*De mi libro "Vaivén"
Para conseguir vibrar: competir con el futuro: tortuga los malos recuerdos; victoria de la necesidad sobre el tormento: atardeceres con lluvia; placidez en las montañas: solares de la infancia con un nido de águilas en los atardeceres cotidianos. Todo tiene el sabor de la nata con el dulce olor del pan de los amaneceres. Los verdaderos goces estàn detrás de la puerta y solemos cerrar por fuera como si desmereciera, para nosotros, el postre de soñar despierto desde la mañana y hasta el mediodía. Ya con la tarde, una vez descubierto que somos marineros, zarpamos sin sentido para aprender del viento en la cara; creemos eterna la navegación y... anochece: todavía guarda suaves fragancias la luna para un loco enamorado del insomnio. Estamos asoleados de recuerdos cuando llega la noche. No podemos dormir pues bailan los fantasmas y se mezclan, a brincos, con jarrones, y floreros del presente, con barcos y sílfides del futuro, con tristes empachos de lo que nunca, jamás, ni por asomo, habrá de tropezarnos y envolvernos. Estamos asoleados de recuerdos, se nos levantan a golpes de olvido las miradas de ayer: una niña abismal hace suyo el paisaje, saltan tras ella sus promesas de mañana, ella no lo sabe, muerde una manzana; ya es mañana, no existe la inocencia, la ignorancia se fue con el sol; la noche es plena en un paisaje nuevo, la oscuridad nos pertenece a todos; pero esa noche, por lo menos, esa noche, una mujer enseñó al mundo que el paisaje puede ser eterno. Vamos a ser eternos cualquier rato, lástima que el viento haya acabado desde hace un momento en que me volví recuerdo de mí mismo; línea a línea, verso a verso, silencio a silencio, recuerdo es silencio.
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