Despedida
Felipe Garrido
Recuerdo que hubo un tiempo en que yo vivía sin preocuparme por tener alguna propiedad, un doctorado, una familia, y fui por el mundo con un par de libros, un cuaderno y un lápiz. Pero pasaron los días y las noches y finalmente sucumbí: busqué cuatro paredes, eché raíces y comencé a llenar el espacio que tenía con objetos y con compañía. Encontré a alguien a quien querer y compré una cama, una mesa, cuatro sillas, un brasero, una guitarra, unos versos, dos hijos. Eso fue el principio. Luego, ya no pude parar; me convertí en una máquina de consumir y fui acumulando todo esto que ahora me rodea: negocios y mansiones que apenas conozco, libros que no he leído, cuadros que no tengo dónde colgar, vinos, viajes, relaciones, otros hijos. Aprendí a codiciar y reuní todo esto que tengo. Ahora que comienzan a aparecer las señales de que voy acercándome al final, lo que sigue es el tiempo de despedirme, de ir perdiendo todo esto que soy.
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