martes, 29 de julio de 2014

LA HISTORIA SEGÚN PAO CHENG (fragmento), Salvador Elizondo

Salvador Elizondo 
La historia según Pao Cheng (fragmento)

En un día de verano, hace más de tres mil quinientos años, el filósofo Pao Cheng se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a adivinar el futuro en el caparazón de una tortuga. El calor y el murmullo del agua, sin embargo, pronto hicieron vagar sus pensamientos. Olvidándose poco a poco de las manchas en la concha de tortuga. Pao Cheng comenzó a inferir la historia del mundo a partir de ese momento. “Como las ondas de este arroyuelo –pensó--, así corre el tiempo. Este pequeño cauce crece al fluir; pronto se convierte en gran caudal hasta que desemboca en el mar, cruza el océano, asciende en forma de vapor hacia las nubes, vuelve a caer sobre la montaña con la lluvia y luego desciende otra vez convertido en este mismo arroyo…”
[...]
Conteniendo la respiración, Pao Cheng se acercó al hombre cautelosamente y se asomó por encima de sus hombros. El hombre no hubiera notado su presencia pues parecía absorto en su tarea de cubrir aquellas hojas de papel con esos signos cuyo significado todavía escapaba al entendimiento de Pao Cheng. De vez en cuando el hombre se detenía, miraba pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco que ardía en un extremo y arrojaba una bocanada de humo azulado por la boca y por la nariz; luego volvía a escribir. Pao Cheng miró las cuartillas que yacían en desorden. Comenzó a descifrar las palabras que estaban escritas en ellas y su rostro se nubló. Un escalofrío de terror cruzó, como la reptación de una serpiente venenosa, el fondo de su cuerpo. “Este hombre está escribiendo un cuento”, se dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas sobre las cuartillas.
“El cuento se llama La historia según Pao Cheng y trata de un filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar en…” “¡Luego yo soy el recuerdo de ese hombre y si ese hombre me olvida moriré!...”
El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras
“…si ese hombre me olvida moriré”, se detuvo, volvió a aspirar el cigarrillo y mientras dejaba escapar el humo por la boca su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube cargada de lluvia. Comprendió en ese momento que se había condenado a sí mismo, para toda la eternidad, a seguir escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje era olvidado y moría, él, que no era más que un pensamiento de Pao Cheng, también desaparecía. 
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