domingo, 6 de enero de 2013

NOVÍSIMOS POETAS CUBANOS


Novísimos poetas cubanos


Ilustraciones de Gabriela Podestá
Paisaje indiscreto
Yenys Laura Prieto Velasco
(Sancti Spiritus, 1989).
Periodista graduada por la Universidad de La Habana,
Miembro de la Asociación Hermanos Sáiz.
El dolor por este siglo
no entiende de cenas ni de colas.
Cabecea por los parques y en cada sucursal
canjea sus antiguos bienes por  nerones travestidos,
y tintes baratos con olor a mefasma.
Observa en los cines filmes sucios que comienzan a dolernos.
Una bocanada de humo sobre la nariz de un siglo.
La Habana resiste sus alergias y decorada a lo garçon
hace una hoguera con la historia.
Las páginas cada vez dan menos fuego.
A través de la puerta se ve al siglo retenerla,
con pretensiones caucásicas, lozanas, postmodernas.
Un agujero con forma de beso recorta el espacio.
La ciudad sonríe mientras cree ver a la luna
reflejada sobre un plato vacío.
Duele esta ciudad cuarto menguante,
pero más este siglo que no sabe besar sin close-up.

por R.M.R.
Yunier Riquenes García 
(Jiguaní, Granma, Cuba 12 de diciembre de 1982).
Narrador y poeta.
Licenciado en Letras, Universidad de Oriente, 2006.
yo vi a una mujer que no dormía, 
se asomaba a la azotea,
ponía cojines en el sofá por la ausencia de los amigos
hablaba de una lista de hijos:
biólogo, físico, cibernético, bailarina
hijos inteligentes que no escribían.
había viajado a nueva york
y otras partes del mundo que no recuerdo.
había dictado conferencias,
publicado poemas en las revistas más desconocidas.
yo vi a una mujer que no dormía,
filtraba el sol de la habana vieja
se mezclaba un aire artificial que llegaba a los huesos.
yo vi, oí a una mujer que no dormía
hablaba de las partidas,
las malas comidas y los tiempos felices.
ahora tenía una casa
unos hijos
libros en muchas editoriales y libreros
yo vi, sentí a la mujer que no dormía
y no me la pude sacar de adentro
a la hora de hacer mi recorrido.
Desde lo incomprensible de un para siempre
Andrés Ballester Marsal
(Guantánamo, 1981).
Graduado de Ingeniería Informática por la Universidad de Ciencias Informáticas.
Me acercaba a ti en la metáfora. Te escribía un himno de hombres que regresan de la guerra a besar ciudades. De grandilocuencias repletas y nostalgias ajenas. Subí peldaños en un éxtasis de burbujas bajo la panza del YO. Hacía pequeñas mis raíces. Bordaba un solo de poetas que decían: Hoy la extraño para siempre.
Manoseé todas las noches con esta noche. Contaba a cada estrella de los hombres enamorados y de los números olvidados. Estuve en el monte y estudié las caricias del viento más sutil y la explosión de la calma.
Pasé tantas veces por su voz, por su juventud recostada y su sonrisa en la foto. Cuantas tardes volví a afeitarme en el espejo de sus ojos y la tuve tan pegada a mis horas de siesta, y con esa ansiedad por salir al paso de un sí.
Por aferrarme a los sueños desperté lejos, en la noche, y no vi el amor. Fue el faro que me llevó a la ciudad y la ciudad amanecida, y las banderitas que luego de tantos años nadie ha quitado de lo más alto del cordel.
¿Por qué te fuiste así, como si todo hubiera pasado?
¿Por qué me negaste el fin?
Hoy se ha ido.
Hoy la extraño para siempre.
Invocación de Artemisia
Marcel Benet Salgado  (La Habana, 22 de mayo de 1987)
Bachiller en Ciencias y Letras.  Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Terrible mujer del busto brillante
¿Has dado ya las gracias al Tassi?
¿Qué sería de ti sin su miembro en tu mano?
¿Qué sería de ti sin los sacerdotes que vengaron en tus dedos la afrenta de tu sexo?
¿Terminas nunca de aserrar la cabeza a Holofernes?
Yo te amo
Porque tú,
además, nos odiabas
Yo envidio al Tassi que supo perder parte de su carne en tus manos
Y dejarte preñada de hambre
¡No haber sido él y ser ya polvo muerto hace siglos!
y deber el recuerdo de mi nombre
sólo a haberte violado
no haber sido yo quien te embarazara de Odio, de Arte, de Vida
Me arrepiento más de no ser él que de haberlo sido en otra vida
Yo te amo Artemisia, virgen maldita que Venus maldijo
Que has muerto virgen
Dime si la peste te atrapó en Nápoles como atrapará a todos los que no se arrojen al fuego impío,
Al casto fuego, al higiénico fuego.
Pero ambos sabemos que el fuego de los muertos es infecundo.
Sólo el fuego de los vivos importa,
Solo los Vivos engendran fuego.
Quién es la sombra oscura que se copió en tu vientre la segunda vez
El audaz que amaste y que su nombre no recogen
El único hombre digno de envidia
Que tus manos dibujaron en la negrura del cuarto
Mientras él dormía en contubernio con los peces
Y sus respiraciones eran el efluvio de la laguna
¿tenía quizá una barba negra, largos cabellos oscuros?
Cómo era en el amor, sobre la laguna?
Cómo podía ser contigo ese revoltijo de piel morena y pelos ásperos?
Cómo pudo no dejarse domar por tu terrible luz, por tus sienes, por la suave piel detrás de tus orejas?
Cómo no ganarse tu desprecio,
Mujer?
Yo guardo un puñal de antaño que he de clavar en su memoriado vientre
Yo he de hacer gotear su sangre negra en la laguna
A la vista de los leones dorados
Sus ojos de pescado me mirarán la breve sonrisa y juro
Que esa será su última vista
Cortaré su cabeza y la llevaré en un cesto
Bajo tu ventana,
Llorarás, como una pescadera cualquiera,
Gritarás, te arrancarás los cabellos
Me odiarás, sentirás pasión por mí
Nunca jamás podrás olvidarme
Amarás más que nunca al salvaje mono que yo he matado:
De esa forma imposible
Yo te poseeré,
Amor mío, terrible mujer mía
Artemisia
Artemisia, amor mío, esta noche, cuando el ron me turbe el semblante
Y yo sienta en la mano mi sexo
Cuando me enardezca la sangre caliente y la violencia retorne a mis huesos
(Lejos ya el tiempo de la muerte de aquel mono
Lejos de Venecia
Lejos incluso de la terrible iSal que habitamos
Con bonitas grietas en el patio en donde se urden historias de salamancas
Tokonomas por los que gotea la eternidad de la iSal)
Y los espejos de humo me oculten el tiempo,
Tú...
¿te presentarás, vendrás de seda roja?
Yo te invoco,
Ven a decapitarme. 
Ana dice ven
Mónica Sera Luaces
(La Habana, 1985).
Estudiante de Filología hispánica de la Universidad de La Habana.
Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Ya conocí a Ana
fue en el jardín,
tal como la imaginaba la encontré allí, así la pintaron mis sueños, mis versos, mis manos.
La mujer del pelo corto también estaba allí.
Al presentarnos los ojos de Ana se detuvieron en mí, en mi frente despejada, en mis cejas oscuras, en mis párpados caídos, en mis ojos felices, en mi nariz levantada, en mi boca joven, en mi cuello límpido y en piel quemada.
¡que atrevimiento el de Ana!, con cada mirada suya decía ven.
A la del pelo corto no le gustó ese atrevimiento
A mí no me gustaron sus zapatos, tampoco a Ana,
lo sé
(siempre que la miraba no bajaba la vista, evitaba tener que mirarlos, yo hacía lo mismo).
Ahora leo los versos de Roberto,
los leo entre la tos de mi madre y los ronquidos de él,
La rima de Roberto no es mala, es muy buena, pero tropieza con la tos y con los ronquidos,
Debo detener la lectura, Roberto, espera un momento, le digo a los versos y ellos sin responder se tiran sobre la almohada, la almohada que dan ganas de ponerla en la boca de él, en la boca de al lado,
en la boca que ronca.
Ya no tose mi madre, tampoco ronca él,
todo se ha calmado, pero
Ana sigue diciendo ven.
Poema
(fragmento)
Taimyr Sánchez Castillo
(Guantánamo, 1986).
Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana.
Graduada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
1
Sabores y olores que hubiese aprendido de memoria. Figuras de papel naciendo en los dedos. Letras de imagen peregrina hasta encontrar sentido en la palabra mal pronunciada. Osos de felpa, almohada chica, angelitos en la cabecera, un azabache contra el mal de ojo, un orinal. Aromada de tabaco barato, café dulce, mentol, jarabe para la tos. Embarrada de fango, algodón de azúcar, cascos de guayaba, carmín y lápiz labial. Con tacones, mangas y vuelos que ocultaban las alas en flor. Sin televisión, cargada de dados y barajas. Tren descarrilado pero honesto. Rodeada de espejos hipócritas e hipocondríacos, maestros del oscurantismo, absolutos y obsoletos tal la buena voluntad.
Columpiándose de un cordel atado a palmas que atizaban mi inocencia como cocuyos en pomos de cristal las noches de apagón. Cien modos de preparar frijoles negros, sopa de arroz, harina con sal, pan tostado y croquetas rebajadas, en una cafetería donde se usaba de carnada al viejo Lázaro. Cronista de una era de escasez y santería. La fe racionada en nueve vasos de agua, cuando Salve sólo al César que oculta mi cuerpo, y el cuerpo de mi padre tendido sobre la carátula del libro de lectura, mi padre sin camisa con el salmo 24 tatuado en el pecho.
Resuelta a atrapar caballitos de San Vicente y orugas, a ladrar junto a un perro negro. Niña que no me deja mentir, apaga las velitas cada cumpleaños y se oculta entre las palabras talladas en una hoja huérfana. Cordón atado al vientre de mamá, que muere en el hueco de mi mano donde se acumula tanta ausencia. Tiempo que alquiló el tiempo a mí, voluta de humo aproximándome al vértice.
MI INFANCIA era cuadrada. Los golpes han roído sus puntas.

Ilustración de Gabriela Podestá

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