Rubén Darío en el debate
Elioconda Cardoza
Un elemento artífice
del tiempo literario universal es Cantos de Vida y Esperanza de Rubén Darío.
Obra poética escrita al iniciarse el siglo XX, junio 1905, tiempo propicio para
que la humanidad reflexionara sobre el devenir con la esperanza signada en el
futuro. Darío en ese entonces se alzó como poeta, hombre de su tiempo y de la
posteridad.
El pasado centenario
de la publicación de Cantos de Vida y Esperanza, Los Cisnes y Otros Poemas
(junio de 1905-junio de 2005), la monumental obra de Rubén, ha movido a pensar,
indagar, leer y trasuntar, en la claridad y también en los rasgos enigmáticos
de la obra dariana. Nos ha motivado además a pensar en el poeta y en el hombre
el hecho de cumplirse un centenario de su muerte (1916-2016). Nos preguntamos
si, a través de las generaciones, ¿se mantiene viva esa obra? ¿Rubén Darío es
un poeta actual?
Por mi parte afirmo
que, el legado de Darío, es vigente. Su originalidad y genialidad han
trascendido en el tiempo y no en la forma de hacer poesía, sino a través del
conocimiento y comprensión de su obra por las nuevas generaciones de habla
española y más allá de la intelectualidad, en el país de su nacimiento. Sin
embargo, mucha gente joven solo conoce anécdotas sobre Darío el hombre.
Conoce solamente
algunos de sus poemas suntuosos, indiscutiblemente regios; pero no han llegado
a la obra vasta y profunda que destila humanidad y filosofía. La lógica
generacional nos dice que ya no queda nadie en el mundo que le viera en su vestidura
mortal, (18 de enero de 1867-6 de febrero de 1916), en su vida cotidiana y en
la plenitud de su gloria; sin embargo la inmortalidad y grandeza de su obra se
justifica plenamente en el panegírico póstumo que selló el poeta Antonio
Machado: “…Nadie esta lira taña si no es el mismo Apolo/nadie esa flauta suene
si no es el mismo Pan”. (Gustavo Alemán Bolaños, Divulgaciones de R.D. 1959,
505).
He aquí, considero,
la importancia de la lectura, el debate y la indagación, como instrumentos
vivos de aprendizaje para los que creemos que no se ha dicho la última palabra
y que podemos seguir aportando al conocimiento real y extenso del poeta.
Significa seguir aprendiendo a través de nuestra propia interpretación, de lo
que han escrito muchos prestigiosos darianos conocidos y lo que han dicho otros
ignorados o menos conocidos, tanto dentro como fuera de Nicaragua; en el pasado
cercano y en el presente. Es un reto conocer al poeta en su dimensión humana,
al hombre oculto o que no han querido apreciar en su poesía, detractores de su
generación y aún los modernos, valoraciones de sus críticos sobre la
importancia de su legado, vigente para las generaciones actuales y futuras.
Cantos de vida y
esperanza, Los Cisnes y Otros poemas es considerado el libro más importante por
sus críticos. Cuenta don Edelberto Torres en su obra La dramática vida de Rubén
Darío, citado por Carlos Tünnermann (La Prensa Literaria 2005) que su publicación
fue el acontecimiento del año (1905) en Madrid, recibió la crítica más elogiosa
que haya tenido obra alguna en esa época —“esta poesía es como una trompeta
monstruosa en donde la palabra adquiere sonoridades jamás oídas”— dijo un
crítico, y muchos se expresaron en términos parecidos. Fueron pocas las
críticas adversas y si las hubo, se perdieron en medio de las más altas y
significativas. Lamentablemente (como pasa también hoy), no fueron pocas las
dificultades enfrentadas para su publicación, contó con el apoyo de los poetas
Juan Ramón Jiménez y Gregorio Martínez Sierra para buscar inútilmente un
editor. No fue, sino hasta que el mismo Darío recibió oportunamente un dinero
que se le debía de parte del gobierno de Nicaragua, por sus honorarios de
cónsul en París, que se pudo pagar la edición. Fue el único libro que no
encontró editor en su primera edición. Tampoco Darío pudo vivir de su obra tan
vasta, pues su editores apenas le pagaron unas cuantas pesetas por sus
ediciones y como todos los artistas murió en la pobreza; únicamente con la
dignidad y grandeza de su genio que heredó a la lengua castellana. Decimos que
eso no importa a los grandes, morir en pobreza material. Pero ya en este siglo
constituye una vergüenza para la humanidad y los gobiernos, dejar que un
artista muera en la miseria.
Rubén Darío, siempre
estuvo consciente de que su patria y su gente merecían un mejor destino y lo
reflejó en su prosa de carácter periodístico como un ciudadano que, por azares
del destino, tuvo la oportunidad, a pesar de haber nacido en una aldea, de
conocer otras gentes, civilizaciones y costumbres como un hecho fortuito. En su
libro El Viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical, expresa cuando hace recuerdos
de León, punto medular de su viaje a Nicaragua: “En la juventud de esa ciudad
predomina la afición a las letras, a la poesía. Yo dije a los jóvenes en un
discurso que eso era plausible; pero que junto a un grupo de líricos era útil
para la república que hubiese un ejército de laboriosos hombres prácticos,
industriales, traficantes y agricultores. La civilización moderna, fuera de sus
luchas terribles, ha comprendido a su manera el mito antiguo: los argonautas
eran poetas; pero iban en busca del Vellocino de Oro…” (El Viaje a Nicaragua.
108-109 ).
He disfrutado durante
mi vida leyendo a Darío con entusiasmo y admiración fervientes, casi pueril,
desde que era una joven estudiante soñadora, cuando elegían a su Musa y las
canéforas en las veladas conmemorativas estudiantiles. Ojalá que Rubén tenga
más lectores entusiastas en los jóvenes de hoy. Me parece oportuno y justo
recomendar en esta ocasión los libros darianos editados en colección a bajo
precio, más por patriotismo que por negocio, por La Casa del Libro que dirige
el doctor Melvin Wallace mediante el programa Para que leamos. Leer y proponer
es parte del debate.
*La autora es
profesora y escritora nicaragüense.
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