domingo, 5 de abril de 2015

PHILIPP JACCOTTET: LA HORA DE UN POETA, José María Espinasa



José María Espinasa

Nació en Mondón, Suiza. Sus libros son poco difundidos en México
Andy Warhol hizo famosa la frase de que a cada pintor le correspondía su cuarto de hora de fama. Él tuvo bastante más que esos 15 minutos y la inercia de su capacidad publicitaria se siente aún hoy en los precios que siguen teniendo sus obras en las subastas, los éxitos de todo tipo de testimonios que tengan que ver con él, a pesar de que ya va siendo el momento de olvidarse de sus tonterías disfrazadas de pintura vanguardista. El poeta, más ambicioso, no aspira a un cuarto de hora sino a una completa, porque suele usar esa palabra en el sentido de instante o momento privilegiado en el que alguien lo lee.
Y en español en México tal vez ha llegado la hora de Philippe Jaccottet, el gran poeta francés, nacido en Moudon, Suiza, hace noventa años. El escritor, reconocido en su lengua como uno de los grandes autores del siglo XX, no ha tenido en español muchos lectores, aunque su nombre sea bastante conocido entre los que leen en ese idioma. Su prestigio se debe en buena medida a sus extraordinarias traducciones de Rilke al francés y la persistencia a lo largo de más de sesenta años de labor poética. En México, uno de sus más persistentes lectores y divulgadores es el poeta Miguel Ángel Flores, quien alguna vez me hizo llegar el mecanuscrito de una extensa traducción de su poesía cuya publicación nunca pude llevar a buen puerto.
No es la hora de Jaccottet en México, pensé entonces, hace unos quince años. A lo largo del tiempo transcurrido he sabido que esa antología ha buscado su camino aquí y allá sin encontrarlo. Y es una lástima, pues no sólo es un poeta extraordinario, sino que su acento y su tono ayudarían a repensar el lugar común de que la lírica francesa es siempre muy cerebral, atenidos a una idea anclada en Valéry que, además, no era un poeta intelectual sino inteligente.

Esa hora de Jaccottet o de cualquier otro poeta ¿de qué depende? Cuando ocurre, y no siempre ocurre, uno puede encontrar razones para justificar la atención en algo que antes había pasado inadvertido. Pero suele suceder que cuando ese momento ve la luz nos parece que hemos perdido el tiempo no leyéndolo antes y hay que recuperar lo extraviado. Y su traducción al español es muy necesaria. Es cierto que muchos de los posibles lectores de Jaccottet lo leen directamente en su lengua original, pero también lo es que si no existen versiones al español uno siente pedante y pretencioso hablar de él en reuniones o en conferencias, escribir en los suplementos o revistas literarias. Por eso, pienso, Miguel Ángel Flores lo tradujo entonces, para que se pudiera no sólo leer sino discutir y hablar de él sin culpa y en conjunto. Su mecanuscrito, que aún conservo, me ha servido para hablar del poeta en distintos cursos, ante la poca confianza sobre mis propias traducciones.

Así que cuando vi que El Tucán de Virginia había publicado A través del trueno,Poemas y apuntes, selección de Eduardo Uribe, traducción de él mismo e Iván Salinas, pensé que había llegado la hora de Jaccottet en México. Si se tiene la práctica, sin duda con un elemento masoquista, de averiguar gracias a internet qué hay de este autor en español, se descubre que existen varios libros, todos inencontrables en librerías mexicanas (la librería La Central, española, que alguna vez quiso abrir sucursal en México, ofrece en su catálogo virtual más de cincuenta libros de este poeta, alrededor del 10 por ciento en español). O si los encuentra será a un precio prohibitivo. Lo peor: a lo mejor tampoco encuentra A través del trueno, pues ya se conoce el malinchismo típico de las librerías mexicanas que ni exhiben el material publicado en México ni traen el de otros países, pues la poesía no es negocio.

En A través del trueno se nos ofrece una buena puerta de entrada a este autor, con poemas y apuntes fragmentarios. El tono elegíaco propio del poeta permite a su vez leer los poemas aquí y allá buscando el gozne por el cual dejarse ir la lectura. Un verso se destaca: “Alguien podría venir para atar la gavilla de tus lágrimas” y unas páginas antes “En algunas ocasiones las lágrimas brotan en los ojos/ como de una fuente,/ son brumas sobre lagos,/ una turbación del día interior,/ un agua que saló la pena.” El dolor transfigurado, como quería Rilke.

El Tucán de Virginia suele hacer los libros de la Colección Bífidos en presentación bilingüe, pero no lo ha hecho en este caso y es una lástima, pues al tratarse de una lírica llena de matices es bueno poder cotejar la traducción, sobre todo cuando se nota cierta aspereza en el texto español, surgida de la dificultad de trasladar esos matices. Se ha dicho, y yo comulgo con esa idea, que los traductores entre todos, en su trabajo constante y pocas veces bien retribuido, aclimatan un tono poético a una nueva lengua. Por ejemplo: hay innumerables traducciones de Ungaretti, a quien, por cierto, Jaccottet tradujo al francés, pero de las primeras, hace cincuenta años, a las actuales, hay sin duda una evolución, son menos tartamudas, vencen ciertas resistencias, siempre se podrán mejorar, desde luego, pero eso es posible gracias a que son antes mejores que otras.

Otro reproche a la edición es que al carecer de una buena introducción se vuelve confuso su ordenamiento. Los traductores pensaron que el lector ya conoce, como ellos, quién es el autor y qué significa su poesía, y eso deja a quien lo lee por primera vez un poco desarmado. Se necesita algo de información biográfica y de los criterios de selección y, al menos un poco de las dificultades que presenta su traducción. Y sin embargo, el lector interesado en la poesía debe correr a buscarlo; será seguramente una revelación.
No obstante, sabemos que una golondrina no hace verano, pero que dos tal vez sí puedan marcar la hora de un poeta. Casi simultáneamente otra de las buenas editoriales independientes, Auieo, publica El tazón del peregrino, un texto ensayístico de Jaccottet sobre el pintor Giorgio Morandi, ejemplo de cómo hay que reflexionar sobre una obra hecha de secretos, en traducción de Jaime Moreno Villarreal. Es el azar no necesario sino pleno de sentido el que me permite concluir esta nota sobre la hora de un poeta, invocando a un artista del silencio, como Morandi, y así lavar mi pecado, líneas arriba, al mencionar a un publicista del ruido como Warhol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario