LOS LABIOS Y EL PARAÍSO
De hecho, un beso puede implicar todo el paraíso y el éxtasis sin necesidad de otro tipo de intercambio...
ANA CLAVEL. La autora es narradora. Las ninfas a veces sonríen, publicado por Alfaguara, es su libro más reciente (FOTO: )
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REDACCIÓN
| DOMINGO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013 | 00:10
"El labio de arriba el cielo / y la tierra el otro labio”, escribió el poeta español Miguel Hernández para enmarcar los vastos horizontes de una boca amorosa. De todas las funciones de la boca, sólo besar es quizá la que más caracteriza al ser humano porque si bien los periquitos australianos, otras aves y algunos mamíferos se prodigan picoretes, ninguna otra especie lo hace con tal delectación y entusiasmo. Vaya que, si de labios acolchonados y mullidos se trata, ideales para esa labor, hay seductoras bocas que hacen ensoñar la imaginación. Y no hablo de los récords de besos como en el caso de la pareja tailandesa que en 2012 abatió todos los registros con 50 horas de duración, o el de los artistasMarina Abramovic y Ulay en el performance "Death self" (1977), en el que unían sus labios e inspiraban el aire expelido por el otro, sin respirar por la nariz, hasta caer inconscientes 17 minutos después. De ser un acto ritual, social y hasta contestatario, besar se ha vuelto además de una afición y un placer, un arte. Le he escuchado decir a varias mujeres: “No será muy guapo pero besa como los dioses”. Es que el contacto labial involucra una acción nerviosa y química relacionada con la estimulación erógena.
En sus orígenes evolutivos el beso se asocia a una modalidad de alimentación en varios primates en que la madre masticaba el alimento para depositarlo luego en la boca de la cría. Un primer registro literario data del siglo III a.C., donde se menciona su práctica como un gesto amoroso entre los héroes delMahabharata. Entre los primeros cristianos se acostumbraba el conspiratio: compartir el aliento a través de un beso en la boca, una co-respiración que crea un sentido de entrega y comunidad. Este carácter se fue haciendo tan intrínseco al acto de besar que, por ejemplo, en el homenatge a un rey o señor feudal, los caballeros ofrendaban su fidelidad a través de un ósculo, y en las ceremonias de aquelarre de la Edad Media las brujas rendían sumisión al diablo mediante el osculum infame, que consistía en besar la otra boca del maligno: su ano. También es costumbre besar las reliquias como signo de reverencia (la Piedra Negra entre los musulmanes), o para atraer la buena suerte (la piedra de Blarney, también llamada la roca de la elocuencia, en Irlanda).
Heredero del neoplatonismo y del amor cortés, el beso también fue considerado un instrumento de exaltación del alma hacia el empíreo. De hecho, un beso puede implicar todo el paraíso y el éxtasis sin necesidad de otro tipo de intercambio, como cuando Julieta reconoce una vez que Romeo la ha besado: “En mis labios queda la huella de su pecado…” No es gratuito su simbolismo en los cuentos de hadas en los que un beso es capaz de vencer las fuerzas oscuras de la muerte y el caos para abrir paso a la luz y a una vida verdadera, como en los casos de La bella durmiente y Blanca Nieves.
¿Hubiera sido diferente el mundo si Jesús nos hubiera conminado con un específico “Besaos los unos a los otros”? Probablemente no, pero algo de magia y misterio debe haber en el beso cuando un poeta como Octavio Paz reconoce: "el mundo nace cuando dos se besan". Por si fuera poco, el beso comparte su placer a quienes lo atestiguan: lo mismo en un andén del metro que en la famosa fotografía de Robert Doisneau, titulada El beso (1950), donde una pareja parisina se besa ajena al mundo, en medio de la multitud pero a solas con su intimidad y sus deseos. Es que los besos son contagiosos y como bien sabe Joaquín Sabina, su único mal “es que crean adicción”. Aún más cuando están poblados de sugerencias como en este grafiti de un poeta callejero o una amante imaginativa que escribió en una barda: “Bésame sin labios”.
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