DIVINA APARICIÓN
Dime Isabel qué destino conduce nuestras almas y nos hace
flotar sobre el aire en un amor más poderoso que la vida,
dime qué honor conyugal nos invita al óleo fugaz del encanto,
sabes que te vi caminando en mi tierra con coloquios amorosos,
estabas vestida de diosa erguida y ardiente, despeñada por el viento,
senos salpicados de sol y luna, una navidad en ecos de placer y deseo.
Mi cuerpo estaba en ruinas hasta ese día que apareciste como un himno,
yo era una estampa de delirio consumido mojado de lluvia silenciosa,
y fue en aquel instante preciso, ese justo instante de miedo y esperanza
que apareciste arisca y bella, una diosa de música y bandera parpadeante,
alguien inesperada que se imponía al estallido inefable de un nimbado milagro,
una diosa esbelta de rostro sedoso y ondulaciones en nalgas de sonrisa.
Así apareciste, un fabuloso espacio de blancas arenas entre el mar y el cielo,
me llevaste a un lecho de besos y vinos y volé contigo con alas de ave legendaria,
era todo un amor sujeto a tu piel floreada, una blanca novia de párpados azules,
una guardiana de sorpresas iluminando con su rocío la fuerza de la tierra,
una novia de agua y fuego cercana como el mar en sus altas olas transparentes,
una bella ninfa de miel y brisa diluida en su desnudez redonda.
Como un río dispuesto serpenté los rosados labios de tus húmedas orillas,
era el tiempo de cavar el fuego en sus llamas con el soplo de la lluvia,
con mi vocación de flecha y mi viril salitre en la hierba de tus estrellas,
era el tiempo de mi ritmo angustioso en tu arroyo de romero y jacinto,
una dulce llama de corales flameando en ráfagas de vapores espumosos,
dos dioses precipitados en ansiedad y azomados sobre los rios de Granada.
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