miércoles, 8 de octubre de 2014

ENCARNACIONES, Tomás Segovia

ENCARNACIONES

Tomás Segovia


Hundido el rostro en tu cabello, aspiro
el sofocante aliento de la noche 
que allí estancado humea y flota como el sueño. 

Todo el inmenso espacio pesadamente yace
sobre esta tibia tierra adormecida,
sobre el cuarto y el lecho y nuestros miembros,
y la casi secreta agitación
que mueve nuestros pechos. 

No respiramos aire, respiramos silencio;
un gran silencio inmóvil
que cubre nuestra piel desnuda
como oscuros aceites. 

Y de pronto,
siento que mi ternura me desborda y anega,
que también con la sombra te acaricio,
y te abrazo también con el espacio,
y te rozo los labios con el aire;
que toda esta solícita violencia
es también este vasto silencio conmovido
que arrojado de bruces encima de nosotros
se asoma a nuestro amor,
y lo recorre entero un estremecimiento,
sollozo cálido, ala del destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario