lunes, 24 de marzo de 2014

UNA VEZ MÁS ROLANDO HINOJOSA, Ricardo Bada


Foto: mikokings.wordpress.com
Una vez más Rolando Hinojosa
Ricardo Bada

La ocasión es propicia porque el 13 de marzo, en Nueva York, Rolando Hinojosa ha recibido el Lifetime Achievement Award con que el National Book Critics Circle galardonó la tarea de su vida: la creación de un universo propio que se llama El Valle, en el Sur de Texas, de una Texas profunda que hunde sus raíces en los tiempos de la conquista española. El Valle y los Hinojosa han sido sucesivamente españoles, mexicanos, texanos y estadunidenses. Ni siquiera los padres peregrinos del Mayflower pueden vanagloriarse de semejante pedigrí.

Y la ocasión es propicia porque hace unos meses un amigo me preguntó qué me parecía el nuevo premio cervantes (sí, con minúsculas), y le contesté que ni fu ni fa porque para mí es una farsa y, de momento, y si continúa en la misma tesitura, no le concedo la más mínima atención ni la más mínima importancia. Pero conste que esto lo digo con todo respeto a Elena Poniatowska, cuya obra aprecio y seguramente merecía ese Premio. Quede pues en claro y a salvo de cualquier otra interpretación: no juzgo su Premio, juzgo el premio cervantes [sic].

Después de lo cual insisto en que es una farsa porque lo rigen la ley del embudo y la del más fuerte, también conocida como ley de la sartén por el mango. Que benefician a los españoles, quienes lo reciben una vez cada dos años, cuando de acuerdo a la densidad del gremio literario debería ser una vez cada cinco. O seis. O siete.

Hagamos números, para que se vea claro en qué consiste la farsa. De 1976 acá se ha concedido treinta y nueve veces en total, de las cuales veinte a autores españoles distribuidos así: 8x Castilla, 5x Andalucía, 2x Galicia, 2x Cantabria, 2x Cataluña, 1x Asturias. O sea, ningún valenciano (y ya se les murió Tomás Segovia), ningún aragonés (idem Ramón j. Sender), ningún vasco (idem Blas de Otero), ningún navarro, ningún mallorquín, ningún canario, ningún murciano, ningún extremeño.

Ni con sus compatriotas saben comportarse de manera equitativa.
Frente a ellos diecinueve latinoamericanos, de los que cinco son mexicanos, cuatro argentinos, tres cubanos, tres chilenos, un uruguayo, un paraguayo, un peruano y un colombiano, Álvaro Mutis. Es decir, ni un solo centroamericano, ni un solo venezolano, ni un solo ecuatoriano, ni un solo boliviano, ni un solo caribe no cubano, ¡¡ni un solo estadunidense hispanoescribiente, a pesar de lo mucho que se pavonean con que su idioma es el segundo más hablado en Estados Unidos!! Y para más INRI, por si todo ello fuera poco, en 1979 el inconcebible traspié de otorgárselo a Borges ¡¡ex aequo!! con un poeta español, por muy Gerardo Diego que fuese.

Y la lista de latinoamericanos muertos sin recibirlo es de lujo: los tres Juanes (Rulfo, García Ponce y Arreola) en México, Augusto Monterroso en Guatemala, José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra en Nicaragua, Manuel Mejía Vallejo y Germán Espinosa en Colombia, Juan Sánchez Peláez y Eugenio Montejo en Venezuela, Jorge Eielson y Antonio Cisneros en el Perú, José Donoso en Chile, Mario Benedetti en Uruguay, Julio Cortázar, Juan José Saer y Roberto Fontanarrosa en Argentina, y suma y sigue.

Pese a todo lo dicho, y considerando que tanto la ley del embudo como la del más fuerte, también conocida como ley de la sartén por el mango, parecen ser inderogables, a la luz de la distinción que se ha concedido a Rolando Hinojosa en Nueva York insisto asimismo en repetir lo que postulé en estas mismas páginas el 24/VI/2007: “Rolando Hinojosa for Cervantes Prais!”

Dije entonces y lo repito ahora, con harto mayor peso a favor de mi argumento: “La trayectoria literaria de Rolando Hinojosa es de tanto calibre que solamente cabe llevarse las manos a la cabeza al constatar que un narrador tan grande, tan fabuloso, ‘tan rico en aventura’, es gloriosamente desconocido fuera de su público estadunidense (y algo en México), y de los medios académicos de todo el mundo que se han especializado en literatura chicana. Para ellos, el nombre de Rolando Hinojosa es un santo y seña, el patriarca de esas letras, el fundador de un territorio mítico, El Valle, que en los propios Estados Unidos compite con el Yoknapathawpha de Faulkner, y en nuestro mundo hispánico se echaría un pulso con Comala y Macondo.”

Volveré a enhebrar como perlas de un collar los títulos de sus libros: Estampas del Valle y otras obras, Klail City y sus alrededores (Premio Casa de las Américas 1976, cuando ese premio significaba algo), Mi querido RafaClaros varones de Belken y last but not least –como decimos los puristas–, Becky y sus amigos. Wolfgang Karrer, un profesor alemán especializado en esta obra, ha establecido el censo de los personajes que pueblan El Valle, y su número se acerca al millar. Es un mundo lleno de savia y de vida, de gracia narrativa como muy pocas veces le ha sido concedida a un narrador de nuestro idioma: a Galdós tal vez, tan amado por Hinojosa, cuya tesis doctoral versó sobre el dinero en la obra de don Benito.
A mayor abundancia, en la Enciclopedia del español en el mundo, editada entre otros por el Instituto Cervantes, las cifras cantan: hace diez años se evaluó en 41.3 millones la población latina estadunidense, y en seis millones el número de estudiantes matriculados en idioma español en la enseñanza pública y privada, y en el propio Instituto (datos que deben estar más que sobrepasados); “y el mercado –cito de esa Enciclopedia– está muy lejos de su saturación: por lo visto, hay todavía una posibilidad de crecimiento de hasta un 60% más. Las consecuencias de esta contabilidad, sin duda, imponen un ejercicio de responsabilidad”.
Me limito a volver a tirar la piedra sin esconder la mano. Ahora se impone saber hacer frente a ese ejercicio de responsabilidad, la cual incluye el reconocimiento de una literatura escrita en el peculiar español de allende el Bravo, y dentro de ella, sobre todo, el de la chicana. Pocas veces se podrá otorgar con tanta justicia ese Premio, en el otro lado del gran charco, como distinguiendo a Rolando Hinojosa, quien ha izado tan alto en el mástil la bandera del español en Estados Unidos.

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