jueves, 1 de septiembre de 2011

A P E T E N C I A S

I

Esa tristeza amarga por lo que no he vivido,
me pone en la nostalgia de otros besos,
en tanto nos besamos.

Tomé por la ventana al horizonte
y puse en el buzón otros recuerdos
para olvidar mi ausencia de mañana.

La noche es otra cosa con tus cartas.
Sale el sol más temprano
y una flor desde el suelo
se levanta y me besa.


II

Un libro se abre al centro y, al margen
de sus líneas, me miras y me inventas;
dos párrafos delante, melancólico,
me asomo a aquél cajón de la nostalgia
y logro desdoblarte y tenerte
mientras sueño.

Despierto y ya no estás.
Tal vez nunca estuviste;
y el libro que miramos,
cada quien en su allá
casualmente era el mismo.


III

La pena en otro tiempo empapaba el delirio,
pero la entrega diaria se empeña en el ocaso
por ya no hacer escándalo, ni gritar;
se desviste, convierte todo en calma
un horizonte alado con su ruta y sus besos.
La entrega cotidiana parece un mueble triste
que un paño de sabores quita el polvo,
acurruca, acomoda, apapacha y desnuda.
Todo se ve tan fácil desde el rincón simplón
del amor que me has dado,
que mañana en la calle levanto la banqueta,
pongo a todos al sol
¡y que canten los mustios!
Nada que aquí se mire tendrá que ser en vano;
las tardes son iguales desde que tú naciste,
pero no son las mismas, y hasta cambia el país
si tú amaneces triste.


IV

Después de ser tan fácil qué complejo es quererte,
me dijiste, mujer, ya muy de noche, un día;
me hiciste oler la luna y escuchar esas nubes
que son siempre más densas, muy oscuras y frías;
reflejos obtuvimos sólo en veces, a ratos,
en cambio fueron amplios momentos de agonía
los de la oscura ausencia;
supe entonces disipar acaecer cotidiano;
los lagos son momentos;
eternidad, en cambio, la soledad oceánica.



DEL LIBRO COLECTIVO "La sombra de la palabra"
Tercer Encuentro Nacional de Poetas (2001).

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