Hugo Gutiérrez Vega
La Ifigenia de don Alfonso Reyes
Basándose en el mito de Ifigenia, en la historia de este personaje y en las dos obras que sobre el tema escribió Eurípides, Ifigenia en Áulide e Ifigenia en Táuride, don Alfonso, maestro de todo y de todos, compuso uno de los más bellos poemas mexicanos del siglo XX. Octavio Paz considera que este poema dramático “es una de las obras más perfectas y complejas de la literatura hispanoamericana”. Reyes la escribió en 1923, estando ya en Europa y recogiendo con maestría dolorosa la atmósfera moral que dominó los momentos en que su padre, el general Bernardo Reyes, cayó frente a la puerta Mariana de Palacio Nacional.
La obra de Reyes parece haber sido escrita en un mármol del teatro de Epidauro. Don Alfonso fue buscando las distintas formas que el poema requería y fue construyendo al mismo tiempo, con fragmentos del mito y de la obras de Eurípides, un poema dramático que habla de temas universales, antiguos y contemporáneos, pero lo hace desde una perspectiva que conserva el aliento de los trágicos griegos.
Vi esta obra en el Palacio de Bellas Artes que cumple ochenta contradictorios y gloriosos años. Me dio mucho gusto ver de nuevo teatro en el Palacio, pues la música y la danza se habían apoderado casi por completo de nuestro principal escenario, a pesar de que abrió sus puertas por primera vez al público presentando una obra de don Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa.
En esta escenificación del poema de Reyes está presente una compleja conjunción de la palabra con la música, ya que en el escenario está permanentemente un conjunto de músicos extraordinarios que pertenecen al Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea que dirigió para esta puesta en escena el maestro José Luis Castillo. Para nuestra fortuna, no hubo en esta armoniosa unión ningún aspecto operístico y jamás se usó la música como un subrayado de la palabra. Todo lo contrario: la poesía y la música tuvieron la misma importancia y una se puso al servicio de la otra, lo que dio como resultado un impacto emocional y un significado claro al poema en sí y a las influencias de la tragedia griega sobre la palabra moderna de Reyes.
La dirección de Juliana Faesler y Clarissa Malheiros fue muy acertada y tuvo la virtud de la mesura al descubrir el fondo de la tragedia familiar de los reyes que visten las ropas de la tragedia clásica para rememorar a la figura paterna y su destino fatal. No olvidemos que el general Bernardo Reyes, en los aciagos días de la traición de la Ciudadela, por muchos y muy complejos motivos inició una carga de caballería contra Palacio Nacional. Cuando dio la orden de avanzar volteó la cabeza y vio que estaba solo. El hado lo obligó a seguir su marcha, levantó el sable y él y su caballo recibieron la descarga cerrada de fusilería ya obediente a la traición de Huerta. En ese momento culmina la tragedia, con el olor de la sangre del general tirado en el suelo. La directora recuerda con sutileza el tema que generó el poema, haciendo que uno de los actores desenvuelva una banda presidencial y la arrastre brevemente por el escenario.
En el mito de Ifigenia aparece una diosa cruel, Artemisa, la Diana cazadora de los romanos. Era hermana de Apolo, dios esencial para la formación del espíritu humano. Pero en su santuario de Áulide, la diosa gobernó con crueldad, convirtiendo a Ifigenia en su gran sacerdotisa, quien se encargaba de asesinar a los náufragos que llegaban a la playa de los tauros. Son muchos los personajes que se entrelazan en el mito, en las tragedias y en el poema de Reyes: Orestes, hermano de Ifigenia; Agamenón y Clitemnestra, el primero comandante de las tropas griegas en la guerra de Troya; la segunda, su esposa y asesina. Está presente también Aquiles, el héroe de las guerras troyanas. Todos, dioses y hombres, se mezclan en este poema tan difícil de memorizar por los actores, pues evita por completo la rima y va variando su ritmo de acuerdo con las circunstancias. Brilla con luz especial Julieta Egurrola en su Ifigenia que pasará a la historia de nuestros teatro. Andrés Weiss, Marco García, Ana Isabel Esteria y David Calderón construyeron sus personajes con maestría y con un notable entusiasmo.
Escenografía impecable, la música moderna impresionante e inteligentemente discreta, todo esto se juntó para entregarnos la imagen de la sacerdotisa Ifigenia y la trágica atmósfera moral que cubrió la casa de la familia Reyes. Por esta razón, el poema del maestro llenó con sus voces y sus ecos nuestro coliseo mayor.
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