lunes, 21 de noviembre de 2016

CÁMARAS QUE INVITAN A PENSAR, Ariel Till *

Ariel Till
Sábado, 19 de noviembre de 2016
PENSAR MEJOR CÓMO RESOLVER UNA IMAGEN

Cámaras que invitan a pensar

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Noticia clasificada en:Fotografía
Utilizando cámaras de diferentes épocas, sobre todo cuando uso las más viejitas, me doy cuenta de aquellos avances tecnológicos que los fabricantes fueron incorporando para hacerle la vida más fácil al fotógrafo.
Algunos son más evidentes o incluso más publicitados, como ser el autoenfoque (bueno, fue publicitado cuando apareció), los modos automáticos de exposición, el flash TTL, la detección de rostros, etc.

Pero hay otros mecanismos que, como todas las cámaras de hoy en día los tienen, nos parecen básicos y no les prestamos demasiada atención, pero no siempre existieron. Por ejemplo, que al componer la toma el diafragma permanezca en su máxima apertura y recién se cierre al valor f seleccionado al momento de accionar el obturador (permitiéndonos enfocar aprovechando toda la luminosidad del lente). O que al avanzar la película, no permita avanzar más allá del siguiente fotograma (evitando que avancemos hasta el final del rollo habiendo tomado sólo la primera foto). O realizar el avance de la película y la carga del obturador en un mismo paso. O incluso que el obturador se bloquee si la cámara no está lista para tomar una nueva foto (evitando, por ejemplo, que hagamos descuidadamente varias tomas sobre el mismo fotograma). No puedo decir que todas estas cosas me hayan sucedido, pero debo confesar que alguna sí me ha pasado.

Pero, si bien todas estas innovaciones fueron diseñadas no sólo para evitar errores, sino también para que el fotógrafo se concentre únicamente en componer la imagen que desea, dejando que la cámara se encargue del resto, no siempre se ha cumplido este objetivo.

En estas épocas donde la inmediatez es un valor muy apreciado, el tiempo ganado utilizando las funciones automáticas de la cámara, no es aprovechado para pensar mejor cómo resolver una imagen.


Más aun considerando que con las cámaras digitales contamos con una capacidad virtualmente ilimitada en cuanto a la cantidad de espacio disponible para realizar tomas. Padecemos de “click fácil” y tomamos fotos a diestra y siniestra, que alguna buena va a salir, sin tomarnos el tiempo necesario para elegir la mejor opción, el mejor ángulo de toma, el momento preciso. Cantidad frente a calidad.

Por eso elijo hacer mis fotografías con las cámaras viejitas, aquellas con las que hay que repasar paso por paso para no olvidarse de nada y arruinar la foto. Porque me fuerzan a pensar cada aspecto de cada toma, tanto las cuestiones técnicas como estéticas. Me obligan a dedicarle a cada fotografía el tiempo que cada una merece, haciéndola única y personal.

Si bien me pueden reprochar que tardo mil años en sacar una foto (o puedo desperdiciar parte de una sesión de tomas por algún error cometido), estas cámaras viejitas, que no disponen de una parafernalia de funciones avanzadas, son, sin embargo, cámaras que llevan al fotógrafo a disfrutar de otro tipo de experiencia. Son cámaras que invitan a pensar…

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