miércoles, 16 de enero de 2013

A UN POETA VIRTUAL, Benjamín A. Araujo Mondragón


A un poeta virtual

Benjamín A. Araujo Mondragón.



Estamos en una época de magia real por la virtualidad de los medios de comunicación. Esto ha sido un embrollo tal que uno siente como propios a los ajenos; y fraternos a los lejanos; las barreras se han traspasado y ya no hay impedimento, excepto el idioma –y eso muy relativamente- para permanecer relacionado sin que importen razas, credos y nacionalidades.

Ejemplo, de alguna manera, de lo que digo es Salvador Pliego a quien “conozco” por la red hace ya varios años, acaso un lustro cuando menos; y, pese a que la distancia, entrambos no es mucha, él oriundo y radicado en el DF, yo, en Toluca, he logrado saber de sus valores como poeta, sin ambages, aunque ciertamente, me parece, es un torbellino publicando, en buena medida también por las virtudes de la electrónica aunque asimismo me parece tardía su aparición pública, así se adivine en lo que escribe que tiene ya largo tiempo practicando con el teclado; y noto del mismo modo, pues eso no se adivine sino que se intuye con facilidad, que ha sido un vicioso lector lo que revierte en virtudes de su obra. Hay que aclarar, sin embargo, que pese a lo que cuento, Alberto y yo nunca nos hemos visto en lo personal. Aunque también debo decir que cuando supe de él, y lo vi en una fotografía, me remitió con la memoria a toda velocidad a un amigo y compañero de la secundaria, Ricardo Pliego, de Almoloya de Juárez. Es mucho su parecido físico; aumentado como con una lente gigantesca por el apellido.

Lo anterior no podía quedármelo callado.

Ahora, Flor Cecilia Reyes, mi fraterna amiga de años y años, me ha invitado a departir por otro medio electrónico, un poco menos nuevo, la radio, para charlar sobre la obra de Salvador Pliego. Me refiero concretamente a un libro de él que, generoso, comparte en internet a quien así lo quiera, sin cortapisas de acceso alguno según me consta. Y ya he probado de sus mieles, desde ediciones y títulos anteriores.
Evocación de pájaros, es el nombre del libro de Salvador; y con él –con el libro, que no con Salvador-, tropezamos apenas ha unos días, Florecita y yo. Y ahí surgió la invitación.

Heme aquí, más puesto que un calcetín para pasar a hormar ante el público nuestro criterio sobre una obra que, lo digo sin empacho alguno,  tiene todos los honores y redobles para adjetivarse poética.

Evocación… tiene 96 páginas y, de acuerdo con Rodrigo Corzo, que hace un muy breve pero certero prólogo,  “…es un viaje al presente, al pasado, al interior, al exterior…a lo físico y lo metafísico…”. Ricardo Pliego tiene la virtud de tener –según sus propios versos-:

Avecinado mi corazón de sures
y en el vientre palpando su cóndor negro,
sobre la mina de nubes que cae como estampida,
junto a un parasol de piedras y canto,
domando los territorios,
expandiendo su collarín blancuzco a su sombra de /altura y pico,
a su inmortal ladera,
a su cúspide verde y de harapos,
van, como si fueran no uno sino cientos,
o millares tal vez, o todos los puños juntos,
y todas las manos adheridas,
y todos los ojos incorporados,
las alas de la América enseñoreando.

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