Génesis
Febronio Zataráin
Es el primer día; al fondo del mar se ve el horizonte, y el cielo se eleva arqueándose; la alegría del sol rebota en el agua y se esparce por la Tierra. La Tierra es un tambor; elefantes, cebras, búfalos, caballos lo celebran. En el sexto día los pitecántropos afilan piedras, luego las encajan en bisontes, tapires, gacelas. Hagamos el Edén y en medio del desierto aparece un oasis; luego la mano de Dios entra en la caverna, atraviesa el fuego, toma un pitecántropo que ronca, lo arrulla en su palma mientras hacia el oasis vuela, y a ras del ojo de agua lo recuesta. Entre higueras y palmas, el hombre se despierta. Se levanta, camina y estira uno de sus brazos para cortar un mango; luego muerde zanahorias, tomates, ajíes y rábanos; vuelve a dormirse y en uno de los sueños los dedos de Dios le tocan las costillas, abre los ojos y ante él se encuentra un rostro similar al que aparece cuando bebe agua. Ella lo llama Ag, y él la llama Ig. Ella le ofrece su mano, él la toma; luego día tras día se tocan, se lamen, se pegan. En una de sus caminatas divisan una cueva. No entren; en ella dominan el caos y las tinieblas. Ag se asusta, Ig mira una serpiente que se agacha y entra. Sigámosla... Al salir del otro lado de la cueva, los dos se ven desnudos y, avergonzados, se cubren. Primero nace Og, y luego Eg; cuandocrecen, uno labra la tierra, y el otro es pastor. De sus progenitores aprenden que al treceavo plenilunio hay que llevar ofrendas al lugar donde alguna vez estuvo la entrada de una cueva. Ahora Dios los observa; a unoacumulando el grano, al otro contando estrellas. El día del holocausto Dios no se controla y se deja llevar; del cordero chupa hasta el último hueso; al canasto repleto de verduras y de frutas, ni siquiera voltea a verlo. Una noche oscura Og abandona su choza; luego, sosteniéndose en su pica, deambula por los montes hasta que encuentra a Eg dormido sobre un farallón, y sin pensarlo dos veces le entierra la pica en el pecho •
Hurbanistorias
Adolfo Vergara Trujillo
In memoriam Rockdrigo
Apesar de su neurosis, de su saña, lo que le gustaba de ella –él me lo dijo–, era su caos, su imperfección:miraba sus cicatrices deseando curarle las heridas pues, mientras todo el mundo la creía fría, indolente, él la adivinaba viva.
Quizá por eso se enamoró.
Cuando se decidió, la anduvo rondando tres días con sus noches, sin comer, sin dormir, nomás pensando en cómo acercarse sin asustarla.
Malo como poeta, al final optó por la fórmula de las frases cortas que, colgadas de música, hizo flotar hastaella. Así, guitarra en mano, soplando la armónica –con el pretexto de ganarse unas monedas–, le cantó en los autobuses, en el Metro, en los cafés.
Al principio ella no le hizo mucho caso, pero el mensaje de este melenudo ensortijado –siempre de gafas, con gorros extraños–, que le proclamaba al mundo entero su amor impúdico por ella, de algún modo la conmovió. Y tanto le cantó que, al final, ella también se enamoró.
Se fueron a vivir juntos y, si bien es cierto que tuvieron temporadas buenas, ella –de naturaleza punk– era difícil: por la noche, invariablemente, él recorría su cuerpo, olfateándola con apetito rupestre, buscando su verdad; regularmente ella le respondía, generosa, aunque había veces que, con sus ataques de pánico, hasta el desayuno le negaba.
“Pero todo es parte del amor, ¿cierto?”, o al menos eso pensaba él –persona decente–: los caprichos de ella, aunque dolían, parecían extasiarlo y, lejos de protestar, los agradecía.
Y anduvo él de aquí para allá, siempre con ella, viviéndola, hasta que llegaron a aquel edificio de la calle de Bruselas.
Cuentan que, un jueves, de madrugada, de regreso del primer brindis de La Jornada, subió los cinco pisos del edificio, llegó a la azotea, abrió su cuarto y, sin prender la luz, la contempló dormida. La luminosidad queella irradiaba, desde allí, desde lo alto, se percibía mítica, mitad blanca, mitad amarilla; y en la oscuridad, sin ruido, le susurró cosas bellas, cosas de amor.
Ella lo escuchó, con los ojos cerrados, dejándolo suspirar hasta el amanecer, cuando se quedó dormido. Yasí, con la primera luz del sol, lo contempló y lo supo puro.
Fue el 19 de septiembre de 1985 cuando ella, su amada, se irguió en sí misma por un momento, lo arropó entre sus brazos y, con todo su amor, se lo llevó para siempre a morar en sus entrañas, allá, en el origen de todas las cosas•
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