lunes, 3 de septiembre de 2012

VIAJE A LA LUNA, Miguel Velasco


Viaje a la Luna (o, Lucky Man).

de Miguel Velasco, el El Domingo, 2 de Septiembre de 2012 a la(s) 0:18 ·
“No hay nada que tu amor pueda hacer para que otro se ama si no lo desea. El deseo es la fuente de la felicidad, el abrevadero de la paz, y la única forma de obtener alas. El amor, cuando es hostil, destruye todo en la tristeza, pero si es luz, engrandece desde los más pequeño hasta el universo. Esto último puede sucederte si tú lo deseas, en la esquina de cualquier esquina, sólo hay que observar, sin mirar jamás, ni de reojo,  al pasado”.  

Viaje a la Luna (o, Lucky Man).

Diciembre, 1999 / Ciudad de México.

Aquella tarde Pepe llamó cinco veces a Fernanda, sin obtener respuesta. Ella había confirmado que llegaría a las ocho a su casa, y eran ya cuarto para las diez. Tenían que cruzar la ciudad hasta Satélite para ir a la fiesta de Chío, quien se mudaba a vivir con sus padres a Monterrey, tras acabar la universidad.

“Pepe, hijo, no esperes más, para no variar tu noviecita debe estar metida en su cama dormida. Vete, si viene le digo que estuviste esperándola; Chío te ayudó mucho con los exámenes finales, creo que debes irte con o sin Fernanda”. Pepe miró el reloj, eran pasadas las diez y el tráfico los sábados es hostil, si no se marchaba llegaría a media noche.

Subido en el auto, Pepe se preparó para salir: Puso el disco que había grabado esa tarde para Fer, se colocó las gafas y oprimió el botón del portón que se abrió lentamente, develando a media calle una delegada silueta que sostenía un arma sobre su sien. 

Sin mediar palabra, Fernanda esperó a Pepe para huir de un mundo al que nunca supo enfrentarse ni con amor ni con coraje, un mundo que le dejó descrito en un papel ensangrentado:

Amor,

Eres la primer persona que vi, los demás no lo son, tan sólo son máquinas que todo el tiempo piensan en tener para ser, en el aplauso y yo no quiero eso, sólo quiero tus besos que me hacen inmensamente feliz. Sé que me amaste como a nadie y sé que te amé igual, por eso quiero que seas lo último que vea de este mundo, lo único que conocí vivo, tú, tu alegría, tu biofília y tu boca preciosa. Nos vemos cuando termines tu viaje para seguir besándote.      
   
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Octubre, 2008 / Ciudad de México.

“¡Puta madre, estúpidas juntas!”, exclamó Pepe al observar la agenda en su celular, saliendo a toda prisa de la cafetería.

“¿A dónde con tanta prisa mi rey?” Indagó, Rodrigo, al encontrarse con Pepe en el elevador: “A otra estúpida junta con Juan; ése güey le está dando en la madre a esta compañía, quiere a huevo que le meta madera en la configuración del auto nuevo. Qué no mame, vivimos en pleno Siglo XXI y nadie quiere traer maderita en su carro”. “Pues mándalo a la chingada, total, en la guerra por la dirección no hay que ser tibios Pepe, son ellos o nosotros para quedaremos a cargo de este changarro”. “Ya sé güey, ya sé”. “Oye cabrón, dice Pilar que nunca quieres ir a ningún lado y hoy vamos a ir todos a la Condesa, es cumpleaños de Mariana y no puedes faltar güey, no seas mamón, Pilar se caga por que le hagas caso”. “No sé güey, la neta no sé”. “No cabrón, si sabes y yo estoy contigo para lo de la dirección, así que hoy te veo en el Bervedé a las ocho, si no vas, olvídate de mi apoyo papá”.

En la sala de juntas de la Dirección, Pepe escuchaba a Juan esperando su turno para debatir. Pilar observaba a Pepe, y escribía en su celular: Pepito ¡Buenos días! Esa corbata está genial =) ¿Vas en la noche a lo de Mariana? Pepe recibió el mensaje, y respondió: Éste tipo está orate, asegurar que con sus planes de conquistar el mundo con madera vamos a lograr ventas superiores al doce por ciento ¡Qué no mame! Espero que me apoyes ahorita que lo mande a la chingada.

Pilar miró su celular, y levanto la vista para observar a Pepe, respondiendo en otro mensaje: Pepe ¿Eres gay? ¿No puedes escribir algo lindo como hoy te ves bien o así? Sí, está idiota, pero no te pregunté de la junta, te dije que si vas a ir a lo de Mariana porque si no vas yo tampoco.

Pepe miró su celular y negó con la cabeza, respondiendo: Sí, voy.

Tras una acalorada discusión con Juan, Pepe salió de la junta y caminó por el pasillo, donde lo alcanzó Pilar: “Eres muy duro contigo, todo el tiempo hablas de trabajo. Deberías conseguirte una novia Pepito, estoy segura que adentro hay algo más que estadísticas e índices. Que tengas buen día”.

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Ocho de la noche. La oficina estaba vacía. Pepe respondía un correo en su computadora.

“¿Sigues aquí?” Exclamó irónico, Juan, que se marchaba: “Te diré algo muchachito, nadie me ha dicho en veinticinco años lo que debo hacer; tú no serás el primero, de eso puedes estar seguro. Te veo el lunes, espero que el fin de semana medites con calma lo que tienes en esta compañía”.

Pepe miraba alejarse a Juan, cuando sonó una alerta anunciándole un mensaje en su celular: Te estoy esperando = ( Siempre es lo mismo contigo. Pilar. Pepe le respondió: Preparando la salida. Te veo en 30 min.

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El reloj del auto de Pepe indicaba las diez de la noche cuando llegó al valet parking del Bervedé. Cuando bajó del carro se encontró con Pilar que aguardaba el suyo.

“Eres un imbécil Pepe”, reclamó enseguida, Pilar, al verlo, expidiendo un tufo a alcohol. “Te quiero, te admiro, me gustas pero no soy pendeja, tú eres más raro que encontrarse un marciano asoleándose en Acapulco. Todo el tiempo huyendo, todo el tiempo en el trabajo y no hay más. Yo no quiero eso para mí, así que dale, desde ya olvídate de los mails que te mandé, me haces sentir muy mal”.

Pepe abrazó a Pilar, le dio un beso en la frente, y dijo: “Hay algo que te quiero decir”, Pilar lo miró fijamente, “Hoy te ves muy bien. Maneja con cuidado. Te veo el lunes”, y se metió al bar.

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“¡Pepe, hijo de puta, sí llegaste cabrón!”, gritó al verlo, Rodrigo, dándole un abrazo exagerado. “Soy tu fan Pepillo, me encanta como mandas a la verga a Juan. Vente, vamos a servirnos”.

Pepe bebía su trago y miraba a los que estaban en la mesa. Todos eran colegas de trabajo salvo una mujer sentada al lado de Mariana, la festejada: “¿Quién es ella Ro?”. “Es la primita de Mariana. Oye güey, Pilar te estuvo esperando cabrón, no mames, ya dile que sí o que no pero no seas ojete”.

Mariana hizo un brindis: “Quiero brindar por el amor porque sin amor el mundo no sirve, así que cheers!”. Pepe alzó su vaso, golpeando a la prima de Mariana: “Perdón, perdón, no te vi”. “No te preocupes, odio esta camisa”, dijo tranquila, Verónica, “De hecho, estaba pensado irme a otro lado porque este sitio es muy fresa para mí”. “¿De verdad? Yo creo lo mismo. Entonces, ¿qué te late?”…

Verónica se sentó junto a Pepe, y comenzaron a charlar.

Mariana hizo un brindis tras otro, hasta que dijo: “Hey, hey, me falta un brindis importante; quiero brindar por Pepito porque vino ¡yiuuuuuju! Pepe, eres un cabrón muy chingón, pero deberías salir con nosotros si pretendes ir por el cuello de Juan, así que salud por eso porque este es tu primer paso a la dirección, cheers!”
Pepe agradeció haciendo una señal de amor y paz, y tomó su saco anunciando que iba al baño cuando en realidad escaparía de la situación plagada de emociones desbordadas por el alcohol.

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El valet parking le recibió el boleto a Pepe, y se fue por su carro.

“¿Te vas golpeador?”, preguntó Verónica, que fumaba un cigarro. “¿Puedo fumar en tu carro? Ya no soporto estar aquí y por lo que veo mi primita va para largo, ¿tú me llevarías?”. Pepe observó a Verónica, y le preguntó: “¿Dónde vives? Porque en realidad tengo ganas de manejar hacia algún lugar lejano, no sé, ¿te queda mi ruta? Voy a la luna, ¿vives por ahí?” Sonriendo, Verónica asentó con la cabeza, y  exclamó, subiéndose al auto: “Claro, me queda perfecto, esos son mis rumbos golpeador”.  

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“¿Te gustan los cacahuates japoneses? Te puedo compartir si traes algún Miguelito de chamoy en tu bolsa”, sugirió, Pepe, provocando que Verónica sonriera de nuevo. “No sé, creo que sí, pero igual se lo comió la iguana que vive adentro”, respondió, Verónica, metiendo la mano en su bolso.  

“¿Tienes prisa?”, indagó, Pepe. “No, yo nunca tengo prisa”, mirándolo, respondió Verónica. “Entonces iré por la ruta larga”, dijo Pepe, recibiendo un giño de Verónica como respuesta. 

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Diciembre, 2008 / Ciudad de México.

Pepe estacionó su auto frente a la casa de Verónica, y le escribió un mensaje en su celular: Hey lunática, tienes que salir a ver esto. Estoy afuera ¡Corre!.

Verónica subió al auto, y preguntó: “¿Qué? ¿Qué tienes en la mano? ¡Ábrela!” Pepe la miro fijamente, y le pidió: “Pon atención, esto no se lo he enseñado a nadie, okey. Es algo muy importante, así que sé seria, porque si te ríes te juro que me largo”.

Verónica miró a Pepe que encendió la luz en el auto, y abrió su mano: “¡Pepe, no hay nada!”, “¡Cómo no, aquí hay algo, fíjate bien!”, “¿Qué? ¡No hay nada!”. “¡Puf! ¿Estás ciega mi amor?”, “No, veo muy bien”. “Pues más o menos eh, observa, no mires nada más”. “¿Qué?”.

“A ver, pon atención guapa”. Pepe acercó su mano al rostro de Verónica, y le dijo mirándola fijamente:“Esta es la línea de la vida, ¿eso sí lo sabes no?” Verónica asentó con la cabeza, “Hace un mes esta línea no la veía, pero esta mañana, mientras me bañaba, la miré claramente y sentí muchas ganas de darte un abrazo porque por años, casi diez, había desaparecido. Así que salí de la ducha, me vestí de jeans y me fui a la oficina; hoy tenía la junta número cien con Juan, que cuando me vio entrar se rió, y me preguntó, “Qué, ¿ahora también quieres que cambiemos nuestras reglas de vestir Pepito?”, ¿Y sabes qué le contesté antes de ir a recursos humanos a renunciar? Le dije: “Juan, tú tienes algo en los veinticinco años que llevas aquí, el control a base de infundir temor en los demás, pero yo tengo algo más chingón, ¿ves mi mano, la ves? Yo tengo aquí mi vida, ésta con la que te digo: me tiene sin cuidado si le pones a los carros madera en el tablero porque a partir de hoy por mí puedes hacer de ellos lo que te venga en gana, si los demás no dicen nada para seguir manteniendo un puesto de trabajo aburrido y obsoleto pero conveniente, bien, pero yo no puedo, para mí es más importante esto que veo en mi mano, ¿lo ves? No, tú y tu pequeño corazón no pueden verlo porque para ti la vida es un berrinche cuando debería ser un descubrimiento, pues todos los días, si uno gira un poco la mirada, tan sólo un poco, se puede dar cuenta que basta con planear un viaje a la luna para cambiar el rumbo. Así que nada, vine sólo para decirte que me voy, que te dejo lo mucho de la nada por lo mucho de lo que siento hoy, algo inmenso que tú nunca entenderás”.

Verónica derramó una lágrima, y besó a Pepe. Cuando se separaron, Pepe encendió el auto, y preguntó: ¿A la luna? Conozco una ruta de muchos años. Gracias por venir conmigo lunática.

Fin.

Atte. El Tipo de Abril.      

PD. Dicen que vieron esta noche un tigre en la luna.    

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