domingo, 14 de julio de 2013

CON NELSON MANDELA, Juan Manuel Roca

Con Nelson Mandela

Ilustración de Juan G. Puga
Juan Manuel Roca
Difícil encontrar un líder político del tesón y la claridad de Nelson Mandela desde los tiempos de Gandhi a nuestros días. Y desde las luchas de su pueblo en el marco de la desobediencia civil, en algo inspirada en el pensamiento libertario de Thoreau.
Ahora, a sus noventa y cinco años, Mandela, que desde joven renunció a ser jefe de su clan y a su rango aristocrático, se encuentra recluido en un hospital de Pretoria.
Los achaques respiratorios responden a casi tres décadas de presidio en las cárceles del régimen fascista instaurado en su país por los ingleses.
La prensa cuenta que todos los días se agolpan en el hospital donde está internado, lo mismo que en los antiguos barrios astrosos del apartheid, las multitudes, los antiguos clanes y legiones de niños que cantan la dignidad de Mandela.
Quisiera compartir con los lectores este poema en prosa que escribí pensando en Mandela en 1988, y que circuló en Prosa reunida, en la Colección de autores antioqueños en 1993. 
Un sol para Mandela
La luna no es Zulú, la luna es blanca en el
oscuro gobierno de Pretoria.
Ruedan los trenes blancos en cuyas venta
llas viaja la civilizada muerte con chalecos
de seda –África, la selva convertida en un
jardín–, la civilizada muerte con su máquina
Kodak en bandolera.
Nelson Mandela:
 70 años,
24 de prisión blanca,
de prohibido rostro,
de abolida fotografía.
Multiplique usted 35 millones de negros por
sus dos ojos y la cifra de ojos que no ven a
Mandela –aunque habite en 35 millones de
almas–, le dará el tamaño de su ausencia.
Los periódicos no enseñan su rostro por no
reconocer que si la luna es blanca la dignidad
es negra, que tras los jardines y los campos
de golf de los blancos de Pretoria, ruge una
selva milenaria.
Ahora viajan en las ventanillas del tren las
efigies de Europa, la estatuaria de sus mue
tes y una dama inglesa hace fotos de la luna,
pero en Wembley se escucha un rock para
Mandela.
Que corra el viento y acaricie las mejillas de
la luna –rasurada luna que los blancos
refrescan con lavanda– y ponga en los ojos de
Mandela el sol de los libertos.
Bogotá, 16 de julio de 1983.

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