor a expensas de otros. La crisis, sin embargo, es más grande que el capitalismo. Aquí, a diferencias de las crisis capitalistas, no hay salvavidas para los ricos ni para los privilegiados. El cambio climático nos obliga a hablar de colectividad humana, a apuntar a una figura de lo universal que surge de una catástrofe global común. El fin del capitalismo, tal como lo conocemos, es una condición necesaria para confrontar la crisis… pero ¿es suficiente? |nymf, ottawa, on nievesmiro@sympatico.ca

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