Un diablo con talento
Últimas palabras de Yukio Mishima, Takashi Furubayashi y Hideo Kobayashi, traducción de Carlos Rubio Alianza Editorial, España, 2015.
Andrea Tirado
Al célebre y mítico escritor japonés Yukio Mishima –“un diablo con talento”, como lo llama Hideo Kobayashi–, también se le podría considerar como un actor que llevó una máscara social durante mucho tiempo, antes de desprenderse de ella definitivamente, a los cuarenta y cinco años, cuando se retiró del escenario llamado vida o mundo.
Este volumen contiene dos entrevistas, dos momentos de la vida del escritor, e incluso podría decirse a dos Mishimas: uno relativamente joven, un Mishima de treinta y dos años, aunque ya reconocido internacionalmente; y el otro, un Mishima maduro que concede su última entrevista.
Dichas entrevistas despejan un poco el halo de misterio que envuelve la controvertida figura del escritor. Por tratarse de entrevistadores muy distintos entre sí: Hideo Kobayashi, nacionalista y uno de los críticos literarios japoneses más reconocidos, y Takashi Furubayashi, crítico de formación marxista, representante de la valoración positiva de la postguerra japonesa y auténtico defensor de la democracia; el resultado de las entrevistas revela rasgos y respuestas muy variadas de Yukio Mishima.
La entrevista de Takashi Furubayashi fue realizada sólo unos días antes del suicido ritual (harakiri) del escritor. Sabiendo esto, el lector será capaz de distinguir las advertencias disimuladas en las respuestas de Mishima que indicaban lo que llevaría a cabo.
Con sus preguntas, Furubayashi llevó a que Mishima se pronunciara sobre cualquier tema y se desenvolviera en cualquier terreno. La discusión comienza por una reflexión sobre la postguerra japonesa en la cual ya se evidencia la discrepancia ideológica entre ambos. Continúan con temas políticos y sociales, lo que conduce a Mishima a afirmar que él se reconoce como defensor del renacimiento de la fuerza y de ahí se desprende su idea del “valor de morir”; a pesar de la valoración de la vida, el hombre debería ser capaz de separarse de ella sin vacilar.
Se retoma un tema estremecedor: el gran militarismo nacionalista y el imperialismo que el escritor defiende. Reafirma que es necesaria la figura del emperador o de un símbolo de la realeza, y desprecia la “humanización” del emperador durante la era Meiji; considera que la postguerra japonesa ha llevado a la degradación moral y a la corrupción de los valores antiguos.
Furubayashi finaliza la entrevista con una reflexión sobre la literatura japonesa en la cual Mishima concluye que los escritores que conocen la lengua japonesa han llegado a su fin con su generación; es decir, que el futuro pertenecerá al internacionalismo y ya no a la lengua de sus clásicos. Se revela entonces una actitud fatalista del escritor que expresa agotamiento, ausencia de planes para el futuro y una cierta ironía, cuando le dice a su interlocutor que El mar de la fertilidad es quizás su última obra. Efectivamente, ésta puede considerarse como una suerte de testamento literario e ideológico.
Resalta entonces un Mishima cansado del rumbo que ha tomado Japón a partir de la postguerra y particularmente en el ámbito literario; un Mishima que repudia lo impuro y lo relativo, siempre a favor de lo absoluto y de la belleza. En los diálogos se evidencia, al igual que en sus obras, el trinomio temático: belleza-erotismo-muerte que apunta hacia una misma noción: lo absoluto. Es aquí en donde ambas entrevistas se encuentran; la de Kobayashi, unos años antes, ya subrayaba los temas predilectos del escritor.
La entrevista con Hideo Kobayashi no es tan variada temáticamente, quizás porque ambos son más afines ideológicamente o por la verticalidad del trato. En efecto, tanto Furubayashi como Mishima se trataban de “usted”; con Kobayashi el trato es desigual, el crítico tutea a Mishima y éste nunca corresponderá. Incluso, por momentos, parecerá que los roles se invierten y que Mishima entrevista a Kobayashi. Mientras que la entrevista con Furubayashi se prestaba más a un diálogo y una exposición de dos opiniones, con Kobayashi se percibe que dirige la plática.
Kobayashi centra la conversación en el ámbito literario y artístico en general, y surge el problema de la belleza. Según el crítico son pocos los que se preocupan ya por la belleza; entre los artistas, los pintores parecerían ser los únicos comprometidos en su búsqueda. Mishima se distinguiría de sus coetáneos por no conformarse con calcar la vida cotidiana en sus novelas, sino por rehuirla para crear un mundo a partir de su imaginario, distante del realismo, siempre preocupado por la prosa y la forma de sus escritos.
En ambas entrevistas Mishima reitera su deseo de encuentro con lo absoluto y de depurar de lo impuro a la vida cotidiana, del relativismo que impide la experiencia de absoluto. Se considera un romántico que mira con nostalgia un pasado irremediablemente perdido, un pasado en donde con una figura imperial permanecían las virtudes tradicionales. Según el escritor, alcanzar lo absoluto es un sueño romántico imposible, pues el encuentro con el absoluto es la muerte, lo cual es inconcebible cuando se habla de arte, porque éste tiene que vivir; en cambio, una persona puede morir y entonces conseguir la perfección (absoluto).
Parecería que Mishima logró alcanzar en cierta manera su sueño romántico; su trinomio vive tanto en su literatura como en el personaje enmascarado que creó, pues en sus propias palabras: “Sólo se debe hablar de erotismo cuando el ser humano arriesga su vida y busca el placer hasta la muerte, con lo cual es como si llegara al absoluto desde el revés.” •
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