lunes, 29 de junio de 2015

OCTAVIO PAZ=DOLMEN, César Moheno (La Jornada)

Dolmen
César Moheno
E
n la mesa compartida con nuestras familias conversaba con Jean Meyer sobre las letras y el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX mexicano y, claro, sobre uno de los humanistas más universales de nuestro suelo. Después de un silencio, mientras recogíamos platos, vasos y manteles, expresó: singular, él solo fue toda su generación, fue su cobijo. Se calló por un instante y, señero, en introspección, atravesando aún más el umbral de su reflexión, dijo de inmediato como en una plegaria: Sí, Octavio Paz es dolmen. Ante la imagen del milenario hogar al que nos llevó lo expresado, la quietud y el sigiloso sosiego nos invadió a los tres que lo escuchamos. Recordar es celebrar, creo que dijimos como en un susurro. Conmemorar es traer a la memoria común el recuerdo de dónde estamos y a quién debemos nuestra presencia como hombres y mujeres, como sociedad, como comunidad. Esa parece ser una de las razones por las que hace apenas unos días se celebró a la ciudad de Villahermosa que vivió, durante siglos, bajo la advocación de San Juan Bautista. Ajenos a lo que de ordinario se observa, los líderes del cabildo de ese tropical entorno, la capital de Tabasco, decidieron querer que las niñas, los niños y los jóvenes de esos lares también puedan ser atraídos por las palabras de la poesía y de los cuentos, de la música, de la historia y de la ciencia y así potenciar su creatividad y su libertad.
Hace años contaba Octavio Paz que siendo niño todavía, conocí la atracción por las palabras; me parecían talismanes capaces de crear realidades insólitas. Al llegar a la adolescencia, la fascinación ante el lenguaje se convirtió en tentación: quise escribir poemas en los que cada palabra y cada sílaba tuviesen un color y que fueran capaces de generar emociones, sentimientos, sensaciones, que de otra manera eran inexpresables. Movidos por tal aserto y como en Tabasco una golondrina nunca llega sola y así siempre sí hace verano, en el municipio de Centro decidieron entonces poner a disposición de todos sus ciudadanos la exposición Octavio Paz: semblanzas, territorios y dominios para sembrar el deseo de conocer la obra del Premio Nobel de Literatura 1990 e irradiar su grandeza con el afán de que la apreciación y la lectura de su obra, clásica ya, que tanta influencia inmediata y continua ha tenido en la literatura universal contemporánea, nos depare momentos de plenitud y emoción al experimentar el gozo de la escritura de uno de los grandes escritores de la historia de México y del mundo.
Al recorrer la exposición queda claro que la obra de Octavio Paz es un canto a la vida, a la paz, a la tolerancia, a la pluralidad, al diálogo como forma suprema de solución de diferencias, es un canto al amor y, ante todo, es un canto a la libertad.
El reconocimiento que la exposición expresa en cada uno de sus contornos nos reviste a todos por igual. Por allí se camina en memoria de uno de los escritores mexicanos más importantes del siglo XX. Por sus ámbitos, paso a paso, reconocemos en la obra y nombre de Octavio Paz al hombre comprometido con la expresión original y estimulante, al pensador que buscó en el pasado las raíces más profundas para entender en los tiempos presentes los segmentos más altos del tiempo histórico. Paz consagró su vida a la poesía, al ensayo como reflejo vivo de un lector consciente de su tiempo, de los signos que lo conforman, de los símbolos que generan las culturas y las tradiciones. Es su memoria, la que nos convoca en la exposición que lleva su nombre. Allí aprendemos que con frecuencia decía que el poeta no se sirve de las palabras. Es su servidor. Al servirlas, las devuelve a su plena naturaleza, les hace recobrar su ser.
Queda claro que Octavio Paz fue uno de los más grandes pensadores que ha dado nuestro país. No hubo campo de las humanidades que le fuera ajeno. Comprendió como pocos nuestro proceso histórico, así como la naturaleza y la identidad de los mexicanos. Su obra poética es profunda, lo mismo que su conocimiento del arte y de las letras. Fue un hombre crítico y abierto al mundo. Cultivó la pasión intelectual. Su vida y su obra nos siguen demostrando hoy que las esferas de nuestras emociones y de nuestros pensamientos no están separados; que pensar y hacer van de la mano.
Octavio Paz luchó por la libertad del hombre y fue un gran impulsor de nuestra democracia. Fiel a su pensamiento, combatió los absolutismos y los fanatismos de cualquier tendencia. Alzó su pluma contra un régimen que otorgaba dádivas a los mexicanos, pero que les negaba el bien más preciado que es la libertad. Con su trayectoria, Paz nos señaló que la divisa de todo ciudadano debe ser sostener las libertades del hombre y la democracia.
Octavio Paz: semblanzas, territorios, dominios es, sobre todo, una invitación a leer, a conocer y apreciar el poder estético e intelectual de un poeta mayor y uno de los grandes escritores universales de todos los tiempos. De allí sale uno convencido de que el libro y el poema son el vehículo privilegiado de la educación, el conocimiento y la imaginación. Que nos otorgan la posibilidad de aprender nuevas formas de ver, de sentir la vida, y entender el mundo. Que nos permiten vivir en el universo del gozo.
En Piedra de sol podemos leer que “la vida no es de nadie, todos somos/ la vida –pan de Sol para los otros,/ los otros todos que nosotros somos–”. Sólo estos versos, solos, otorgan razón a Jean Meyer. Sí, Octavio Paz es dolmen.
twitter @cesar_moheno
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