Darío de todos los ríos
Sigue viva: cada vez que la visitamos late en sus acentos y respira en su dicción. Proviene de Garcilaso, del apetito vocálico del primer español internacional, encendido por Dante, Cavalcanti y Petrarca, por las rimas y las glosas. Pero también del dialoguismo de Nicaragua, el primer espacio democrático del español, donde las lenguas originarias eran varias y cada quien fue plurilingüe desde la suya. Y, asimismo, de las albas, que amanecieron en galaico-portugués y en catalán y alcanzaron su día pleno en el verbo de Darío. Tanto como del romance y su formidable laberinto métrico. Y de la poesía castellana popular, mundana y gozosa. Y no en vano prosigue su lección poética en los más grandes: Lorca y Vallejo, plenamente atlánticos.
Como Cervantes, Rubén Darío nos sigue enseñando, contra todas las razones en contra, lo más díficil: la libertad en español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario