A machetazos llegamos
caminando aquel sendero;
nos quedamos sin cabeza,
los sesos se nos salieron
Vimos que el río, brinco y brinco,
arrastraba muerto y muerto,
mientras infeliz el monte
lloraba llantos de seda,
de seda que nunca sirve
para cubrir la sesera,
de seda que queda asqueada
si para vestir la invitan;
la carne blanca por fuera,
que guillotinara todas
las cabezas...
la carne
-perfume-
puro,
pero,
por fuera, por fuera,
que llenó el río, brinco y brinco,
de hermanos que se murieron
para dejar mi tristeza
en el monte que lloraba
llantos ácidos de seda.
Del libro A propósito, 1981.
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