Mujer desnuda Nevó toda la noche sobre el jardín de tu cuerpo; mas todavía hay rosas y botones abiertos. Las dóciles hebras sutiles de la última rama del árbol caen como lluvias de oro sobre la firme blancura de los tallos. Violetas, que se ocultan en la hierba de tus pestañas; apasionadas y profundas. Hay dos rosas dormidas con turbador ensueño en las magnolias impasibles de tus senos. Y más oro en los muslos, porque pinta el sol la seda de los musgos. Y tus pies y tus manos, menudas y largas raíces, ahondan la tierra temblorosa de amor de los jardines. |
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