viernes, 24 de abril de 2015

MATZA MARANTO, (Chiapas, 1984)

LATITUDES. POESÍA MEXICANA ACTUAL: MATZA MARANTO (OCOZOCOAUTLA DE ESPINOSA, CHIAPAS, 1984)

matzamaranto


Matza Maranto: Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas, 1984. Actualmente estudia el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). Es autora del poemario Atajos para llegar a nadie (SE del Estado de Chiapas, 2011),Peldaños (UNISON, 2012) y Trozos de azogue (Nueva York, 2013). Ha publicado en la Antología del XIII Encuentro Internacional de Poetas, la Antología Jaime Sabines 83 aniversario, 83 poetas, Círculo de poesía, Periódico de Poesía de la UNAM y en la Revista Tierra Adentro. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico 2011 y es Premio Estatal de la Juventud 2010 en la categoría de Poesía. Lo textos que aquí se presentan son de su poemario inédito Ajedrecístico,

El viajero llevó a casa la línea que divide al hastío de la tristeza, siguió el camino de luces. La casa tiene la brevedad del infinito; en ella se disuelven los retratos sobornados por la noche. La casa del viajero no tiene rastro de añoranza. Él bebe la luz que sorbe al final de la botella. Nunca falta una ventana para devolver el estómago, para dejar la casa en un sitio distinto.

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Ve del reloj sólo el reflejo en los espejos de agua. Conoce el abismo como a sí mismo. Una valija es abandonada en la banca del parque, mientras por el altavoz se busca al hombre que posea el boleto de admisión a este recorrido de estigmas. En la ciudadela hay un hombre herido por un trozo de azogue. Esta es una estación acetílica, donde la sangre es el hilo conductor hacia la vida.

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Se ha apuntado el camino del mañana, la guía me deja en esta jaula de luz. Estas manos realizan el malabar inútil de afinar el grafito, de plasmar la última línea que busque el exilio. Tiembla. El pueblo se ve sumergido por el estruendo fatídico de los altavoces. Nadie se salva del recuerdo. Esta hora se ha quedado íntimamente guardada cual cicatriz es remarcada con el tiempo.

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Yo soy el viajero. Iba de paso; sin embargo, me convertí en habitante de esta ciudad-derrumbe. Alguien pronunció mi nombre pero no volví la vista, nada podía ser petrificado. Ninguna vereda llevará a otro sitio; todas las catástrofes están cumplidas. Aquí los rastros del crimen son lo único verdadero.

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En este lugar soy. Los reflejos de esta ciudad se conjugan en todos los tiempos; sé que no habrá salida, el destino está iluminado con una indescifrable belleza. Soy: es mi nombre en todas las lenguas y en todas las tonalidades posibles.

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Aquí viví todas mis muertes. Moví las piezas hasta ahogar el tablero, la solución no es el final; quedarán los nubarrones, su voz por los altavoces, la enmohecida satisfacción de salir ileso, la memoria. Intercambié tiradas, y es así como sé que todas las bardas tienen las claves exactas para concluir: hemos vivido en el reflejo.


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