domingo, 12 de mayo de 2013

BONIFAZ NUÑO Y LA POESÍA, Marco Antonio Campos

Marco Antonio Campos
Rubén Bonifaz Nuño y la poesía*

Borges dijo muy A menudo que sabía desde niño que su destino sería literario; Octavio Paz escribió en uno de sus últimos ensayos: “Desde mi adolescencia he escrito poemas y no he cesado de escribirlos. Quise ser poeta y nada más”; Rubén Bonifaz Nuño, sin embargo, dudó demasiado, aun de joven, y sólo comprendió que se consagraría a la poesía cuando al promediar la década de los cuarenta empezó a ganar los entonces prestigiosos Juegos Florales de Aguascalientes, y sobre todo, luego de que Agustín Yáñez escribiera una magnífica página en su elogio. Desde entonces, la poesía fue para Bonifaz Nuño viento y luz, ola y espiga, y le dio tal vez la única libertad en una vida donde no cesaron de perseguirlo las obligaciones. Ya en el amor o en el desamor, el sol central de su poesía fue la mujer, la cual es sujeto y objetivo final de gran parte de los versos que escribió. Las saetas enviadas por la mujer cayeron en su corazón desde que la llamada del canto resonó en su alma. ¿Para cuántos jóvenes que empezaban a redactar sus primeros versos no fue la lectura de El manto y la corona su biografía amorosa de adolescencia y cuántos no aprendieron de memoria el poema “Amiga a la que amo, no envejezcas”? Pero Bonifaz también cantó en diversos libros a los desheredados de la tierra, a la figura de Simón Bolívar, al sueño del sueño que representó la vida diaria en el México antiguo, a sus desdichas personales, a la muerte –a la que no se cansó una y otra vez de provocar–, en fin, la poesía fue para él una vía, quizá la principal, de conocimiento del mundo.
Para Bonifaz el canto era lo más alto musicalmente a lo que podía aspirarse en la escritura de la poesía. En base a inusitados juegos de sílabas y acentos creó en sus versos una música verbal extraordinaria que envuelve en un vértigo. Como César Vallejo, como Claudio Rodríguez, como Juan Gelman, muchas veces los juegos rítmicos y el viento de la música creaban dos o más sentidos donde en apariencia había una construcción ilógica. Si en el México antiguo las ciudades se fundaban sobre el canto, Bonifaz en el canto fundó la ciudad de su obra.
Bonifaz Nuño vivió entre nosotros y vivirá en las generaciones sucesivas con el alto nombre de Poeta.
*Leído el 4 de abril en el homenaje póstumo a Rubén Bonifaz Nuño
en la sala Nezahualcóyotl de la UNAM.

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