lunes, 6 de octubre de 2014

GAZA: LOS HECHOS SOBRE EL TERRENO, Noam Chomsky

Gaza: los hechos sobre el terreno

Noam Chomsky



El 26 de agosto, Israel y la Autoridad Palestina aceptaron un acuerdo
de cese del fuego luego del asalto isarelí de 50 días a Gaza que dejó
2 mil 100 palestinos muertos y vastos parajes de destrucción. El
acuerdo pone fin a la acción militar de Israel y Hamas y afloja
ligeramente el sitio israelí que ha estrangulado a Gaza durante muchos años.

Sin embargo, es apenas el más reciente en la serie de acuerdos
similares alcanzados después de cada una de las intensificaciones
periódicas del interminable asalto militar israelí sobre Gaza.

Desde noviembre de 2005, los términos de estos acuerdos siguen siendo
iguales. La pauta regular es que Israel desprecia cualquier acuerdo en
vigor, mientras Hamas lo cumple –como Israel ha aceptado–, hasta que
un fuerte aumento en la violencia israelí provoca una respuesta de
Hamas, seguida por una brutalidad aún más feroz.

Estas crestas son llamadas cortar el césped en la jerga israelí. La
más reciente fue descrita con más precisión como remover el suelo
superficial por un alto oficial miltar estadunidense, citado por la
sucursal estadunidense de Al Jazeera.

El primero de la serie fue el Acuerdo de Movimiento y Acceso entre
Israel y la Autoridad Palestina, de noviembre de 2005. Estipulaba un
cruce entre Gaza y Egipto en Rafah para la exportación de bienes y el
tránsito de personas, cruces entre Israel y Gaza para artículos y
personas, reducción de obstáculos al movimiento dentro de Cisjordania,
convoyes de autobuses y camiones entre Cisjordania y Gaza y
construcción de un puerto en Gaza, y la reapertura del aeropuerto de
Gaza, que bombardeos israelíes habían demolido.

Ese acuerdo fue alcanzado poco después de que Israel retiró sus
colonos y fuerzas militares de Gaza, acción conocida como
desvinculación. El motivo fue explicado por Dov Weisglass, confidente
del entonces primer ministro Ariel Sharon, quien estuvo a cargo de
negociarlo y ejecutarlo.

La significancia de una desvinculación es congelar el proceso de paz,
declaró Weisglass al diario Haaretz. “Y cuando se congela el proceso,
se previene la instauración de un Estado palestino y se evita hablar
de los refugiados, de las fronteras y de Jerusalén. En los hechos,
todo ese paquete llamado Estado palestino, con todo lo que implica, ha
sido retirado de nuestra agenda por tiempo indefinido. Y todo esto,
con autoridad y permiso. Todo con la bendición presidencial de
(Estados Unidos) y la ratificación de las dos cámaras del Congreso.

La desvinculación es en realidad formaldehído, añadió Weisglass.
Proporciona la cantidad de formaldehído necesaria para que no exista
un proceso político con los palestinos.

Esa tónica ha continuado hasta el presente: desde la operación Plomo
endurecido en 2008-09 pasando por Pilar de defensa en 2012 hasta Borde
protector este verano, el ejercicio de corte de césped más extremo...
hasta ahora.

Durante más de 20 años Israel se ha dedicado a separar Gaza de
Cisjordania, en violación de los Acuerdos de Oslo, que firmó en 1993,
los cuales declaran que Gaza y Cisjordania constituyen una unidad
territorial inseparable.

Una ojeada al mapa explica el razonamiento. Separada de Gaza,
cualquier enclave en Cisjordania dejado a los palestinos carece de
acceso al mundo exterior. Son contenidos por dos potencias hostiles,
Israel y Jordania, ambos aliados cercanos de Estados Unidos. Y, pese a
ilusiones en contrario, Estados Unidos está muy lejos de ser un
negociador honesto y neutral.

Además, Israel ha estado ocupando sistemáticamente el valle del
Jordán, expulsando a los palestinos, fundando colonias, hundiendo
pozos y procurando de otras formas que la región –alrededor de un
tercio de Cisjordania, gran parte tierra cultivable– acabará integrada
a Israel junto con las demás regiones arrebatadas.

Los demás cantones palestinos quedarán totalmente aprisionados. La
unificación con Gaza interferiría con todos estos planes, que se
remontan a los primeros días de la ocupación y han tenido apoyo firme
de los principales bloques políticos israelíes.

Puede que Israel sienta que su apropiación de territorio palestino en
Cisjordania ha marchado sin contratiempos hasta ahora, así que hay
poco que temer de alguna forma limitada de autonomía para los enclaves
que les queden a los palestinos.

También hay cierta verdad en la observación del primer ministro
Benjamin Netanyahu: Muchos elementos en la región entienden hoy día
que, en la lucha en la que están amenazados, Israel no es un enemigo,
sino un socio. Es de suponerse que aludía a Arabia Saudita y Emiratos
Árabes Unidos.

Sin embargo, el destacado corresponsal diplomatico israelí Akiva Eldar
añade que “todos esos ‘elementos en la región’ también entienden que
no hay acción diplomática valerosa e integral en el horizonte sin un
acuerdo sobre la instauracion de un Estado palestino con base en las
fronteras de 1967 y una solución justa y negociada al problema de los
refugiados”.

Eso no está en la agenda israelí, advierte, y de hecho entra en
conflicto con el programa electoral de 1999 de la gobernante coalición
Likud, que nunca se ha rescindido y que rechaza de plano la
instauración de un Estado palestino al oeste del río Jordán.

Algunos comentaristas israelíes enterados, sobre todo el columnista
Danny Rubinstein, creen que Israel está decidido a dar marcha atrás y
relajar su estrangulamiento de Gaza.

Veremos.

El registro de estos años pasados sugiere otra cosa, y los primeros
signos no son auspiciosos. Al terminar la operación Borde protector,
Israel anunció su mayor apoderamiento de tierra en Cisjordania en 30
años, casi 500 hectáreas.

Con frecuencia se dice en todos lados que si el acuerdo de dos estados
está muerto por efecto de la apropiación de tierras palestinas por
Israel, el resultado será un Estado palestino al oeste del Jordán.

Algunos palestinos reciben bien este resultado, previendo que pueden
embarcarse en una lucha por la igualdad de derechos modelada en la
lucha antiapartheid en Sudáfrica. Muchos comentaristas israelíes
advierten que el resultante problema demográfico de más nacimientos
árabes que judíos y una disminución de la inmigración judía socavaría
su esperanza de un Estado democrático judío.

La alternativa realista a un acuerdo de dos estados es que Israel
continúe con los planes que ha estado aplicando durante años:
apoderarse de cuanto considere de valor en Cisjordania, evitando
concentraciones de población palestina y retirando a los palestinos de
las zonas que absorba. Con eso evitara el temido problema demográfico.

Las zonas ocupadas comprenden una Gran Jerusalén muy extendida, la
zona del ilegal muro de separación, los corredores que cortan las
regiones al este y probablemente el valle del Jordán.

Gaza continuara bajo el duro sitio de siempre, separada de
Cisjordania. Y los Altos del Golan de Siria –al igual que Jerusalén,
anexados en violación de las órdenes del Consejo de Seguridad– se
volverán con sigilo parte del Gran Israel. Entre tanto, los palestinos
de Cisjordania serán contenidos en cantones inviables, con acomodo
especial para las élites en el acostumbrado estilo neocolonial.

Durante un siglo, la colonización sionista de Palestina ha avanzando
primordialmente sobre el principio pragmático de la silenciosa
consumación de hechos en el terreno que el mundo a la larga ha llegado
a aceptar. Ha sido una política sumamente exitosa. Hay todos los
motivos para prever que persistirá mientras Estados Unidos aporté el
apoyo militar, económico, diplomático e ideológico necesario.

Para quienes les interesan los derechos de los palestinos sometidos a
la brutalidad, no puede haber una prioridad más alta que trabajar por
cambiar las políticas estadunidenses, lo que de ningún modo es un
sueño guajiro.

* El libro más reciente de Noam Chomsky es Masters of Mankind: Essays
and Lectures, 1969-2013 (Maestros de la humanidad: ensayos y
conferencias, 1969-2013). Chomsky es profesor emérito de lingüística y
filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Mass.

© 2014 Noam Chomsky

Distributed by The New York Times Syndicate

Traducción: Jorge Anaya

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