sábado, 13 de abril de 2013

¿CUÁL SERÁ EL RESULTADO EN VENEZUELA?, Yuri Beltrán Miranda


Por Yuri Beltrán Miranda  @yuribeltranm
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Yuri Beltrán es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos (FLACSO) y licenciado en Economía (UNAM); cuenta con estudios en Geografía Electoral, Análisis Político Estratégico y Democracia en América Latina. Es especialista en temas de voto extraterritorial.E
Ha sido funcionario en el Instituto Federal Electoral y lo es en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. 
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En marzo pasado millones de venezolanos salieron a las calles a despedir a su líder, Hugo Rafael Chávez Frías. La espontaneidad de las movilizaciones, el tamaño que alcanzaron y la emotividad de quienes participaron en ellas dejaron en claro  que Chávez fue una figura querida, muy querida en su país. Se aclaraba que la idea, por años divulgada por las televisoras en el sentido de que el chavismo iba en declive, era exagerada.
Pero si bien Chávez fue un político capaz de generar los más amplios respaldos populares, pocos fuera de Venezuela reconocen como democráticos los mecanismos por los que arribó y se conservó en el poder.
Importantes sectores de la población latinoamericana vieron en él un liderazgo negativo; de hecho, las calificadoras internacionales no reconocen a Venezuela como una democracia.
Freedom House, por ejemplo, publicó en 2013 su listado de 117 democracias electorales en el mundo, entre las cuales no se incluye a China, Cuba, Egipto, Irán, Iraq y Venezuela.
A mi modo de ver, en los años del chavismo el régimen venezolano no ha sido observado con la objetividad necesaria; los blancos absolutos y negros totales con que se le describe, reflejan las filias y fobias que producía el propio Hugo Chávez y sus políticas.
La elección del próximo domingo 14 de abril ofrece una oportunidad inigualable para hacer un análisis más objetivo.
Mi hipótesis es que la realidad política de Venezuela es más compleja de lo que a simple vista parece, en ésta confluyen elementos propios de los populismos latinoamericanos de los años 60 y 70 del siglo pasado, con tecnologías electorales de avanzada, además, habría que añadir las dificultades que ocasiona la organización de una elección nacional en 40 días.
Para dar una idea de lo que esto último representa, valdría recordar que el proceso correspondiente a la elección federal mexicana de  julio pasado inició nueve meses antes.
A continuación se apuntan algunos elementos que podrían contribuir a observar con mayor objetividad los comicios en Venezuela.
  • Las elecciones venezolanas cuentan con una amplia participación. Hay 19 millones de ciudadanos inscritos en el padrón, de los cuales llega a votar hasta el 80% (así fue en la elección de 2012). Para poner los datos en contexto, basta recordar que en la elección mexicana presidencial pasada se alcanzó un 63% de participación electoral.
Si bien las credenciales para votar venezolanas tienen una vigencia definida (10 años), dada la emergencia de la elección extraordinaria en esta elección se permitirá el voto a quienes la tengan vencida.
  • La emisión del voto será relativamente accesible para los ciudadanos, se instalarán alrededor de 13,000 centros de votación. Es decir, uno por cada 1,400 electores, lo que se encuentra dentro de los parámetros internacionales.
  • La membresía política en Venezuela es amplia. No sólo están habilitados para votar todos los hombres y mujeres mayores de 18 años, existen previsiones para facilitar el voto de personas adultas mayores o con discapacidad: no hacen cola y pueden entrar acompañados.
Además, Venezuela reconoce el voto de sus ciudadanos radicados en el extranjero. Lo hace sólo parcialmente, pues para votar exige que sus oriundos tengan un status migratorio legal. En la elección de 2013 hay 100,000 migrantes en condiciones de sufragar, quienes deberán hacerlo en una de las casillas instaladas en el extranjero. Llama la atención que, a pesar de que el área de Florida es la que más votantes venezolanos congrega, su Consulado fue clausurado de manera que deberán ir a votar a Nueva Orleans.
  • La emisión y escrutinio de votos son, quizás, la mayor fortaleza del sistema venezolano, pues se utiliza una tecnología de vanguardia mundial.
Después de identificarse ante los funcionarios de casilla con su cédula para votar, el elector acude a una urna electrónica en la que debe registrar su huella digital. Una vez validada, selecciona al  candidato de su elección y emite su voto. La urna electrónica emite una copia del voto, para que el votante lo deposite en una urna física. Al finalizar la jornada electoral, aleatoriamente, se verifica que los resultados consignados electrónicamente en las máquinas para votar sean iguales al contenido de los votos físicos depositados en la urna de resguardo.
Las máquinas para votar emiten copias del acta de escrutinio de casilla, para resguardo de los funcionarios de casilla y representantes de partido, al tiempo que envían el resultado a la autoridad electoral para que se adicione al del total del cómputo nacional de votos.
A pesar de todos estos elementos de inclusión y modernidad, hay elementos que han provocado históricamente cuestionamientos a las elecciones venezolanas recientes. La mayor parte de ellas apuntan hacia una excesiva intromisión estatal en favor de un candidato y un esquema desigual en la contienda.
  • El Consejo Nacional Electoral no sólo administra las elecciones. Es auténticamente uno más de los poderes del Estado. Tiene atribuciones para organizar comicios, proponer leyes, anular o validar las elecciones, llevar el registro civil, etc.
Este Consejo Nacional está integrado por cinco rectores que no deberían tener filiaciones partidistas, pues son propuestos por organizaciones sociales y facultades de derecho. No obstante, es alto el grado de politización que acompaña a su integración, de manera que hay académicos que suscriben que cuatro de los rectores son afines al proyecto chavista, mientras que el quinto lo es a la fuerza mayoritaria de oposición.
  • Derivado de lo anterior, son pocas las evidencias de que pudiera haber aceptación de un resultado adverso. Si bien en dos de las cinco elecciones recientes (2007 y 2010) el chavismo ha reconocido triunfos de la oposición, lo cierto es que en ésta los ánimos están mucho más encontrados. No hay manera de saber si Nicolás Maduro o Henrique Capriles podrían reconocer la victoria del otro, en la eventualidad de un resultado electoral muy cerrado.
Fue el propio Hugo Chávez quien en ocasiones anteriores sugirió la suscripción de un acuerdo entre los partidos políticos para aceptar los resultados. En esta ocasión, el acuerdo no sólo no fue suscrito por Henrique Capriles, sino que además el opositor envió un duro cuestionamiento a la autoridad electoral para defender su negativa.
  • Un interesante aspecto del sistema venezolano es que, como muchos otros sistemas presidenciales que permiten la reelección, termina por concentrar las preferencias electorales en los punteros: el candidato en el gobierno(incumbent) y el mejor opositor.
Sin embargo, a diferencia de otras naciones, impone muy pocos controles para evitar que quien gobierna utilice recursos públicos o prerrogativas a su favor. Esta carencia es la que impide que el juego electoral se juegue en un piso parejo, nivelado.
Es paradójico que no exista impedimento alguno para que el presidente en turno pueda competir para su elección, pero sí lo haya para que un gobernador compita para ser presidente. Henrique Capriles debió renunciar a su gubernatura para enfrentar al presidente Chávez en octubre pasado.
  • Esta falta de controles ha dado lugar a esquemas clientelares de obtención del voto popular. En la elección de octubre de 2012, el Centro Carter estimó que el gasto público se incrementó en hasta 45%. Durante la época de campaña electoral se habría intensificado una campaña de vivienda para familias necesitadas, de manera que se habrían entregado más de 44,000 casas y hasta un millón de certificados que prometían su entrega en el futuro.
  • El fenómeno venezolano del “ventajismo” tiene su expresión más nítida en la desigualdad en el acceso a medios de comunicación. La norma es profundamente estricta en cuanto a las posibilidades de los partidos y candidatos para adquirir tiempos en radio y televisión (5 y 4 minutos diarios por partido, respectivamente), pero laxa en cuanto a restringir la difusión de obra pública o propaganda gubernamental durante las campañas electorales.
Los medios de comunicación estatales y los privados están, como en otros países, obligados a difundir en cadena nacional mensajes estatales cuando sea necesario. José Woldenberg y Genaro Arrigada estimaron que en 13 años, el presidente Chávez hizo uso de esa facultad cada dos días, en cadenas que llegaron a durar hasta dos horas.
  • Finalmente, habría que lamentar lo estrecho que han sido los programas de observación electoral en años recientes. Esta figura,  cuyas atribuciones son aceptadas internacionalmente, en Venezuela ha sido suplantada por una más reducida de “acompañamiento electoral”, que debe circunscribirse al día de la jornada electoral y realizarse por invitación del Consejo Nacional Electoral. La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Centro Carter ya aceptaron las invitaciones para participar en el acompañamiento electoral de esta jornada.
Vale la pena aprovechar la elección del próximo domingo para hacer una más rigurosa lectura de la política venezolana. Confluyen elementos positivos y negativos que deben ponderarse para obtener una visión más sólida.
Esperemos resultados que, si las urnas electrónicas funcionan adecuadamente, podremos conocer, aunque sea en forma preliminar, el mismo domingo por la noche.
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