martes, 16 de agosto de 2011

LA NOCHE

Sobre la yema de los dedos

se sostiene la noche

aérea y enorme.

Carlos Pellicer











Pesada la tarea, cotidiana y doméstica,

llega a posarse en los hombros, la noche

simple y negra, ruda pero relajada;

no admite réplicas, es plena y nunca vana.

Tiene grises los ojos, las manos flacas,

la sonrisa tranquila, muy cansada la pose

y hay fuerza en su mirada, sutil y clara.



La noche espera todo, pero anida en nada;

clama por los finales, pide recuentos.

Asoma a hacer, cual flores, esperanzas,

promete amaneceres, carga placeres,

oculta impaciencias y nunca desespera.



Espacio palpitante, de una sed insaciable,

goza con el declive de los días y sus seres,

nunca se adelanta, puntual, fina, sencilla:

abre sus puertas para que todo quepa;

oculta crímenes, acosa a incansables;

no le teme a las predicciones y adelanta

finales indecisos o plenitudes invisibles.



Es la noche un trozo de silencios embozados,

un espacio para el ladrar de perros escondidos,

una casa en ruinas y un collar de horas, para

contar en sueños y abrazar en pesadillas.

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